PEREZ17102022

Reformar la educación para mejorar la escuela
Benigno Benavides Martínez

Monterrey.- La educación es una institución fundante de la sociedad, pues sin educación no podría haber sociedad al no poder formar a las nuevas personas para la vida social, perdiendo con ello el lazo civilizatorio que une la historia de la humanidad. La escuela, aunque íntimamente asociada a la educación, es la forma organizativa que asume generalmente la educación para cumplir efectivamente sus fines. La distinción entre educación y escuela es necesaria para identificar el sentido de las reformas y mejoras que se dirigen hacia la educación. Por otro lado, la escuela comprende muchos niveles y especialidades, mientras que la educación se verifica durante toda la vida y se pretende que sea igualmente para toda la vida, por lo que es conveniente aclarar que, en este escrito nos referimos específicamente a la escuela básica dirigida a la niñez. Otra distinción pertinente consiste en precisar la idea de reformar, diferenciándola de lo que sería la formación (esta distinción resulta de gran importancia para la educación).

Si bien formar y reformar, se pueden tomar como ideas asociadas tanto en su significado como en un sentido compartido, de que pretenden influir sobre el concimiento y la actuación del ser humano, afirmamos que se reforma algo que se considera que está equivocado, o que se puede mejorar; mientras que se forma algo o se forma a alguien, quien en ese momento carece de formación adecuada, ya sea para ser ciudadano, profesionista, etcétera. Dentro de la teoría pedagógica, se destaca en este ámbito la figura del educador estadounindense Horace Mann (1796-1859), quien es reconocido como el principal promotor de un sistema de educación pública. Dentro de su argumentación para convencer de ese propósito se suele citar una frase: “un formador vale más que mil reformadores”, con la cual se contraponen las ideas de formar o reformar en el ámbito de la educación, pero dicha confrontación debe preciarse. La alusión de Mann la hace en el contexto de la Junta de Educación de Massashusetts, celebrada en 1845, pero que era continuación de Juntas celebradas desde 1838, la cual tenía el propósito principal de establecer un sistema de educación pública. El texto, compuesto por siete lecturas, hace una especie de recopilación de los argumentos expuestos en los anteriores Congresos; en la Lectura número V, titulada Una visión histórica de la Educación, destacando sus dignidades y sus degradaciones, Mann (1) revisa las profesiones que se han desarrollado, analizando en especial la de las personas dedicadas a la religión, por su relación con la labor de educadores, quienes indudablemente han desempeñado un papel de reformadores, en cuanto a que tratan de dirigir y ocasionalmente corregir los actos de las personas, pero sobre todo en su vida adulta, lo cual sería muy difícil de lograr debido a que su forma de actuar puede tener muchos años y no se cambiaría fácilmente. Como consecuencia de lo anterior, propone que la formación de los individuos se inicie cuando se encuentran en las primeras etapas de la vida, por ser la etapa más efectiva, de lo cual se deriva su conclusión del alto valor de los formadores en lugar de los reformadores.

La aseveración de Mann se puede aplicar también en situaciones comunes en las que se critica la educación y se proponen multitud de reformas, pero al momento de asumir el papel de profesor, es decir de formador, pocos quieren hacerlo, por lo que las reformas quedan en el discurso y las acciones quedan sin efecto, propiciando más críticas y a veces, en los mejores casos, escuelas pedagógicamente vanguardistas, aunque escasas.

Las propuestas de reforma a la educación son variadas y datan desde que la escuela existe; pero a fines del siglo XIX se generó un moviemiento a nivel mundial conocido como La Escuela Nueva, en el que se pueden identificar pedagogos como Dewey, Montessori, Decroly y Kilpatryk, entre otros, cuyas críticas efectivamente conducían hacia proyectos escolares específicos. Este movimiento continúa hasta nuestros días, y a pesar de las nutridas reflexiones, en este escrito solo pretendemos destacar un libro que sistematizó brillantemente las propuestas educactivas a fines del siglo XX. La escuela que queremos, los objetivos por los que vale la pena luchar, es el título del libro de los autores Andy Hargreaves y Michael Fullan, editado en 1999 y difundido gratuitamente por la Secretaría de Educación Pública de México (2)  en el contexto del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación, que se operaba como una Reforma Educativa.

Lo primero que resalta es que en la introducción de la edición de la SEP se afirma que muchas de las acciones de la Reforma “ni siquiera logran traspasar la estructura del sistema para llegrar a la escuela”, lo cual constituye un reconocimiento importantísimo de parte de la misma autoridad educativa; pero un segundo reconocimiento causa una impresión aun mayor, la cual consiste en afirmar que la Reforma debe tender a la solución de un “problema real”, además de que los profesores estén de acuerdo y que existan las condiciones materiales e institucionales para lograrlo. Estas afirmaciones coinciden ampliamente con el texto de Fullan y Hargreaves, del cual solo señalamos algunas de sus propuetas: que la escuela efectivamente funcione y que valore la educación en primer lugar, que reconozca el trabajo en conjunto y el papel de los padres de familia, pero sobre todo que sea encabezada por los maestros.

La educación es sin duda una institución noble y útil, y la escuela debe serlo igualmente, pero ¿cuál es la mejor escuela? Las posibilidades de respuesta pueden ser variadas y la inclinación de las respuestas sería posiblemente sobre aquellas que ofrezan las mejores condiciones materiales y que sean capaces de contratar a los mejores profesores, además de que garanticen el derecho universal a la educación, el respeto y la inclusión de las personas, pero sobre todo que sean accesibles para todas las personas. Evidentemente queremos una escuela con todas esas cualidades, pero como la educación está en función de la sociedad y la escuela es parte de la comunidad, entonces la escuela será muy parecida a la sociedad, reflejando prácticamente sus cualidades y también sus problemas, por lo que la mejor escuela será la que mejor podamos formar desde las diversas instancias que intervienen en la educación.

(1) Las actas de dicho Congreso o Junta se editaron en 1855 con el título de Lectures on Education, en Boston por Ide & Dutton, en la cual aparece como autor Horace Mann, quien fungía como Secretario del Congreso.

(2) Este libro fue publicado inicialmente en inglés en 1991, con el título What's Worth Fighting For? Working Together for Your School; y posteriormente en español en 1996, por Amorrortu Editores, con el título que lo conocemos.