Ciudad Victoria.- Las migraciones de españoles, chinos, judíos, palestinos y sirio-libaneses y otras nacionalidades en Ciudad Victoria, son un tema pendiente en los estudios históricos. Al respecto se han registrado algunas crónicas y noticias, pero su riqueza sigue sin explorarse por historiadores, académicos y cronistas, quienes centran su trabajo en el pasado más remoto, es decir, en las etapas coloniales, independencia, reforma y revolución mexicana, por mencionar algunos períodos.
Bajo estas circunstancias, el abordaje histórico de los palestinos en la capital tamaulipeca podría centrarse dentro de los géneros de la historia cultural, mentalidades y particularmente la historia económica. Para ello, se debe contar con el auxilio heurística y hermenéutica. Es decir, la búsqueda e interpretación de fuentes de estudio.
Hasta ahora existen pocos documentos escritos sobre la comunidad libanesa, siria y palestina en Victoria, entre ellos los testimonios recogidos por el cronista Antonio Maldonado, un par de artículos que publiqué hace tiempo en el Diario de Victoria, un documental donde aparece el chef libanés Paco Amar y los libros sobre libaneses y palestinos del historiador Carlos Martínez Assad (Memoria de Líbano) y el empresario José Abugaber Sara (Nueva Esperanza en un Nuevo Amanecer, Caminando por el Tiempo y Un Beduino Cambió mi Destino).
Quien no tenga un amigo libanés, que lo busque
El tema es muy rico, evocador y romántico, porque sirve para incrementar nuestros conocimientos sobre una comunidad forjada en el trabajo, en condiciones adversas. “Quien no tenga un amigo libanés, que lo busque”, menciona un dicho mexicano, en alusión a palestinos y sirios, quienes por diversas causas emigraron del Oriente Medio.
Para recuperar y construir numerosas historias de vida de estas comunidades, para dejar un registro a la altura de la importancia del tema, aún es posible a través de la tradición oral de sus descendientes, archivos municipales (libros de registro), archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, cartas, objetos, fotografías, hemerotecas y otras fuentes primarias y secundarias.
En 1962, Juan Saade viajó a Palestina y a través de una cámara de cine Super 8 recogió entre algunos familiares y amigos, una serie de testimonios sobre la migración palestina del noreste mexicano. En efecto, el apellido Sade tiene presencia en Victoria y Mante. Es decir, estaríamos hablando de testimonios sobre la presencia palestina en la década de los cincuenta del siglo pasado.
En lo que respecta a Victoria, Mante, Linares, Tampico y otras ciudades, la mayoría de los palestinos llegaron a territorio noresteño a partir de las dos primeras décadas del siglo pasado. Era costumbre que algunos de ellos regresaran temporalmente a su país y contrajeran matrimonio. Al paso del tiempo la situación cambió entre los descendientes de migrantes árabes, quienes al casarse en este país generaron un nuevo mestizaje.
Se les denomina genéricamente árabes a sirios, libaneses y palestinos, porque además del idioma común y origen de árabe, a su llegada a México la Oficina de Migración registraba de esa manera. Por lo regular se cambiaban de nombre y apellido para simplificar los trámites. Por ejemplo, en 1923, Jorge Flores, dedicado a la venta de ropa y calzado publicó un edicto para aclarar que realmente se llamaba Jorge Chagnon, y argumenta: “Al instalarme en esta plaza quise hacer la traducción literal de mi apellido, castellanizándolo, con el objeto de que mi nombre fuera fácilmente pronunciable.”
Venta en abonos y varilleros
Desde su llegada a México la mayoría de los libaneses, sirios y palestinos se dedicaron al comercio ambulante. También se les conocía como varilleros y recorrían comunidades, ejidos y rancherías alejadas de la ciudad, donde se ganaban la vida vendiendo mercería en abonos (agujas, hilos, botones, telas, peines) pantalones, cobijas, vestidos, camisas y otras prendas de vestir. Además del pago económico, a cambio recibían gallinas, chivos y guajolotes.
Entre lo más relevante de las historias de familias palestinos, se encuentra su pasión por el trabajo, disciplina y solidaridad de paisanaje entre ellos. La decisión de radicar en Victoria, después de vivir en Linares, probablemente surgió por la ubicación geográfica de la capital tamaulipeca y presencia de la Carretera Nacional, recién inaugurada en los años 30.
Bajo estas circunstancias, el comercio fijo y ambulante con pago en abonos se ejercía con buenos resultados en poblaciones de pocos habitantes, como Victoria; y desde luego en los municipios eminentemente agropecuarios que la rodean. En este sentido, además de dedicarse al comercio surgieron oportunidades de adquirir terrenos urbanos y ranchos, que generaron importantes capitales económicos.
