CORONA01062020

Rastros del innombrable, de Benito Rosales
Eligio Coronado

Monterrey.- El demonio es el personaje principal del cuentario «Rastros del Innombrable»*, de Benito Rosales Barrientos (Monterrey, N.L., 1978). Dicho engendro de la naturaleza se nos presenta en diferentes formas: un caballo, un gato, un joven, un párroco y en una bestia entre gris y verde que parece “un buey en dos patas” (p. 41).

     Benito sabe su oficio y con él da relieve a estos textos campiranos que destilan terror por su cercanía con lo sobrenatural en un estilo realista que mantiene el interés hasta el final.

     Y hablando de finales, aquí todos los personajes mueren. A excepción de uno que ahora vivirá para ejercer su venganza (que es otra forma de estar muerto), los demás tienen una muerte trágica o espantosa (y no como en esas historias con final feliz donde el bien triunfa sobre el mal).

     Aquí el que triunfa es el maligno porque logra su cometido y luego escapa, sin que sus oponentes: un joven (en «El caballo negro»), un cazador de brujas (en «Yñu»), un marido (en «El gato»), un grupo de pobladores (en «Constancio García») y un ranchero (en «Cruce de caminos») puedan impedirlo.

     El ambiente de pueblo chico contribuye a reforzar estas creencias populares sobre fuerzas poderosas orientadas al mal y le otorgan inmediata veracidad, sobre todo por la ingenuidad de la gente y su vulnerabilidad existencial que la vuelve dependiente de la manipulación religiosa: “el padre dijo muy serio, al final de misa, a sus feligreses, que debían estar unidos para poder superar estos momentos difíciles y les pidió se alejaran de desconocidos” (p. 34).

     Las escenas violentas sacuden por su crudeza plena de horror: mutilaciones, desgarraduras, desnucamientos, destazaduras y otras aberraciones configuran el ritual sangriento del ente infernal: “Fue impactante ver cómo la cabeza de mi madre rebotaba en las piedras y cómo su cuerpo se hacía pedazos” (p. 27), “encontraron, en una de las veredas cerca del pueblo, el cuerpo del joven totalmente destazado, con extrañas marcas sobre el pecho. Había, además, cenizas, símbolos raros dibujados con cal y un olor putrefacto, penetrante, casi imposible de respirar” (p. 13), “El joven logró darle un par de puñaladas al animal, pero a un precio muy alto, pues este le sacó un ojo y el chorro de sangre le impidió ver más. Con torpeza intentaba defenderse del felino, el cual mordía sin cesar su cuerpo arrancando trozos de carne en cada ocasión hasta que logró amputarle una de las piernas. Y se desmayó.” (p. 56), “Unos minutos después, la bestia alcanzó al ranchero. El filo de la hoja del machete dividió en dos su cuerpo. El agua se tiñó de carmesí. La corriente cristalina del inicio, primero se volvió turbia con la persecución y, ahora, roja con la sangre” (p. 42).

     Otros cuentos difieren de esta temática y son: «Bandidos», «La loción» y «Las monedas», donde la muerte también está presente en un entramado sobrenatural que nos sacude violentamente: un ladrón que no sabe que ha muerto, otro al que matan por su repentino encanto con las mujeres y otro que vuelve de la muerte para liberar a una mujer de su ingrato destino.

* Benito Rosales Barrientos. «Rastros del Innombrable». Monterrey, N.L., Erasmus Servicios Editoriales Asociados, 2020. 57 pp., Ilus.