Monterrey.- Una mañana de mayo de 1665, George Vicars, sastre de la pequeña villa de Eyam situada cerca de Manchester Inglaterra, recibió un paquete proveniente de Londres. El bulto contenía telas que usaría en la elaboración de ropa para los lugareños. Días más tarde el sastre yacía sepultado en una tumba del cementerio de la iglesia local. La peste bubónica, causada por la bacteria transmitida por una pulga proveniente de una rata infectada, había llegado al pueblo situado a 250 km de Londres.
El confinamiento duró seis meses y los aldeanos establecieron un sistema para cortar todo contacto con el mundo exterior, pero no el comercio, Wood nos cuenta que en una gran roca con orificios situada a las afueras del pueblo dejaban monedas empapadas en vinagre, el único desinfectante conocido en la época. Los aldeanos de los alrededores les dejaban comida.
Todo lo que decidieron hacer fue muy efectivo, pero pagaron el precio: en 14 meses murieron unos 260 vecinos, de una población de 800, ¡El treinta y dos por ciento! Según J. W. Wood.
La terrible pandemia que nos ha castigado en lo que va de este año ha puesto en evidencia diversas formas de pensar y actuar de los seres humanos del siglo XXI. Se han manifestado sentimientos nobles pero también bajezas e insensibilidad. Algunos soslayamos la tragedia del vecino y sólo actuamos cuando esta nos llega directamente.
En enero del presente año cuando el Covid-19, el tristemente popular Coronavirus, infectó a los habitantes de China, a casi nadie le importó, los estadounidenses y europeos, ante la inmovilidad del gigante asiático pensaron que esta era la oportunidad para desbancar la economía china que estaba liderando peligrosamente en el mundo. Poco les duró el gusto, bastaron unas cuantas semanas para que el belicoso virus infectara Europa y Estados Unidos, empezando por la majestuosa New York.
En nuestro país ha surgido un ejército de doctores, enfermeros, afanadores, administradores y también, algunos políticos, que arriesgando su vida, heroicamente hacen frente a la pandemia. Por desgracia, también existe un grupo de gente, dueños de grandes fortunas, políticos desplazados por corruptos y artistas al servicio del dinero que, en lugar de luchar a brazo partido como los habitantes de Eyam, enfocan sus críticas al gobierno que los desplazó, sembrando la desconfianza y el miedo de una forma criminal.
No obstante, somos más los mexicanos que amamos a nuestra patria, somos más quienes deseamos heredar un mundo mejor a las futuras generaciones, somos más quienes hemos construido este país con esfuerzo a pesar de la escoria política que aún abunda. Si pudimos sacudirnos una plaga de ratas como lo hicieron en Eyam, un virus no nos va a derrotar.