PEREZ17102022

PRI Hidalgo: crónica de un derrumbe anunciado
Pablo Vargas González

Pachuca.- La renuncia a su partido del grupo parlamentario del PRI en Hidalgo, compuesto de ocho diputados locales, coincidentemente con la mayoría de integrantes del Comité Ejecutivo Estatal, incluido su principal dirigente, Julio Valera Piedras, forma parte de la paulatina decadencia de este partido, pero principalmente del derrumbe y derrota histórica de la forma autoritaria de gobernar y de su cultura política antidemocrática de subordinación y control.

Desde luego, la renuncia de la plana mayor de los líderes locales del PRI, que ha causado gran revuelo, considerando el posicionamiento hacia las elecciones del 2024, está estrechamente relacionada con la renuncia del ex gobernador Omar Fayad Meneses al tricolor, en su confrontación directa con el líder del CEN, “Alito” Moreno, causada por el desencuentro en la decisión de la candidatura a la gubernatura en 2022, en que éste favoreció a Carolina Viggiano Austria.

El maltrato del CEN, comandado por Alito, Rubén Moreira y Carolina Viggiano, hacía el “Grupo Hidalgo”, se fue extendiendo por el abandono a Jesús Murillo Karam, acusado por la “mentira histórica” surgida para proteger el gobierno de Enrique Peña Nieto y por el vulgar y grosero derrocamiento de Miguel Ángel Osorio Chong de la coordinación del grupo parlamentario en el Senado, muy a la medida del viejo PRI, de traiciones y cuchilladas traperas.

Tanto Omar Fayad, como ahora los diputados locales, acusan violentamiento de las normas internas, desprecio a las bases y cuadros locales, imposición de candidatos y decisiones, corrupción y autoritarismo, acciones todas que fueron la tónica del manejo y control político del PRI y de la cultura política que se impuso a los hidalguenses.

Sin embargo, el derrumbe del PRI no es coyuntural, viene de lejos; proviene del deterioro paulatino de las formas de decidir y gobernar el estado de Hidalgo. Se relacionan con el conjunto de instancias e instituciones políticas que fueron construidas a la “hidalguense”, precisamente del quiebre histórico de 1975, con el destronamiento del gobernador Otoniel Miranda Andrade, prácticamente como un “golpe” micro constitucional. Y es partir de ese momento en que se puede señalar el nacimiento del Grupo Hidalgo.

La familia revolucionaria, integrada por los sucesores de Javier Rojo Gómez, que se posicionaron en el poder local, desde Jorge Rojo Lugo, Adolfo Lugo Verduzco y Humberto Lugo Gil, constituyeron el gran árbol genealógico, que como gran mantra, los grupos políticos y de poder se cobijaron durante décadas: empresarios, organizaciones corporativas y líderes locales que empoderaron a una nueva generación: Murillo Karam, Manuel Ángel Núñez Soto, Osorio Chong, Paco Olvera y Omar Fayad.

La forma de gobernar en casi 50 años, con el llamado Grupo Hidalgo y 93 años de hegemonía partidaria, se realizó con todo el poder, a través del conjunto de instituciones del dominio judicial y legislativo; y refrendadas por un pacto con la prensa local a través de jugosas prebendas, de exclusión y represión a adversarios; las reformas políticas iniciadas en 1977 fueron apropiadas, controladas y dosificadas, utilizando el dinero y los recursos discrecionales para establecer el predominio político electoral; los organismos que debieron ser ciudadanos, quedaron en la penuria y retraso.

Desde 1988 se inició el lento desmoronamiento del PRI, con la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, el grupo desertor del tricolor y los partidos de izquierda (PMS, PMT, PPS y otros) donde en Hidalgo se muestra por primera vez un tercio de voto progresista. En la elección presidencial de 2006, donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) encabezó la Coalición por el Bien de Todos, el PRI quedó en tercer lugar. En 2018 la izquierda triunfa en la presidencia y en 2022, con Julio Menchaca Salazar, Morena gana la gubernatura.

El enorme predominio del PRI en Hidalgo, sin embargo, está lejos de concluir; deja un pesado fardo, un lastre ominoso en la cultura política, de personalismo político de carácter caciquil, el clientelismo, la “cultura providencialista” (personas que quieren que todo se resuelva desde arriba), la corrupción de las micro situaciones, “mordidas”, que solo a través de procesos de democratización y transformación social se cambiarán.

Algo es algo, ya no está el partido de la simulación institucional, pero nos encontramos en un momento de desafíos y decisiones, donde es imprescindible la participación ciudadana.