Palestinos victorenses
El fenómeno migratorio de árabes palestinos en Victoria es una historia en construcción. Entre los primeros apellidos más célebres destacan Carcur, Charur, Gheibi, Ramadán, Miguel Dabdaud, un comerciante que arribó a Tampico acompañado de dos personas; Azoro, quien entró por Colima; Salomón, María y Jesús Talamás, y otros. Vale decir que en 1958 la Colonia Árabe de Victoria estaba debidamente integrada por Antonio Batarse, Juan Marcos, Elías Charur, Naim Meida, Felipe Chagnón, Jorge Abugaber y otros, quienes apoyaron a los damnificados fronterizos, según consta en un libro de actas del Municipio de Victoria.
Antonio Batarse nació en Belén, Palestina y por cuestiones de persecución religiosa derivados del imperio otomano, a principios del siglo XX emigró de su lugar de origen con varios miembros de su familia y radicaron en Matamoros, Coahuila. Posteriormente Antonio llegó a Ciudad Victoria y fundó la tienda La Fortuna. Batarse se caracterizó por sus rasgos humanistas, pues ofrecía becas a los estudiantes de escasos recursos económicos.
Amado Rizk nació en Taibé, Palestina. Ingresó en barco a Tampico en 1928, a la edad de 17 años, mientras el resto de sus familiares prefirieron bajarse en Guatemala. Se casó con María Abugaber Sara, originaria de Belén, Palestina, quien viajó con su familia con pasaportes británicos. Su padre Moisés Abugaber instaló en Tampico un negocio pequeño. Posteriormente, parte de la familia Rizk Abugaber se establecieron en Ciudad Victoria y otros en Guanajuato, donde destacaron dentro del comercio y la industria del calzado.
Entre los palestinos que decidieron radicar en Victoria destaca Antonio Abugaber Marcos, quien llegó a Tampico en 1920, procedente de Belén, Palestina. Tenía 35 años, era casado, católico y se dedicaba al comercio. Instaló en la calle Hidalgo La Casa Abugaber, y en los años cuarenta administraba el Hotel Victoria. Era paisano de Jacobo Gattás y Virginia Gattás, padres del arquitecto Jacobo Gattás Gattás y sus hermanos Tofic, Juan, Carlos, Magdalena y Jacobo. Jacobo llegó a Linares y se reencontró con Jorge Gattás, hermano de su esposa. Abrió un negocio de ropa y calzado enfrente de la Plaza Principal.
Al poco tiempo, la familia decidió trasladarse a Hidalgo, Tamaulipas, donde su padre instaló un próspero negocio donde vendía ropa, mercería y vestidos de novia. Además, se dedicó a la agricultura en un rancho de su propiedad, donde criaba ganado y sembraba calabaza, maíz, frijol y algodón. Posteriormente, en Ciudad Victoria abrió La Casa Gattás en la calle Hidalgo, con venta de zapatos y ropa.
Sin lugar a dudas, don José Elías Charur Lirach, quien nació el 29 de enero de 1923 en Linares, Nuevo León, se convirtió en uno de los empresarios de mayor relevancia en Victoria. Su primer negocio establecido fue Almacenes El Obrero, y posteriormente la cadena de tiendas Gran D. Sus negocios irradiaron a varias ciudades de Tamaulipas. Falleció el 25 de diciembre de 2010.
Quien Tenga Tienda que la Atienda
Durante muchos años, el comercio de la calle Hidalgo en Victoria prácticamente estuvo en manos de chinos, árabes, judíos, españoles y un bajo porcentaje de mexicanos. La variedad de mercancía y giros mercantiles, la convirtieron en una de las avenidas más populares de la ciudad. La gente comentaba que en una acera estaban los españoles y en otra los árabes.
“Quien tenga tienda que la atienda, si no que la venda”, se aplica textualmente a los migrantes árabes en México, por su dedicación al comercio. Desde temprana edad, los padres educaron a sus hijos en la cultura del trabajo. Lo mismo podemos decir del proceso de mestizaje entre mexicanos y árabes. Referiste a un árabe en Victoria, significaba vocación por la disciplina y entrega al trabajo desde temprana hora.
Entre las aportaciones de los árabes a la comida victorense, debemos referirnos al jocoque seco, que se sirve de aperitivo en restaurantes y se comercializa en varias presentaciones. Lo mismo destacan los kipes de carne, que se convirtieron en uno de los platillos preferidos de las familias de Victoria, además de las tortas árabes, que se preparan con pan de pita.
* Cronista de Ciudad Victoria.