“Hoy por hoy es necesario recuperar nuestro siglo XIX”.
(Ludivina Cantú Ortíz. Cruzada por una Nación, UANL 2016).
Monterrey.- Comienza el año 2021 y en 15diario continuamos esta serie iniciada el pasado mes de octubre. Hoy destacamos la presencia en las letras de Nuevo León, de la poeta zacatecana Soledad Arias, de quien el investigador de la UNAM, Rubén Rodríguez García, ha dicho: “Autora, quizá, de los poemas patrióticos más virulentos escritos por una mujer” (1). En su natal Zacatecas escribió versos en los periódicos de su tiempo (1857 – 1859) que sabemos, uno dedicado al gobernador de su Estado y otro al Capitán de la Guardia Nacional Sr. J. M. G. Unos años radicó en Monterrey y en 1860, en la publicación gubernamental El Restaurador. Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Nuevo-León y Coahuila, apareció su composición “Recuerdos de Nuevo León”. Es un canto a la naturaleza y de la que el Maestro D. Israel Cavazos resalta una de sus cuartetas: “Y el rey de todos, el naranjo hermoso, / De pomas de oro, de hojas de esmeralda, / Cautiva el corazón, y el alma tarda / Se lleva tras de sí, su tronco airoso”. Enseguida ofrecemos el texto íntegro del poema citado: “Recuerdos de Nuevo León”: “Vega florida, - do - espontánea crece, / La blanca adelfa, la encendida rosa, / Y por los aires diáfana se mece, / Con muelle gallardía la mariposa. // Encantada ciudad que floreciente, / Vida respiras, plácido contento, / - ¡Cómo se esparce la fogosa mente / Cuando se aspira tu aromoso aliento. // De libertad el refulgente lampo, / Sin sombra; sin capuz, aquí se mira, / Cantan libres las aves en el campo, / La brisa, libertad también suspira. // ¡ Qué bellas son tus rocas, que potentes! / Rueda a sus plantas la nube, / Al cielo elevan caprichosas frentes, / Del mudo la oración por ellas sube. // Corren doquiera fuentes cristalinas, / Sus bordes orna la tímida violeta, / Y en su faz se retratan brillantinas / La amapola, la escarlata y la mosqueta. // El erguido ciprés, el liquidámbar, / El árbol secular, el alto encino, / El árbol del perú, el noble pino, / Despiden un perfume, más que el ámbar. // Y el rey de todos, el naranjo hermoso, / De pomas de oro, de hojas de esmeralda, / Cautiva el corazón, y el alma tarda / Se lleva tras de sí, su tronco airoso. // ¡ Qué lindo es este país, que seductivo! / Cielo esmaltado, feraz naturaleza, / No tiene que desear: gracia, belleza, / Sin confusión posee, en grado activo. // El hijo del desierto lo atraviesa, / Dando más realce al vívido paisaje: / Orgulloso sacude la cabeza; / Y a tal impulso, ondeará su plumaje. // La mirada del Dios omnipotente / Se detuviera aquí: y complacido, / De dones la colmó profusamente, / Y en un edén quedara convertido. // Y son urís sus hijas celestiales, / Bellas ondinas, silvas vaporosas, / Neréidas seductoras, vagarosas, / Ángeles, o más bien seres ideales. // Su frente marca divinal pureza! / Rayos despiden sus brillantes ojos, / De carmín y coral, sus labios rojos, / El tipo son de sin igual belleza. // Y aman la libertad, a su almo nombre / Sacrifican de amor las afecciones, / Subyugan con su voz los corazones, / Y hacen del niño, un liberal, un hombre. // Por eso del Leonense cada pecho, / Es fuerte muro, valla inexpugnable, / Lo opone al reaccionario miserable, / Y contesta con risa a su despecho. // No puede subyugarlo, grande hoguera / Arde en su pecho, anima su semblante / ¿Qué le importa la muerte cruel y fiera / Si gozó libertad solo un instante?. // Loor a los hijos de ciudad tan bella, / Activos, entusiastas, valerosos, / Que allá en la historia su luciente huella, / Grabada está con hechos poderosos. // Que goce siempre, sin igual ventura, / Unión, fraternidad sea su divisa, / Y del hogar la plácida dulzura, / Nunca perturbe tremebunda lisa. // La pobre desterrada, que a su paso / Sin fuerzas, fatigada, vacilante, / Tocando su esperanza hacia el ocaso / Sintióse reanimar en el instante. // Que pisara este edén; su tibio ambiente, / Su aire de fiesta, sus pintadas flores, / Serenaron las nubes de su frente, / Y adurmieron del pecho los dolores. // Y cuando vague a impulsos del destino / Cual hoja seca que destroza el viento, / O pobre arista que hallara en su camino, / Tan solo cruel pesar, fiero tormento, // Su corazón do siempre se ha alvergado / Letal melancolía, horrible duelo, / Un recuerdo guardará adorado, / De los nuevoleoneses, de su suelo. // ¡Porque eres bella ciudad de los placeres! // Verdes tus vegas, mágico tu aliento, /Héroes tus hijos, bellas tus mujeres, / De las aves dulcísimo el concierto. Monterrey, Abril, 22 de 1860. Soledad Arias”. (El Restaurador...... jueves 10 de mayo de 1860. TOM I, NO. 5, consultado en el AGENL).
