PEREZ17102022

Opciones para México y AL
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- Las posibilidades de desarrollo para México han sido determinadas por: a) las restricciones del contexto internacional: desde la invasión española hasta la “integración” con los Estados Unidos y Canadá, y por b) el margen de maniobra, al ejercer opciones de autonomía y soberanía en coyunturas específicas. El balance en la actualidad es el de un país subdesarrollado, con una élite de gran riqueza y una mayoría en la pobreza.

En este 2023 el escenario internacional pasa por una más de sus crisis económicas y de desequilibrio político. Se transita por una etapa en la que la hegemonía global que han ejercido los Estados Unidos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, está llegando a su fin o en proceso de reconversión. Esto abre diversas expectativas.

La desarticulación del comercio internacional se interpreta como una quiebra del esquema de globalización financierista, que occidente impulsó a partir de la caída de la Unión Soviética. Ahora, tres décadas después, surge China como potencia económica y tecnológica, que rivaliza con los Estados Unidos. La Comunidad Europea ha perdido dinamismo. La India fortalece su capacidad competitiva. La guerra Rusia-Ucrania vino a hacer más complejas las relaciones internacionales, con mayor presencia de los militares y la industria bélica. Se desarrolla así una nueva correlación de fuerzas económicas.

El neoliberalismo, que impulsó la ideología de “menos Estado y más mercado”, no atendió los problemas “sociales”: la desigualdad social se ha extremado; la crisis de salud del COVID 19 mostró lo negativo de la privatización de los servicios de salud y del sistema de patentes farmacéuticas; la brecha digital se profundiza. La propuesta de crear primero riqueza y después repartirla, no ha sido un compromiso efectivo.

La Organización de las Naciones Unidas, que en su origen se planteó como la base para desarrollar una gobernanza global, se ha mostrado incapaz de alentar la cooperación internacional. Son los países poderosos y la industria bélica quienes delinean la geopolítica mundial.

El rol de México en el sistema económico internacional se definió, desde la época colonial, como proveedor de minerales y materias primas: una condición que comparte con el resto de países de América Latina. El “extractivismo” ha sido la actividad económica predominante: oro, plata, cobre, petróleo, hierro (ahora viene el litio) y el cultivo de los productos tropicales, como la caña de azúcar y el banano. El limitado crecimiento industrial se ha basado en un modelo tecnológico dependiente; con el desarrollo de la “maquila” de primera y ahora de segunda y tercera generación.

La ubicación geográfica de México es la base para la actual relocalización de las cadenas de valor asociadas a la industria norteamericana (el nearshoring): México provee de terrenos, agua, energía y mano de obra, sin ninguna estrategia similar a la de Japón o Taiwan –después de la Segunda Guerra Mundial–, o a la de China –en los últimos cincuenta años– para generar una capacidad tecnológica autónoma.

Este estilo de desarrollo subordinado se observa también como el modelo prevaleciente en Latinoamérica.

En la coyuntura actual, las alternativas para América Latina pasan por depender menos o salir de la esfera de asfixia norteamericana, reivindicar su autonomía en cuanto a ampliar vínculos económicos con China o Rusia, y fortalecer lazos de cooperación con sentido social entre los países latinoamericanos, más allá del intercambio comercial. Los Estados Unidos mantienen su vocación injerencista en la región, sin mayor compromiso con la democracia ni con el desarrollo social.

En la dimensión política regional destaca la reciente llegada de gobiernos “progresistas” en Chile, Colombia y Honduras, el gobierno de Lula en Brasil, como posible alternativa de gobierno popular y el Gobierno nacionalista y popular de AMLO en México. Se trata de movimientos político sociales de inspiración democrática. Al mismo tiempo, se experimentan procesos complejos en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Perú y Argentina. Así como un régimen de excepción prevalente en El Salvador y de represión abierta en Nicaragua.

Impulsar una visión, a partir de y en beneficio de la sociedad latinoamericana ha sido la aspiración de las élites nacionalistas/populistas desde hace dos siglos. El reto para los gobiernos “progresistas” en la actualidad es el de delinear opciones de gestión pública alternativas a las políticas neoliberales y redefinir sus relaciones económicas con el exterior.

Para México, los compromisos de alineación con Estados Unidos y Canadá, en cuanto al comercio y las inversiones, podrían restringir su margen de maniobra en el establecimiento de vínculos de cooperación solidaria con América Latina.

Impulsar una estrategia de integración soberana a escala continental latinoamericana, implicaría dejar a un lado o al menos deslindar autonomía respecto de las políticas diseñadas por organismos como el FMI, el Banco Mundial o la Unión Europea y los intereses norteamericanos.

Los procesos de transformación que están impulsando los gobiernos de Colombia y Chile, por ejemplo, han encontrado resistencia a pesar de contar con amplio apoyo popular. Un proyecto de Constitución Política con visión social del Siglo XXI, diseñada por una asamblea popular en Chile, fue rechazada en un primer intento. En Colombia, la reforma fiscal y otras iniciativas del nuevo Gobierno enfrentan resistencias. El gobierno de Honduras ha decidido establecer vínculos con China y romper relaciones con Taiwán. El Presidente Lula visitará Moscú acompañado de un buen número de empresarios brasileños. La presencia de las inversiones de China en América Latina es cada vez más evidente

En México, si bien se avanza con políticas sociales, con mejoras laborales y salariales y una economía estable, los intentos por modificar el régimen de organismos públicos autónomos (especie de candados neoliberales) han sido infructuosos; la violencia del “crimen organizado” se expresa a diario, además de que el marco de libre comercio con EU y Canadá impone normas y reglas que restringen el margen de maniobra.

Se requieren nuevas políticas públicas efectivas para reducir la desigualdad en el ingreso y en las oportunidades de acceso a satisfactores esenciales: educación, salud, vivienda, recreación, bienes culturales. Los apoyos directos a los grupos desfavorecidos, como los destinados a adultos mayores, a las personas con discapacidad, a los estudiantes, a campesinos, son indispensables para superar el estrés social, en tanto se avanza en la creación de oportunidades de empleo efectivas.

Desarrollar una capacidad soberana en materia de ciencia y tecnología es indispensable para el adecuado aprovechamiento de los recursos naturales y humanos. Se afirma que hay más mexicanos (as) con doctorado trabajando fuera de México que los que residen en el país. También los mexicanos con baja preparación formal migran hacia Estados Unidos en busca de empleo.

Así que, en medio de la extrema desigualdad social, se siguen explotando los recursos naturales, al ritmo y forma que determinan los intereses del mercado internacional y las actividades industriales se desarrollan por la inversión y la tecnología extranjeras.

Perfilar una sociedad más justa y equilibrada en México y América Latina demanda tiempo y energía social. No sólo es necesaria una vanguardia transformadora con claridad en los objetivos, es indispensable el apoyo político-electoral de la comunidad y este sólo se sostiene si hay efectividad en la instrumentación de las nuevas políticas públicas y buenos resultados en el manejo de la economía.

La transición global que se vive en la actualidad es una coyuntura que México y América Latina podrían aprovechar.

Las estrategias para la transformación pasan ahora por los procesos democrático-electorales. Frente a los partidos políticos tradicionales, que han sido rebasados por la nueva realidad social, se plantean movimientos ciudadanos con una perspectiva comunitaria.