ABELGARZA21603vcd
ABELGARZA11603vcd

Renacimiento y modernidad: Villoro senior rules
Abel Garza Martínez

                                                                                                                Cada amanecer me derrumbo al ver la puta realidad
                                                                                                                                                      Mónica Naranjo. Sobreviviré


                                                                                                                           Su voz con orquesta sinfónica me eriza la piel
                                                                                                Eugenia, en el concierto de Mónica Naranjo: Renaissance Tour

Monterrey.- Nace y renace la primavera, el amor, la vida. Renacer significa renovarse o morir, vita nuova. Segundo nacimiento. ¿Qué tiene qué ver la música pop con la filosofía? Mucho más de lo que imaginamos. Polifonía y perspectiva, la imagen moderna del mundo data de hace unos cuatrocientos años. Quizá justo ahora se está modificando nuestra forma de ver el mundo. Luis Villoro analiza el periodo histórico que determinó la forma de pensar y razonar de la época moderna, en un libro titulado El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento.

     Cobra mayor importancia el Yo que el Nosotros. Los seres humanos se conciben a sí mismos como transformadores del mundo y creadores de una segunda naturaleza, cuyo desenvolvimiento queda plasmado en la historia de la civilización.
El debate sobre la naturaleza del alma deriva en la exaltación de la subjetividad: la era del individuo, singular y plural, omnilateral, polifacético, único e irrepetible. Se rescata la doctrina platónica del Eros. Villoro apunta que “Al movimiento hacia el infinito del intelecto corresponde el de la voluntad” y añade que “El amor no se contenta con ninguna de las formas bellas. Nunca se detiene en lo que desea”. Cita a Marsilio Ficino: “Su ímpetu no se extingue con la vista y el contacto con lo amado”. Siempre “quiere algo más sin saber empero qué cosa quiere”.

     El subjetivismo ha sido la marca del pensamiento moderno, pero su antecedente se encuentra en el Renacimiento. Gianozzo Manetti y Giovanni Pico della Mirandola exaltan la dignidad humana. Villoro observa que “El alma no está sujeta a un límite determinado; vínculo de todo, tiende a constituirse en sentido y razón de todo. Convertir el mundo en racional, la voluntad en universal: ¿No será este un doble anhelo de la modernidad?”

     Villoro apertura su discurso con la idea de la pérdida de centro. En el universo natural como en la sociedad hay un desplazamiento, una suerte de relativismo donde ya no hay un lugar prefijado de antemano. El ser humano está lleno de posibilidades y puede elegir lo que quiere llegar a ser. Resuena el exhorto de Píndaro: “Llega a ser el que eres”, más tarde retomado por Nietzsche y parafraseado por Barbie-Mattel: “Sé lo que tú quieras ser”, de esencia existencialista. El individuo cobra protagonismo frente al colectivo. Las personas ya no están obligadas a representar una obra de teatro prescrita, sino que se vuelven escritoras y protagonistas de su propia historia.

     Artistas y pensadores, humanistas y hombres de empresa del Renacimiento contribuyeron a revalorar al individuo, a reconocer todo su potencial y maleabilidad. Sin embargo, advierte Villoro, hubo precursores medievales, como Dante, Petrarca y Giotto. Por otra parte, no todo el pensamiento de aquella época es precisamente renacentista, tal es el caso de Savonarola, Lutero, Thomas Münster e Ignacio de Loyola, que representa más bien una reacción que sigue mirando al Medioevo.

     Renacer implica un nuevo modo de estar en el mundo. Para nacer hay que romper un mundo: aquél en que había un centro de orden plural, teológico, para crear otro de libertad singular, humanista. Un movimiento tan audaz como el de querer cambiar de posición a Dios respecto al hombre y la mujer.
Es el paso de un mundo cerrado a un mundo abierto, infinito; donde antes contaba más la sociedad, pero luego parece contar más el individuo. Y sin embargo son complementarios. Luis Villoro nos ayuda a entender mejor ese tránsito. Estudia el proceso a partir de ideas: hombre, cultura, historia, alma, naturaleza, magia y ciencia. En estas dos últimas estudia la teoría del conocimiento subyacente a cada una de ellas: alma del mundo, naturaleza y matemáticas.

     El hombre del Renacimiento buscaba transformar el mundo y para ello se valió de la virtud y del estudio, virtus et studium, del arte, de la experimentación, de la aventura y la exploración. Hombres nuevos, comerciantes y banqueros, financian y realizan las nuevas aventuras y descubrimientos. El esfuerzo propio determina el ascenso en la escala social. Algunos ricos abandonan su castillo para conocer mundo, los desheredados salen a probar suerte. No importan los orígenes, todos pueden progresar. Villoro remarca que “los conquistadores son la versión española de los condotieri italianos”. En suma, el hombre nuevo es un hombre de acción, un modificador del mundo y su circunstancia.

     Todo lo anterior desembocará en el proyecto moderno que busca el progreso: libertad, igualdad, fraternidad. El proyecto ilustrado. Quizá un proyecto inacabado, cuestionado por el mismo pensamiento tardomoderno y la posmodernidad. Pensamiento que ha generado avance científico y tecnológico, pero también una serie de contradicciones internas, tanto en el individuo como en la sociedad: individualismo, narcisismo y egoísmo; daños al planeta y desequilibrio ecológico; desigualdad e injusticia en la redistribución de la riqueza, falta de solidaridad personal y comunitaria.

     Los últimos tres capítulos del libro de Villoro son una joya, para quien esté interesado en descifrar por qué pensamos como pensamos hoy en día. Ahí encontraremos las características del pensamiento moderno, pero también las claves para entender la crisis de la modernidad y un esperanzador excurso sobre la nueva figura del mundo hacia la que pudiéramos dirigirnos.

     Va una muestra remarcable del trabajo de Villoro, donde señala una faceta inquietante de la modernidad:
               La política es cada vez más una técnica. El político moderno, establecidas las reglas que permiten el
               funcionamiento de la sociedad, vigila su cumplimiento, cuida de que los procesos se realicen sin fricciones, de
              que todo marche sin tropiezos a modo de un sistema autorregulado. La política, en los países desarrollados, es
              cada vez menos el arte de proyectar y decidir el futuro de una sociedad, cada vez más la técnica de mantener el
              funcionamiento de una máquina regulada. La política se vuelve ingeniería del poder. En ese tipo de sociedad, el
              individuo participa cada vez menos en las decisiones públicas, su contribución se limita a seleccionar, de cuando
              en cuando, las personas encargadas de mantener el sistema en buena forma, su vida se reduce cada vez más al
              papel de despreocupado consumidor que el sistema le otorga. En el artefacto construido por el hombre éste se
              convierte en un engranaje sustituible. La segunda naturaleza en que el hombre reconocería su imagen, toma una
             forma más parecida a una maquinaria que a una obra de arte.

Villoro, Luis. El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento. FCE. México. Primera edición 1992. Segunda edición 2010. Tercera reimpresión 2015.