PEREZ17102022

Pansofía, elección y posibilidad en educación
Benigno Benavides Martínez

Qué debemos enseñar en nuestras escuelas

Monterrey.- Siendo profesor de la carrera de Educación (inicialmente titulada Pedagogía) hace algunos años, durante el desarrollo de una sesión de clase me llamó la atención la intervención de un estudiante porque me ha sido especialmente significativa, hasta convertirse en base de una actitud. El asunto de la clase se refería a los tipos de persona que se pueden formar en la actualidad a través de la educación, habiendo superado la idea de una educación abstracta, general o válida para todas las personas y sociedades y aún menos válida para todos los tiempos. Como carrera humanista, la de Educación, desde luego que plantea una fuerte formación en Filosofía, Psicología y Estudios Sociales, además de la imprescindible Didáctica, pero la duda presentada en esa clase se refería acerca de la “utilidad” de los contenidos que enseñábamos en esa carrera. Concretamente se cuestionaba: ¿de qué nos sirven, al momento de buscar empleo, muchos de esos contenidos que nos enseñan… en qué nos va a ser útil en el trabajo, saber eso, si quienes nos contratan ni siquiera lo piden? Recurriendo a su experiencia, afirmó: cuando he ido a buscar trabajo, no me preguntan si sé las aportaciones de filósofos, lingüistas, poetas, sociólogos y ecologistas; me preguntan si hablo inglés, manejo apps, redes sociales y asuntos por el estilo, así que ¿por qué razón no nos enseñan más de eso? Mi respuesta se basó en argumentos provenientes de la pedagogía, sobre la formación integral, los pilares de la educación y las finalidades de la acción educativa.

Por mucho o poco que pudiera bastar la explicación anterior, la cuestión merece mayor análisis, puesto que apunta hacia un tema fundamental en la educación, como lo es el del tipo de persona que se pretende formar, lo cual atañe a los fines que persigue la educación. Cada sociedad diseña sus propios fines de la educación o adopta los que otras sociedades ya han definido. En las sociedades democráticas, que no contienen diferencias económicas significativas ni discriminaciones de ningún tipo, cada persona es libre de elegir el tipo de educación que considera más apropiado, mientras que los gobiernos deben garantizar el acceso igualitario de todas las personas a los servicios e instituciones educativas en todos sus niveles y a sus diversas modalidades. Este ideal democrático de la educación es muy difícil de transferir a la realidad, por lo que puede resultar algo ideal, sin posibilidad de realización. Lo usual es que el estado y las instituciones decidan los contenidos educativos, pero, sobre todo, los tipos de persona que se desean formar.

Pedagógicamente el análisis se puede centrar con mayor precisión, pues los tipos ideales en educación, con algo de esfuerzo se pueden sintetizar. En esta tarea resulta conveniente recurrir a dos modelos vigentes en el siglo XX en nuestro país, los cuales estarían encabezados por dos de las grandes figuras de la pedagogía de ese tiempo: por un lado, un modelo de tipo humanista argumentado por el mexicano José Vasconcelos (1882-1959) y por el otro, un modelo pragmático fundamentado por el estadounidense John Dewey (1859-1952). Con anterioridad a estos modelos se pueden identificar otros de corte religioso, corporativo, liberal y positivista, pero en la década de los años 20 del siglo pasado en nuestro país en plena posrevolución, la lucha armada apenas estaba pasando y las instituciones gubernamentales, económicas, sociales, políticas y religiosas trataban de acomodarse en los nuevos contextos y las necesidades de todo tipo demandaban la atención y el acuerdo de todos.

La educación era una demanda social, imposible de ser satisfecha por los particulares valiéndose de sus propios medios, por lo que se volvía una tarea del gobierno, ante lo cual el tipo de persona mexicana debía ser definido, pero sin usar los modelos religiosos ni positivistas de otras épocas, mientras que la emergencia de modelos pragmáticos cobraba vigencia en todo el mundo, a través de movimientos como el de La Escuela Nueva de Dewey. Una de las instituciones más reconocidas del México posrevolucionario vendría a ser la educación, por su amplio contenido social y político agudizada por la urgencia de transformar la nación desde la niñez. La educación pública, gratuita y obligatoria se convirtió en la norma a seguir y Vasconcelos en el personaje que dirigía esta empresa, él mismo es quien expone los ideales del tipo de persona que debería de buscar la educación mexicana en su libro: De Robinsón a Odiseo. Pedagogía Estructurativa 1 en el que expone los ideales de educación clásica humanista en la personificación del héroe de la literatura griega Odiseo, en quien resalta sus cualidades creativas, literarias, históricas, artísticas y románticas. Estas cualidades son contrapuestas al personaje de novela Robinsón Crusoe 2  en quien se destacan cualidades de ser práctico, trabajador, reflexivo además de mantener la fe y devoción religiosa aún en las peores adversidades.

En la época que escribió Vasconcelos se pretendía construir una identidad nacional proveniente de la revolución, pero se percibía una fuerte penetración de los intereses estadounidenses de todo tipo, tanto económicos como políticos e ideológicos en México, a través de varias vías, pero destacando la imposición cultural y la educación. Por si esta intromisión no resultara evidente, también desde el mismo gobierno y desde la recientemente creada Secretaría de Educación Pública se manifestaban expresiones emparentadas con las ideas de Dewey, de parte de funcionarios como Moisés Sáenz Garza, quien contaba con una formación académica y científica en relación con el propio John Dewey, por lo que Vasconcelos dedicó buena parte de su libro a criticar a Dewey y a sus principios educativos.

En la actualidad la formación o consolidación de la identidad nacional ya no se presenta como un problema fundamental, pues se consideran otros asuntos más urgentes como el del financiamiento a la educación y el de la calidad de la educación, entre otros, pero el problema del tipo de persona que se pretende formar permanece vigente, destacando el asunto de la definición de los contenidos educativos.

En un afán de sintetizar la exposición podemos plantear dos posibilidades: el de una educación que pondere la enseñanza del idioma inglés, por ser el predominante en el mundo global, que se dedique a la enseñanza de las herramientas tecnológicas, de las aplicaciones, de las matemáticas y de las redes sociales, con la intención de que estos contenidos posibiliten otros aprendizajes pretendiendo que todo aprendizaje se traslade a la práctica. Por otro lado, se puede priorizar la enseñanza de contenidos humanistas como la literatura, el arte, la ética, la sustentabilidad, el civismo y otros del mismo corte que se dirijan a la convivencia humana, sin descuidar los contenidos científicos.

Desde luego que lo ideal sería adoptar el principio clásico de la educación, sostenido por Comenio, llamado pampaedia o pansofía (enseñar todo a todos), el cual se aprecia como imposible de lograr. Al igual que los conocimientos que se enseñan en la escuela, pues la misma escuela debe ser considerada en sus posibilidades de logro de los aprendizajes de contenidos buscando su sentido práctico de acuerdo a sus condiciones y posibilidades.

1 Este libro se publicó originalmente en Madrid en el año de 1935, por M. Aguilar Editor y posteriormente se aparecieron otras ediciones. Personalmente realicé la lectura de este libro por el año de 1987, en ocasión de la impartición de la Cáthedra Moisés Sáenz, un curso que impartió a profesores de la Escuela Normal Superior del Estado, el Maestro Humberto Ramos Lozano, (Benemérito de la Educación de Nuevo León), quien personalmente me lo prestó de su biblioteca particular.

2 La novela The Life and Strange Surprizing Adventures of Robinson Crusoe of Tork Mariner, se publicó en Londres en 1719, por el escritor inglés Daniel Defoe (1660-1731).