La poeta zacatecana y el poema transcrito, son citados por el Maestro Cavazos Garza en su libro 27 municipios de Nuevo León, páginas sobre su historia. Monterrey, UANL. 2011, p. 242. Sin embargo equivoca la fecha de su publicación, pues señala el 10 de Marzo; pero el texto está rubricado en Abril y apareció en Mayo, como quedó asentado. A propósito de El Restaurador, éste fue el vocero del gobierno de Santiago Vidaurri, y surgió con el nombre de El Restaurador de la Libertad, a partir del 28 de mayo de 1855 y se mantuvo hasta septiembre de 1858. Luego de un paréntesis se reanuda a partir del 12 de abril de 1860 pero ya con el nombre simplificado; es decir ya como El Restaurador.... para concluir el 28 de junio del mismo año. Rubén Rodríguez indica que en 1862 la Sra. Soledad Arias hace acto de presencia en Puebla en el histórico sitio de ese año y dirigió una arenga a las tropas al mando del Gral. Zaragoza; entre otras expresiones al referirse a los franceses, señaló: “Miserables, si han sido los vencedores del mundo era, porque peleaban a nombre de la libertad,....Se eclipsó su estrella el día que ahogaron la libertad; Dejaron de ser invulnerables cuando se convirtieron en opresores. Y ahora de hombre libres....se han transformado en esclavos del más despreciable de los franceses [Napoleón III]” (2).
De nuevo en Monterrey, la Sra. Soledad Arias en 1864 publicó en el vocero estatal del gobierno, un poema que dedicó “A la memoria del ilustre Gral. C. Ignacio Zaragoza”, la cual copiamos enseguida y se titula Una Flor Marchita : “¡Espíritu inmortal, sombra querida, / Ser impalpable, espiritual esencia, / Desciende entre nosotros; tu presencia / Séanos dado gozar!.// Ven Zaragoza, tu gloriosa frente / Orne la patria de laurel sagrado; / Contémplete ese pueblo entusiasmado, / Mexicano sin par. // Invencible adalid, ínclito héroe, / Republicano fiel, guerrero fuerte, / ¿Cómo atrevida te tocó la muerte, / Y tu faz marchitó? // Destruye el fuego secular encina / Y deja en pié el árbol ya podrido; / ¡El fuerte entre los fuertes no vencido / A la tumba bajó!.// Moriste sí, dejando a la República / Por prenda un triunfo, por recuerdo gloria. / Para el pueblo tu nombre es una historia, / Para el francés terror. // ¡Zaragoza inmortal, venos reunidos / Pisando el suelo que formó tu encanto, / A tu recuerdo derramando llanto, / Tributándote loor!. // Dejamos el hogar que profanado / Fue por los galos, y a tu país venimos; / Por desiertos inmensos dirijimos, / Nuestro paso marcial. // Vencidos fuimos, pero abyectos nunca, / Tus hijos, tus hermanos nos llamamos, / Dignos con nuestra planta destrozamos / La coyunda imperial. // Y hoy que la patria celebra la victoria, / Que tu esfuerzo alcanzó sobre la Francia, / Sin temer de la muerte la inconstancia, / Libres juramos ser. // Seguiremos la senda que trazaste, / Do tu huella pusiste pisaremos, / Y a tus manes sagrados juraremos, / Cual buenos perecer. Monterey (sic) Mayo 5 de 1864, - Soledad Arias”. (publicado en La Opinión. Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Nuevo León. Alcance al No. 3. Mayo 9 de 1864, consultado en AGENL). Con este título circuló el vocero del Estado en el tiempo en que el Presidente Juárez radicó en Monterey. En 1864 nació un hijo de la escritora Soledad Arias y llevó por nombre Cleto Partida Arias, cuyo padre y esposo de Soledad era Jesús Partida Martínez.
Como poeta mereció quedar incluida en la obra Poetisas Mexicanas. Siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. exhibida en Chicago, en la Exposición Mundial de 1893. Ya entonces había fallecido. Nació en Sombrerete, Zacatecas, y en Guadalajara era una “modesta instructora de una escuelita para niños”. (3).
NOTAS.- Las citas corresponden a Rubén Rodríguez: Manifestaciones populares contra la intervención francesa. Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 2020. Las fuentes hemerográficas se indican en la cita.