GOMEZ12102020

Presencia y distancia
Lídice Ramos Ruiz 

Joven amigo, ¿se siente revolucionario?
¿Cree que la hora se acerca para nuestros pueblos?
En este caso, proceda con seriedad.
¡La revolución no es un juego!

Julio Cortazár

Monterrey.- Antes de iniciar mis reflexiones, deseo agradecer a la familia de Raúl su amabilidad para considerar que puedo aportar algo a la memoria de estas épocas de hace 50 años; de igual manera a María de la Paz Quintanilla, que en Monterey es de las personas que mantiene viva la llama de esta juventud de los años sesenta y setenta del siglo pasado, y sobre todo el compromiso de dar memoria a una serie de acontecimientos con relación a la vida de este economista norteño, y me solicita el material que ustedes tienen en sus manos; al comité que se formó para este caso en nuestra ciudad y al que algunos compañeros y ciertas compañeras logramos incorporarnos y hacer sinergia con los de la ciudad de México.

Segundo, para argumentar desde el espacio norteño y universitario, hay que partir que somos una generación a la que nos ha tocado releer la historia vivida a la luz de las transformaciones del mundo. Un privilegio estar vivos y vivas, gracias a los logros del desarrollo posterior a la Segunda Guerra Mundial en los pueblos en las áreas del conocimiento, de cambios políticos y de una sociedad civil activa.

Los años sesenta y setenta del siglo pasado, tuvieron momentos que sembraron muchas ideas de revolución social y a nivel de México se expresaban en los cambios sindicales que pretendían la democratización de sus órganos de gobierno, los movimientos campesinos y los estudiantiles por una educación universitaria pública con mejores instalaciones, docentes y salidas laborales. Discusiones al interior de espacios religiosos se unen a estas siembras. Aspectos que al darse el movimiento del sesenta y ocho y la conclusión de sangre en Tlatelolco, llevaron a la juventud de educación superior a radicalizarse y a mirar con esos ojos, de la lógica radical las luchas que ya se estaban dando en el país.

Se coincidía en que tenían “conciencia revolucionaria”. Mas, ¿cuál ha sido la ruta tomada? La radicalización era el gran tema: ¿Cómo? ¿Por qué vías y con qué preparación? En un ambiente de clandestinidad, de ficheros de la policía, casas de seguridad, de familias trabajadoras cooptadas por los dueños de las empresas; y además hay que destacar que las reflexiones se daban en grupos casi siempre de hombres.

En el ambiente estudiantil de la época en Monterrey, se sentía la necesidad del cambio. En las universidades públicas o privadas existentes en nuestro estado, la juventud empujaba el reclamo de grupos de la sociedad nuevoleonesa proletarizada; los estudiantes eran casi todos de tiempo completo (yo trabajaba); se tenían horas de estudio y convivencia en las facultades, que facilitaban cursos regulares y contra cursos. Se leía en los “contra cursos” de la facultad de economía sobre las expresiones guerrilleras que en México se habían desarrollado en el medio rural, de las normales rurales se destacaban líderes. Allí, en los estudios estuvimos algunas mujeres, no era lo frecuente, por los horarios del los grupos y la desconfianza de quienes se integraban.

Se comentaba también en la biblioteca o el patio de la casona de la calle de Abasolo y Diego de Montemayor, sobre el Movimiento de Liberación Nacional, que en Monterrey presidía el abogado César Yáñez a inicios de los sesentas. Otros compañeros abrevaron de la AJEF (Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad, de la masonería). Del PCM y de sectores progresistas del PRI también se tomaban orientaciones ideológicas con los maestros-estudiantes de la Normal Superior del Estado.

Tercero, en el proceso de los años previos al sesenta y ocho, se pueden dibujar una considerable cantidad de grupos o células como formas de organización de los comunistas, donde la ciudad de Monterrey y sus universitarios no están ajenos. Hay también para nuestro caso, un clima de movilización estudiantil y de académicos derivado de la confrontación de ideas sobre los planes de estudio, la democratización del proyecto de formación de ciudadanos para el cambio social y de las fuentes de financiamiento de la universidad, que no era autónoma. Un proyecto liberal progresista era reclamado por la unión de sueños de comunistas, masones, líderes de luchas populares, estudiosos del marxismo y de la revolución cubana. Otro, “conservador”, cuyos rigores disciplinarios los padecimos en la facultad.

Cuatro, sirvan los párrafos anteriores para colocar mis palabras sobre el personaje central de esta reflexión. De la experiencia de coraje y frustración por la represión del Estado Mexicano a una serie de procesos de liberación de esos años. La línea de la trasformación revolucionaria que tomará Raúl y otras juventudes, clausura casi totalmente el camino pacífico y de las urnas como salida, y considera que es la vía armada la que mantiene las condiciones adecuadas por el grado de “descomposición” estatal.

¿Quién lo dice? Miembros del grupo estudiantil, entre 20 y 30 años, de clases medias, de familias en ascenso por las políticas del Estado del Bienestar, con madres trabajadoras en instancias gubernamentales, con fuerte componente liberal cardenista, y con la coraza de su convicción, con un poco de soporte teórico, con mucho entusiasmo y voluntad de hacer trabajo de base y con el pueblo. Sin dinero, con la incertidumbre de los infiltrados; sin embargo, con la mira en el porvenir.

