En memoria de Severo Iglesias González
Monterrey.- Celedonio Junco de la Vega es autor de uno de los poemas que mayor difusión han tenido en México. Se trata del soneto de tres sílabas A Un Pajarillo, publicado en el libro de Español para el tercer grado, en edición de la Secretaría de Educación Pública. Como libro de texto gratuito que es, su tiraje consta de miles de ejemplares, necesarios para llegar a todas las escuelas de país. Enseguida copiamos el soneto trisílabo: “Canoro / te alejas / de rejas / de oro. // Y al coro / le dejas / las quejas / y el lloro. // Que vibre / ya libre / tu acento. // Las alas / son galas / del viento”. Tomamos el poema del diario potosino El Contemporáneo, del 9 de agosto de 1906, el que, a su vez, lo copió de El Espectador de Monterrey de unos días antes. Es en este diario regiomontano, hoy inconseguible, donde se publicó por primera vez en un artículo titulado Tres Postales. En 1950 Alfonso Junco escribió Un Poeta de Casa (1) en donde transcribe el soneto trisílabo, cuya versión coincide con la aquí expuesta pero difiere, en su última estrofa, de la impresa por la SEP; en esta leemos: “Las olas / son alas / del viento. En Alfonso Junco y en El Contemporáneo encontramos: “Las alas / son galas / del viento”.
C. Junco de la Vega, como solía firmar, nació en Matamoros, Tamps., de padre español y madre nuevoleonesa; quedó huérfano de padre y emigró a Monterrey en 1889 a los 25 años de edad (2). Se dedicó al periodismo, en el que se había iniciado en su tierra natal. En Monterrey escribió en los periódicos de la época: El Espectador, Revista Contemporánea, La Defensa del Pueblo, El Grano de Arena, Pierrot, La Voz de Nuevo León. Aquí formó una familia, tan numerosa como conocida. Su hijo Alfonso Junco ha dicho de su padre : “autor de montañas de artículos, diluvios de versos” (3); D. Ricardo Covarrubias señaló: “llegó a ser conocido en la República como “el poeta de Monterrey” (4). Solo publicó tres libros de poemas, el primero en 1895 titulado Versos con prólogo de Juan de Dios Peza, hoy inconseguibles. En diciembre de 1898, en la única visita del Presidente Porfirio Díaz a Monterrey, el poeta pronunció una pieza que consta de más de 130 versos por lo que ofrecemos solo sus primeras líneas: “Cruzaba yo los deliciosos campos / de la niñez florida/ cuando al heroico puerto / donde el destino me lanzó a la vida, / llegaba, de la pólvora entre el humo / y al fragor de los bronces, / ese bizarro triunfador. // Entonces rasgaba el cielo la segunda aurora / de Abril, la aurora misma / que nueve años atrás en Puebla dora, / con su luz inmortal, la altiva frente / de ese soldado cuyo arrojo abisma”. Esta pieza se publicó completa el 26 de diciembre de 1898 en La Voz de Nuevo León y en el Periódico Oficial del Estado en la misma fecha; y al año siguiente en la edición de la Memoria de Gobierno del Gral. Bernardo Reyes. En junio de 1903 el diario El Espectador recibió la visita del poeta potosino Manuel José Othón y comentó: “nos dispensó el honor de dejarnos un recuerdo de su alto numen, escribiendo en colaboración con nuestro compañero Junco de la Vega el siguiente soneto: “A lo lejos la abrupta serranía / empinando su mole de gigante; / el sol como corona de diamante / en áureos chorros derramando el día. // De los vientos la ronca sinfonía / el bosque atrás y el peñascal delante: / luego la catarata resonante, / loca destorrentándose y bravía. // Y bajo aquella pompa, en la llanura, / un hálito de paz y de frescura; / el tín tín de la esquila en la aldehuela; // Del palpitante arroyo los rumores; / la sonata rural de los pastores / y el balar de la cándida ovejuela”. Las líneas anteriores, publicadas en Monterrey, fueron reproducidas en San Luis Potosí en el diario El Contemporáneo del 19 de junio de 1903, de donde lo tomamos. En el poemario de D. Celedonio, Musa Provinciana, quedó incluido este soneto con el nombre de Acuarela, el cual es muy del agrado de Humberto Salazar Herrera, según sabemos. Al mes y medio de la muerte del poeta potosino, D. Celedonio, al recordarlo escribió: “No puedo olvidar que aquí, bajo mi propio techo, donde ahora evoco enternecido su memoria, a Juan B. Delgado y a mí, nos leía hace unos cuantos meses, su obra teatral “El Último Capítulo”, y con lágrimas en los ojos recorría algunos pasajes. Para él parecen escritos aquellos versos que Núñez de Arce dedicó en Elegía admirable a Don Alejandro Herculano: “él exaltó la santa poesía y él impondrá a los siglos su memoria” (5). Una de las publicaciones de Monterrey en que colaboró el poeta matamorense-regiomontano Junco de la Vega, fue la Revista Contemporánea, “de vida breve pero brillante” que circuló de enero a junio de 1909, ha dicho el Lic. Héctor González, primer Rector de nuestra Universidad, agregando que la publicación buscaba “vincular a su intelectualidad con el resto de América” (6). En este quincenal apareció la pieza “Don Quijote” que transcribimos: “De audaces aventuras pueblas tu mente cálida. / El ademán brioso, la faz enjuta y pálida, / jinete en Rocinante, con tu figura escuálida / cruzaste ¡oh gran manchego! los campos de Montiel. // En el tenaz delirio de tu misión profética, / de tus dominios rústicos huyes la vida ascética, / y fue tu Dulcinea la alta visión magnética / que te llevó a la pugna de nombre y de laurel. // Acaso no soñaste de tu grandeza el mérito; / mas no quedó perdida tu obra en el pretérito: / flota sobre los siglos tu leyenda triunfal. // Tu espíritu heredamos. La humanidad unánime, / bregando en ansias múltiples hasta caer exánime, / de tu locura insigne refleja el Ideal! (Revista Contemporánea, Monterrey, enero de 1909).
