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PARÁSITOS DEL OSCAR
Hugo Esteve Díaz

Tuve oportunidad de ver Parásitos el viernes previo a la entrega de los Oscars. Tenía más curiosidad que interés por ver la a raíz de los comentarios halagadores que había escuchado sobre este film; por tanto, mi expectativa estaba muy por debajo de lo que iba a presenciar.

     Lo que inicia con la representación de una circunstancia trivial en el seno de una de las tantas familias que conforman la contrastante sociedad de los países llamados Tigres Asiáticos –Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán— se va transformando en el contexto de una narrativa que avanza de lo paródico a la comedia, se convierte en suspenso y concluye con una tragedia, todo ello enmarcado en un drama de humor negro, casi “gore”.

     Corea del Sur es uno de esos países cuyo sorprendente desarrollo económico y comercial no se vio reflejado en los salarios de una fuerza laboral barata y carente de los más mínimos derechos sindicales, ocasionando con ello el surgimiento de un amplio segmento de la población rezagado social y económicamente con respecto de un estrato privilegiado de técnicos y profesionales, beneficiarios directos de un desarrollismo provocado, en gran medida, por los mercados capitalistas encabezados por Estados Unidos con la intención de “demostrar” que los países del sudeste asiático se podía alcanzar el progreso, en contraste con el amenazante ascenso del comunismo en otros países de la región, como Vietnam, Camboya, Laos y la misma Corea del Norte.

     En este contexto, la familia Kim, que vive hacinada en una especie de cuarto de vecindad en la parte más baja de la ciudad, decide aprovecharse de las circunstancias para ir sobreviviendo sin esforzarse mucho y beneficiándose de los demás. Así es como se les presenta una situación inmejorable en la que aflora todo su ingenio, astucia y capacidad para vivir a expensas de otros, y qué mejor si esos otros son una familia de ricos que viven en una portentosa residencia.

     Para lograr su cometido se valen de todas las artimañas a su alcance, así sean el engaño, el fraude y la mentira, de la que cae presa una ingenua e insulsa esposa que, a su modo, también es un parásito de la posición acomodada que le proporciona su marido.
Con lo que no cuentan los Kim es que no son los únicos parásitos en esa casa. Pronto descubrirán que en los sótanos que conforman un secreto bunker antinuclear, habita un “fantasma” del cual se verán obligados a eliminar. Un contexto que permite retratar el grado de paranoia –justificada o no— desatada por la amenaza de un ataque nuclear por parte de sus paisanos del norte.

     Que la trama suceda en Corea del Sur es meramente circunstancial, porque al salir del cine no puede uno dejar de pensar que muy bien hubiera sido posible contextualizarla, por ejemplo, en la ciudad de México. Tenemos que reconocer que, si para algo se pinta solo cierto tipo de mexicano, es precisamente para eso: para ver la forma de cómo vivir a costa de los demás. En ese escenario, la vecindad podría ser cualquiera de una colonia popular de nuestra ciudad, con renta congelada y colgada con “diablitos” de la electricidad; el título “pirata” conseguido en la Plaza de Santo Domingo y la licencia de chofer chueca obtenida a través de algún “coyote” de cierta unión de taxistas. No por nada en el argot de los mexicanismos figura un personaje emblemático: el gandalla.

     Parásitos es, sin duda, una película sorprendente por cualquier lado que se le vea. La trama misma está llena de sorpresas. Como una sorpresa será también el hecho de haberse agenciado no sólo el Oscar a la mejor película internacional (antes extranjera) y al mejor guion original; sino —sobre todo— a la mejor dirección y a la mejor película, algo nunca logrado por ningún film con esa categoría.

     Pero, espere, aún hay más. El filme de Bong Joon-ho obtuvo la Palma de Oro en Cannes; fue premiada como la mejor película en el festival internacional de cine de Sidney, fue reconocida como la mejor película en los Golden Globes; obtuvo seis nominaciones para el Critics' Choice Movie Award, ganado también la de mejor película; además de cuatro Oscares de los seis en los que estaba nominada; entre otros tres o cuatro reconocimientos más de talla internacional.

     A pesar de todo, hay quienes consideran que el director Bong Joon-ho no se encuentra a la altura de las luminarias que han sido distinguidas con el Oscar en la similar categoría (lo mismo se dijo de Alfonso Cuarón el año pasado), tales como: Vittorio De Sica, Akira Kurosawa, Federico Fellini, Ingmar Bergman, Costa-Gavras, Luis Buñuel, François Truffaut, Jean-Jacques Annaud, Pedro Almodóvar y Ang Lee, por mencionar a los de mayor renombre. Y que, en todo caso, el haberle otorgado el Oscar como mejor película, fue una exageración.
 
     Yo soy uno de ellos. No le puedo restar ningún mérito a Parásitos como la mejor película internacional (sin haber visto ninguna de las otras cuatro nominadas); pero de ahí a otorgarle la distinción como la mejor película por encima de El Irlandés o Joker, y darle la estatuilla como mejor director relegando a Martin Scorsese, de verdad me parece una exageración. O para decirlo propiamente: todo un agandalle.

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