PEREZ17102022

Periodismo binario
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Un amigo simpatizante obradorista me envió hace unas semanas por WhatsApp un cartón que lleva el irónico título: La típica familia indígena mexicana, donde aparece la senadora y aspirante presidencial Xóchilt Gálvez, rodeada de una serie de personajes de la oposición social y política.

La intención del cartonista es clara: busca con esa imagen “desnudar” a quien todo parece será la candidata presidencial de la oposición y por ello, buscaría contribuir a detener su paso ascendente y lo mismo pudiera haber periodistas del otro bando que hagan lo mismo apostándole a las emociones antes que a la racionalidad.

Y eso me lleva a la siguiente reflexión sobre lo que podríamos llamar periodismo binario. El debate político como siempre estará marcado por la pasión y esta, si no es bien administrada, podría ser contraria a la razón, porque está pautada por lo que deseamos o no queremos que suceda en nuestro imaginario.

Es como una relación de amor o de odio. Sale lo mejor y lo peor del ser humano. Por eso la lucha política se inscribe en las coordenadas de la emoción y la razón. Pero, tiempo acá, las emociones son las que dominan el discurso preparado por asesores y termina siendo ideológico y, cuando la ideología domina el imaginario colectivo nos recuerda los peores fracasos de la humanidad (nazismo, estalinismo, polpotismo) mientras la razón, un bien discursivo escaso, tiende a ser virtuoso porque es el que construye.

Es decir, ese mundo subjetivo, marcado por fijaciones políticas y una buena dosis de maniqueísmo histórico es indispensable para la construcción de ese mundo binario. Y de eso, está lleno nuestro periodismo. El de aquellos que buscan convertirse en los ideólogos ad honorem y, que, en su direccionalidad, no dejan pies con cabeza.

Desnudan interesadamente al oponente y buscan destruirlo mediáticamente, con su falsa ética pautada por una infundada superioridad moral. Y que, en realidad, es devoción y culto, por lo que les representa, ese luminoso porvenir. La fijación que marca la pauta de su relato binario: izquierda y derecha, buenos y malos, progresistas y conservadores, ricos y pobres. Es decir, ese dualismo y el verbo encendido, insumos potentes de la polarización.

O sea, no sólo polariza el presidente, en su conferencia mañanera, también, aquellos que con mayor o menor inteligencia repiten con enjundia el eco disparado desde el púlpito presidencial. Su mundo binario, es blanco o negro, no hay espacios para los grises. Y ahí radica su debilidad, la flaqueza de su argumento, y es que lo vuelve alimento ideológico para los fieles que reciben la ostia de la narrativa justiciera, aquella que les brinda seguridad para enfrentar “a los que quieren que no haya la revolución de las conciencias”, cómo lo dijo doctamente Claudia Sheinbaum.

Es decir, el mundo alterno al del resto que vive y sufre en ciudades inseguras, ensangrentadas. En regiones capturadas por el narco y que están detrás de la muerte de Hilario Mora y de los cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno o el Estado fallido de Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Baja California, Zacatecas, Tamaulipas o, también, las narco movilizaciones de Guerrero.

Aquellas regiones que están sufriendo los apagones por la mala política eléctrica. Y la molestia de los productores agrícolas que están en picota, por la segmentación social arbitraria y la ausencia de políticas públicas destinadas a mantener a flote la agricultura del país.

Y a los que, faltaba más, se les acusa por protestar de ser parte del conservadurismo, cualquier cosa que eso signifique, y es que, para el presidente y el periodismo binario, el tema de hoy es el político electoral de 2024. El resto es secundario. Accesorio. Hoy interesa sacar adelante y, con el menor número de raspones a Claudia Sheinbaum o, a quien decida, el presidente de último momento. O sea, dirá, el que “decida el pueblo”.

La gente que sigue viendo a Sheinbaum como una pieza del ajedrez presidencial y necesita de ese periodismo y todo el apoyo del aparato partidario y de gobierno. Ella, sin estos asideros, andaría como Gerardo Fernández o Manuel Velasco, con menos del 10% de intención de voto. Y es que su perfil serio, académico, no provoca mayores emociones. Su discurso es plano como una hoja de triplay plagado de lugares comunes. Y es que la política a ras del suelo es emoción o termina siendo simple parafernalia.

Y el problema es que Xóchilt Gálvez, hasta ahora la aspirante mejor posicionada de la oposición salpica emoción por su origen y sencillez, los huipiles y hasta sus groserías, como por habérsele plantado al presidente López Obrador en múltiples ocasiones y cuando le dijo emocionalmente: “Me va a entregar la banda presidencial y se la recibiré con una sonrisa”.

El problema de AMLO es que su plan B, está peor con Adán Augusto, quien no trasmite ninguna emoción y depende del aparato partidario y de los gobiernos o de sus “ahorros” en este recorrido por los estados.

Entonces, el presidente y esa franja del periodismo binario, ya lo vieron, lo huelen, y están actuando en consecuencia, buscando a través de las emociones desacreditar a Xóchilt Gálvez afirmando que su origen es una impostura. Que todo es falso en ella. Su indigenismo, su historia de pobreza, su viaje del Valle del Mezquital a la Ciudad de México, el del cuarto de azotea a la UNAM, su relato de apoyo a los programas sociales.

En definitiva, ese relato maniqueo, más falso que un billete de 30 pesos. Y esa diatriba hace titubear hasta votantes ideológicos blandos del obradorismo a quienes no termina de convencerlos Claudia, con su derroche en cientos de espectaculares y bardas en todo el país.

Y, recordemos, la política electoral es percepción. Así ocurrió con López Obrador con su relato contra la corrupción y su intransigencia frente a los abusos del poder que paradójicamente son los mismos componentes que hoy están en juego. Y es que Xóchilt, como mercancía electoral, es lo mismo que López Obrador. Se vende bien y la gente hasta ahora la compra. Ya lo estamos viendo en los apoyos y que está en la final del Frente con la priista Beatriz Paredes.

Y eso, generó ya preocupación y ha sido puesto en marcha un plan de contingencia, donde este periodismo está haciendo su mejor esfuerzo para destruir el mito que rápidamente escaló en las encuestas de percepción. Y no le falta talento, pero el problema radica, que está dirigido a los suyos. A los leales al obradorato. El resto está entre la indiferencia y la expectativa sobre lo que viene. En tanto, eso sucede, seguirán apareciendo los cartones binarios que me envía mi buen amigo y, al que le agradezco, para reflexionar sobre los actores de la agitada polarización.