SCHMIDT17102022

Precisión
Samuel Schmidt 

Austin.- ¿Soy seguidor de López Obrador? No. ¿Soy fan de López Obrador? No. ¿Soy miembro de Morena? No. ¿Soy asesor del gobierno?

No.

Hablé con López Obrador dos veces en mi vida. La primera, cuando siendo académico de San Diego State University, junto con un grupo de académicos estadounidenses, visité Villahermosa para observar la elección de gobernador; nos recibió en su casa y comentamos sobre la elección; también hablamos con Roberto Madrazo y con el candidato del PAN, que no me acuerdo de él.

La segunda ocasión, estando en el aeropuerto de Ciudad Juárez, lo vi sentado solo y me le acerqué a platicar; le comenté sobre mi visita a su casa y le dije que desde entonces Villahermosa ya se había inundado varias veces, lo que a ambos nos pareció gracioso (aunque cada inundación no deja de ser una tragedia debida a la negligencia gubernamental); lo más sustancial de esa plática es que le dije que no había gran proyecto entre las bases, que muchos estaban ahí por la posibilidad de los más de 30 mil pesos que les pagaba una regiduría (hay otros más ambiciosos, pero eso no se lo dije).

Nunca más he hablado con él; no sé si lee mis comentarios y tampoco sé si recibió una propuesta de política de seguridad y comunicación que le entregaría un amigo mutuo que trabajaba en la Secretaría de Gobernación.

Con frecuencia en este nuevo foro de desfogue en que se ha convertido twitter (facebook menos cada vez), se me ataca por mi edad, por ser amlista, pero nunca por el contenido político de mis comentarios; o porque diga una estupidez, como hacen muchos de los derechistas que abusan de una libertad que nunca tuvieron. Otros inmorales y violadores de la ley dan lecciones de moral.

Era necesaria una sacudida en México, que terminara (o por lo menos limitara) el capitalismo político; un sistema donde la gran acumulación de riqueza se dio por medio de protección política y una asociación entre políticos y negociantes (porque en realidad no llegan a ser empresarios), donde este tipo de capitalismo conlleva privilegio e impunidad.

La campaña viciosa que se desató en 2006 mostraba que los que controlan el país para atracar, tenían miedo de que se rompiera el status quo, gracias al cual habían saqueado a manos llenas y sin límites. México tiene la desgracia de contar con un número de mil millonarios y una pobreza aberrante; es el país más desigual de América Latina, siendo la economía 16 del mundo y camino a subir un escalón; hablar de primero los pobres es enfocarse a las grandes mayorías.

La llegada de AMLO ponía en entredicho el viejo acuerdo y las resistencias no se hicieron esperar; de hecho, las amenazas de golpe de estado de la oligarquía llevaron a neutralizar al ejército, entregándole un manejo del país inadecuado e inconveniente.

Como en todos los casos políticos, creo que hay intenciones adecuadas, una visión correcta, defiendo algunas de las acciones tomadas y critico otras.

No hay gobierno perfecto. Todos los gobiernos se enfrentan a inercias y rémoras del pasado, algunos tienen fallas propias como el gobierno inglés que a poco más de un mes se tambalea; otros tienen curvas de aprendizaje muy lentas, como el de AMLO; otros enfrentan resistencia frente a los cambios. Hay gobiernos que gozan de mayor tolerancia social que otros; y otros que enfrentan amenazas desde antes de subir al poder (el caso de AMLO reúne a varias de esas posibilidades).

Me he enfrentado en las redes sociales a muchos que lo agreden aún sin saber; su mayor argumento es agredir al presidente y zanjan las discusiones diciendo que es el cacas. Rebatir la estupidez me ha puesto en el terreno de AMLO y hay hasta quien me ha sugerido que yo aconseje al presidente.

No soy asesor, aunque me gustaría serlo. No soy partidista, ni me interesa. Estoy interesado en aportar algo para cambiar lo que veo. Cada mañana, cuando leo el periódico, me golpea ver la condición de inestabilidad y turbulencia que campea por todo el país; algo se debe al golpe dado a la estructura de control sin que se haya liquidado el abuso; algo se debe al golpe a la impunidad y el privilegio, aunque los oligarcas estén obligados a pagar impuestos, bloquean la democracia.

El cuarto poder se convirtió en una bocina al servicio de los negocios y los intereses más obscuros; por eso, cuando se busca la mano que mece la cuna de la provocación, no es difícil encontrarla en el capitalismo político y sus beneficiarios.

Romper el nudo del capitalismo político es mucho más complicado que tirar por tierra las políticas neoliberales. Y este esfuerzo es el que me lleva a apoyar a López Obrador… y a quien resulte su continuador.