Cometer errores es inevitable. Están a la orden del día. Sin embargo, los errores son parte importante de la vida, siempre y cuando se aprendan de ellos; de otra forma, se convierten en problemas serios.
Y así parece se ha vuelto el habitual gasto de los políticos en publicitar su imagen. Millones aquí, millones allá; no hay un mínimo ni un tope específico. Y entre los políticos que gastan más, se encuentra Nuevo León: Samuel García.
Según se reveló por un medio de comunicación, el gobernador de Nuevo León ha gastado 20.3 millones en un mes, solo en publicitar su imagen. Ahora, en una matemática siemple, si se considera un mínimo de 20 millones por mes, al año serían 240 millones; solo en publicidad.
Esto da qué pensar. Primeramente, porque resulta curioso cómo, casualmente, los fondos para gasto publicitario, se entienden como una obligación, es decir, las administraciones públicas lo tienen como gasto corriente.
Segundo, tiene un orden de prioridad. Como si no existieran problemas en la entidad, de orden público, que son necesarios de atender, como son los tres problemas principales del gobierno de Nuevo León: la seguridad, el agua y la movilidad.
Tercero, parece ser que siempre hay fondos disponibles y que nunca es suficiente. Por tanto, publicitar la imagen de un político es cosa común. Habría quien dirá, por ejemplo, que es poco el gasto que ha realizado Samuel García; o bien, que debería publicitarse más.
Ahora bien, aquí existen dos realidades. Por una parte, para los políticos, en realidad, destinar millones para publicitar su imagen no es un gasto, no solo porque el dinero no sale de sus bolsillos, sino porque es una inversión, con un alto riesgo de pérdida. Porque, por su puesto, poco se sabe de historia como para no darse cuenta que, en el fondo, todo esto se relaciona con cuestiones electorales.
Por otra parte, para los ciudadanos, sí es un gasto, no solo porque el dinero es de los contribuyentes, sino porque son los que asumen el riesgo de las inversiones de los políticos.
Por tanto, un político podrá destinar millones en publicitar su imagen con el fin de dar el siguiente paso en su carrera política, pero son los ciudadanos los que se quedan sin presupuesto para atender problemas reales.
Por lo mismo, que Samuel García siga preocupado más por su imagen, que por los problemas que adolece la entidad, puede interpretarse como un signo más de insensibilidad.
Además, racionalmente, gastar en publicitar la imagen es anatema; es un error del cual se debe aprender; es la piedra con la que se siguen tropezando los políticos (o quizá se debería decir quienes planean estar en las boletas electorales). Finalmente, no hay mejor publicidad para un gobierno que atender los problemas político-sociales, lo cual se logra a coste cero, porque ese es el deber del político.