Y en febrero del mismo año, encontramos en El Contemporáneo, de San Luis Potosí, su composición “Hojas y Corazones”, y la transcribimos: “De hervorosa inquietud haciendo alarde, / corría por el campo aquel retoño / del amor paternal.....Era una tarde / melancólica y dulce del Otoño. // Aprisionó de pronto varias hojas, / - unas luciendo aún verdor lozano, / amarillas aquellas, estas rojas, - / y a su padre llegó con aire ufano. // En él clavó los ojos inocentes, / y le dijo en su charla a tropezones: // - “Mire, son de colores diferentes / ¿no es verdad que parecen corazones; // Y junto a él las hojas arrojando, / tornó a correr, sin esperar respuesta, / Quedó el padre en el símil cavilando, / y dijo en su interior: “verdad funesta”; // En figura, a la par que en mutaciones, / sujetos viven a la misma norma: / sí, las hojas parecen corazones / en lo vario del tinte y de la forma // Y pensó, deleitado en los supremos / goces que dan los íntimos cariños; // ¡Qué verdades tan tristes sorprendemos / a veces en los labios de los niños!. C. Junco de la Vega.” Al redactar estas líneas resaltamos que la composición apareció hace 112 años y no había sido antes reproducida, hasta donde sabemos.
En 1910 ganó el Certamen Literario para celebrar el centenario de la Independencia y D. Celedonio lo leyó en el Teatro Independencia el 23 de septiembre del 10. El texto lo consigna D. Israel Cavazos completo; aquí ofrecemos solo un fragmento: “Los siglos han pasado / en su carrera olímpica, / y de la propia raza / del genio aquel de la brava fantasía, / es la legión que en honra de tu nombre / nos convoca a la liza. / No a la liza que pide sangre y exterminio, / como aquella en que ardían / las almas de los rudos campeones / que arrojó a nuestras playas la Conquista. / No la liza en que altivos insurgentes, / del hispano poder nos redimían; / sino aquella en que vibra el pensamiento / como espada flamígera, / y en que el arte es el símbolo de gloria / a que el poeta paladín aspira. / No la que envuelve en lobreguez la Muerte, / sino aquella que en luz baña la Vida” (7). De este mismo año de 1910 es su segundo libro, que tituló Musa Provinciana conteniendo 65 poemas editado por Daniel Montero. En 1911 fue secretario particular del Secretario de Hacienda D. Ernesto Madero. Ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua en 1917. Al nacer El Porvenir en 1919, su fundador Ricardo Arenales, invitó a Junco de la Vega a formar parte de su redacción, como lo había invitado en 1909 a participar en la Revista Contemporánea y fue editorialista de El Periódico de la Frontera de 1919 a 1922 y de este año a 1937 lo fue de El Sol. Dedicado al periodismo vivió hasta los 84 años de edad y el 3 de febrero de 1948 falleció en nuestra ciudad. Muchos son los escritos dejados en el tintero, como muchos son los que permanecen empolvados y desconocidos en diversos acervos locales y foráneos esperando al gambusino que los rescate y los dé a conocer.
NOTAS:
1.- Junco, Alfonso: Un poeta de casa. México. Jus. 1959.
2.- López de Escalera, Juan: Diccionario Biográfico y de Historia. Pemex. 1981. 2 tomos.
3.- Junco, Alfonso: Op. Ct.
4.- Covarrubias, Ricardo: Nuevoleoneses Ilustres: Monterrey, 1970.
5.- El Contemporáneo, SLP, 19 de junio de 1903.
6.- González, Héctor: Siglo y medio de cultura nuevoleonesa. México. Botas 1946, p. 108.
7.- Cavazos Garza, Israel: Monterrey en la poesía. R. Ayuntamiento de Monterrey. 1995.