GOMEZ12102020

Reforma universitaria
Ernesto Hernández Norzagaray

A Noroeste en sus 49 años,
de los cuales la mitad de ellos lo he acompañado.


Mazatlán.- Cuando Rubén Rocha Moya defendió la alianza con Héctor Melesio Cuén para que Morena fuera en la papeleta electoral junto al PAS, fui de los que pensaron que de ganar la fórmula –como sucedió ampliamente– habría oportunidad para una transición pactada en la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Es decir, que el modelo universitario vigente se encaminaría a otro donde estaría en el centro el mecanismo de elección y el desarrollo de sus funciones sustantivas.

Pero cuando esa alianza fue hecha gobierno, la oportunidad fue difuminándose, hasta llegar al enfrentamiento mediático que vimos entre el gobernador y Héctor Melesio; entre Feliciano Castro y el rector Jesús Madueña, para finalmente cerrar el conflicto el gobernador con aquella expresión políticamente correcta: “Lo que sucede en la UAS, es un asunto de los universitarios”.

En el camino de este conflicto quedaron al descubierto no sólo los humores y resortes de estos personajes, sino algunas de las debilidades que tiene la institución rosalina: funcionarios eternizados en los cargos de gestión universitaria, militancia de miembros del PAS en la casa de estudios, aviadores con apellidos ilustres, el sueldo de jubilado del gobernador; y sueldos que podrían ir más allá de lo que gana el presidente de la república; además, el presumible uso de recursos de la universidad con fines partidarios, tráfico de influencias, corrupción y un largo etcétera que rebasaría este espacio.

Sin embargo, la mayor parte de estas denuncias mediáticas no pasaron de ser componente de un diagnóstico apresurado, con el fin de generar atmósfera política; pero las evidencias y sobre todo la acreditación documental de los dichos no fue la virtud de esta confrontación que se puso álgida y luego de semanas no hay denuncias que sigan un camino procesal que determine qué tan “podrida” estaría la máxima casa de estudios de los sinaloenses.

No hay duda de que la UAS tiene problemas como todas las universidades públicas y, quizá muchos más, que no son mediáticos y que podríamos calificar de domésticos. No hay que olvidar que en ella concurren cerca de 200 mil burócratas, profesores, administrativos, intendentes y estudiantes en todo el estado; y por lo tanto, es una institución que necesita estar en permanente reforma, porque de lo contrario, corre el riesgo de que aquello termine siendo una suerte de sistema feudal, donde cada uno defiende su cuota de poder, lo que podría convertirla en un ente público esclerotizado y expuesto constantemente a la exhibición pública.

No es así, la UAS de hoy no es la que vivieron Rocha y Cuén en su etapa activa; hay una generación académica sin precedente, con grandes méritos, que viene empujando y merece una oportunidad para ocupar más cargos directivos, que nutran a la institución de un nuevo aire a sus funciones sustantivas.

Y eso obliga a ir en la dirección de la reforma institucional, es decir, de la polémica que acaban de escenificar el gobierno y los poderes universitarios, sacar algo o mucho de provecho, cuanto representa la oportunidad de avanzar en una reforma donde la que gane sea la Universidad.

Tengo claro que toda Universidad pública no está exenta de interferencias políticas; y en el caso de la nuestra, es prácticamente imposible que no sea así por su historia política y su número de universitarios, la cuestión es cómo hacer para que esa interferencia no sea dañina y los grupos organizados estén regulados por la institución, de manera que su influencia no se sobreponga sobre lo sustantivo.

Ahí está el quid de la cuestión, que es la oportunidad que hoy tiene la Universidad para intramuros discutir –como lo establece la Constitución, la ley de educación superior, la ley orgánica y los reglamentos– los temas de fondo; y demostrar que puede aprovechar la coyuntura polémica para auto reformarse, eliminando lastres que datan de décadas y exigen ser removidos para una oxigenación institucional.

Seguir en la dinámica espartana de que a golpe de denuncias y sesudos diagnósticos vayan a cambiar las cosas, es como pensar que un gobernador con su agenda será capaz que a base de declaraciones cambiará las cosas en un sentido sustantivo; porque lo otro es pensar, y vaya que hay quienes lo piensan, que lo que necesita la UAS es un manotazo político para un nuevo patronazgo partidario. O sea, que se vaya el PAS para que llegue Morena; ¿o no es, lo que a ojo de buen cubero, estuvo en juego en estos dimes y diretes?

Ya lo vimos en estas semanas, que lo único que provocaron fue polarización; y luego de las jornadas mediáticas, aquello terminó con el repliegue y el cerrón del gobernador, que dejó pasmados a quienes le apostaban al “ahora, sí, le llegó la ahora a Cuén”.

Sin embargo, insisto, el rector Jesús Madueña, que está haciendo un buen papel, debe aprovechar la atmósfera que dejó esta confrontación para entrar en un autoanálisis; o dicho técnicamente, en su análisis FODA; es decir, al territorio de las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas para de esa forma encaminarse a un ejercicio de cambio constante, que vaya dejando de lado las interferencias partidarias; o mejor, reduciendo esas interferencias que provoca dentro y fuera de la Universidad.

De no ocurrir algo en esa dirección, lo que tendremos es que, en el mediano plazo, cuando se defina lo que a mi juicio tensionó la relación del gobernador con su aliado electoral, podría volver la tensión sobre la Universidad. Sea porque la presunta candidata del gobernador sea la beneficiada por el dedo del presidente, o igual resulte candidato a quien apoya Cuén Ojeda; salvo que una nueva alianza calme, como sucedió, el enfrentamiento.

Y es que Cuén se cuece aparte, por tres razones no menores: Influye en la Universidad, tiene un partido político con decenas de miles de miembros; y capacidad de interlocución y negociación con actores de la escena nacional.

Eso lo sabe Rocha y por eso su afán de reducir a Cuén y a los cuenistas a su mínima expresión, cuando la sensatez llamaría a recordar que están en el mismo barco político, y buscar formas de entendimiento político para que la UAS avance en lo suyo.

En definitiva, si no hubo un pacto afuera, mejor un pacto dentro de la UAS; y en eso debemos contribuir todos los universitarios.