Así entendía yo a Raúl, al que no conocí como estudiante de la facultad; ya lo visualizaba como el maestro que estaba en la ciudad de México, con el siempre bien nombrado, también economista, Jesús Puente Leyva, y que acudía a la facultad como ideólogo y estratega. Se vivían en la facultad los recuerdos de las enseñanzas de la doctora Consuelo Meyer; algunos de sus alumnos eran nuestros maestros y en cada generación existían estudiantes destacados que ya consideraban con sus profesores, reformas que la misma doctora solicitaba en su modelo de formación de intelectuales.

Las ideas ya radicales de este norteño de Torreón estaban presentes en las discusiones estudiantiles de las juventudes comunistas, donde Eduardo González Ramírez, Arturo Huerta y el “Gordo” Ángel, serían estudiantes con los que estuve más cerca en la primera planilla y mesa directiva de izquierda que ganaba elecciones en la facultad. Así, Eduardo estaría en el consejo universitario y en todo lo que llevó a buscar la autonomía universitaria con un grupo de estudiantes, sindicalistas y académicos de diversas facultades.

Llegue a la facultad de economía en el sesenta y ocho; venía de la preparatoria 3, donde se tenía en alta estima al doctor Mateo A. Saénz, director por muchos años de esa institución nocturna para trabajadores. Trabajaba como maestra en una secundaria nocturna en la colonia Independencia, así que unirme a las discusiones y estudios de las juventudes de la facultad pensé que sería fácil para mi crecimiento profesional. De inmediato me di cuenta que no sería así, pues las dificultades de ser mujer y sobre todo de la relación familiar con mi padre Ramos Lozano, en ese momento el Secretario General de Gobierno encabezado por Eduardo Livas Villarreal, me colocaron en una posición compleja.

Los vientos liberales y de liberación me daban en la cara de diferentes formas, pues Raúl llevaba un apellido como el mío (Ramos) y sólo una ocasión escuche de su voz, aclarar que no éramos parientes: ¡Cada quién su Ramos!, les dijo a unos compañeros. En la distancia, estudiaba sus palabras. Eduardo y yo, en algunas ocasiones platicamos sobre las razones que llegaban a discutir en las reuniones con Raúl, y a las que yo no asistía. Unas ocasiones ya eran motivos de seguridad de los varones, y en muchas otras de distancia necesaria desde mi persona.

Su presencia estuvo cerca en las discusiones al interior del Partido Comunista y luego la salida de muchas personas de este. Por Ángel supe de su clandestinidad y de la invitación girada a unirme a su grupo. ¡Imposible!, le dije de inmediato. Por dos razones: en los ojos de varios compañeros pude percibir en varias de las reuniones que ello era muy complejo y de alto riesgo, para el que no me encontraba preparada. Además, externé que llevaba en mi nombre una comisión: “luchar por la paz”; y que si bien no tomaría la invitación, no sería un escollo, ni traicionaría sus esfuerzos o denunciaría aconteceres. ¡Palabra de mujer de convicciones! Admiré y admiro las determinaciones tomadas entonces por gente universitaria y me complazco de contar con la amistad de varias personas que sí optaron por la vía armada en esos momentos.

Las reflexiones sobre los estilos de transformación democrática de México, las rutas a tomar, me fueron muy útiles. Algunas personas de mi generación perdimos un semestre; o sea, tuvimos que permanecer uno más, para lograr el título, de acuerdo con las rigideces académicas. En poco tiempo supimos de la captura y muerte de Raúl y de las semillas que florecieron en los militantes de la Liga 23 de Septiembre.

Años más tarde, la preparación profesional y de trabajos, me han llevado por caminos de grandes enseñanzas y de ejercicio académico, donde en cuanta oportunidad se presenta, le digo a las nuevas generaciones que esos abuelos y abuelas con un carácter radical, militante, de enorme disciplina y rigor ideológico, fueron la alborada de los procesos actuales.

Como nota al margen, imposible dejar de mencionar para cerrar estas, manifiesto que muchas militantes de esa lucha armada fueron mujeres, y todavía falta darles un lugar en esta historia que se relee y escribe bajo otras pautas y códigos. Así también solicito mirar una luz en el año 1975, antes de acabar el sexenio de Echevarría, México fue la sede de la Primer Conferencia Internacional de la Mujer de las Naciones Unidas.

En 1974, a la manera de un” priismo en cuestión”, se adiciona al artículo 4º de la Constitución, la idea de igualdad del hombre y la mujer y el derecho a decidir sobre el número y esparcimiento de los hijos por ellas.
Hoy, en pleno siglo XXI, nos percatamos de cómo en esas décadas turbulentas las mujeres caminaríamos a un nuevo amanecer en cuanto a crecimiento ciudadano y participación en la vida política y pública de México.

* Impresiones sobre momentos de vida de la época estudiantil universitaria, relacionados con Raúl Ramos Zavala, para el Proyecto de Reflexión a 50 Años; evento al aire libre dentro del Parque México de la Colonia Condesa (CDMX), 6 de febrero de 2022.