Monterrey.- Hay un aforismo de Emil Cioran que me hace pensar en el peligro de la megalomanía incontrolable para la vida democrática del país, que parece afectar a algunos líderes sociales y de opinión; entre los primeros destaca preponderantemente Gilberto Lozano, ex alto ejecutivo de FEMSA, y entre los segundos el escritor Francisco Martín Moreno; el aforismo de Cioran dice así:
“Sé que mi nacimiento es una casualidad, un accidente risible, y, no obstante, apenas me descuido y de inmediato me comporto como si se tratara de un acontecimiento capital, indispensable para la marcha y el equilibrio del mundo”.
Todos, en algún momento de nuestra vida, de manera particular en los años juveniles, hemos sentido ser el ombligo del mundo. No es nada fuera de lo normal sentir (o haber sentido alguna vez) que el nacimiento de uno mismo es excepcional, indispensable hasta para lograr el equilibrio perfecto del cosmos, creencia tan ordinaria como fugaz para la mayoría de la gente.
Es más, en cualquier momento esa disposición emocional puede reaparecer; pero una cosa es ese deseo innato de poder de todo ser humano y otra muy distinta es la incapacidad para poder comprender que la existencia humana precisa de la renuncia de ese deseo de poder; no de todo, tal cosa sería imposible, sino sólo de cierta dosis, la necesaria para hacer posible la convivencia pacífica en todos los aspectos.
La renuncia a cierto índice de deseo de poder, es necesaria tanto en las relaciones de la vida cotidiana como en los procesos de producción de conocimientos científico, sin lo cual no es posible comprender el mundo natural, social y humano. Pues, aunque un megalómano todos los días se comunique con Dios y le reporte lo que él quiera, la verdad no se obtiene por medio de una revelación divina, sino por medio de un diálogo racional entre los seres humanos. Y para que se produzca este diálogo, es necesaria la posesión de una alta dosis de tolerancia.
“Tolerancia —dice Voltaire—, es la consecuencia necesaria de constatar nuestra falibilidad humana:
errar es humano, y algo que hacemos a cada paso. Perdonémonos pues nuestras mutuas insensateces”. Reconocer que el error es humano, que nadie estamos a salvo del error, abre la posibilidad del diálogo racional, en el cual todos podemos aprender de todos.
Sin embargo, desde la perspectiva del fanatismo religioso que a través de la historia ha producido calamidades en el mundo (en México produjo la guerra cristera durante los años 1926-1929), se cree exactamente lo contrario: que el deseo de poder, si es tal, es divino, por tanto no hay posibilidad para el error; de ahí que, si por medio de un acto de constricción un mortal siente que ha sido tocado por la divinidad, con eso es suficiente para colocarse por encima de todos los mortales, con quienes él siente que no tiene nada qué dialogar sino únicamente señalarles el camino correcto, si es que quieren salvar su alma, y quien no quiera seguir el camino del bien no merecen ni siquiera vivir.
Tal es el posicionamiento político de los fanáticos religiosos Francisco Martín Moreno, quien haciendo gala del discurso de odio ha dicho públicamente (en una entrevista de radio con Pedro Ferriz de Con), que si se pudiera regresar a la época de la Santa Inquisición él colgaría y quemaría vivos a cada uno de los morenistas en el zócalo.
Obviamente, se trata de un acto más de provocación de la ultraderecha que, por tratarse de un discurso de odio que irracionalmente incita a la violencia, en todos los países es sancionado por la ley penal. Sólo de un megalómano incontrolable puede brotar el perverso deseo de querer ver a miles de personas sufriendo en su camino a la muerte, unos retorciéndose en la hoguera y otros con la lengua de fuera y con la soga en el cuello; por el único delito de no haber poseído el mismo credo e ideología que profesan quienes se sienten con el divino derecho de señalar a todos el bien y el mal.
Que las autoridades no hayan actuado en consecuencia ante este hecho, posiblemente se debe a que aplicar la ley en un gobierno que es percibido por grupos de la ultraderecha como comunista, motivo por el cual, sin importarles el respeto a la Constitución y leyes que nos rigen, los fanáticos ya acordaron su destitución, ésta no debe pasar del próximo 30 de noviembre.
Por su parte, Gilberto Lozano no se queda atrás, en respuesta al cuestionamiento que se le hizo por no estar ni pernoctar en las tiendas de campaña instaladas en el zócalo, frente a Palacio Nacional, dijo por medio de un video divulgado en las redes sociales: “Yo ahorita le doy más valor agregado dirigiendo este gran movimiento nacional, y no estando en una tienda de campaña como un payaso, […] yo no soy un payaso, soy un cerebro que está planeando todo lo que está ocurriendo con un grupo de mexicanos igual que yo, que nos tenemos que hacer la pregunta, dónde conviene más mi tiempo. Así es que la gente de la 4T no me va a decir dónde estar y a qué horas estar; hago lo que se me pega la gana porque desde que nací le reporto directamente a Dios”.
Desde luego, después de reportarle a Dios, Gilberto también tiene que reportarle a quienes financian el sostenimiento de un plantón con carpas, muchas de ellas vacías, según se ha constatado por periodistas, el cual tiene un costo diario de 16 mil 500 pesos. No es creíble esta información, movilizar alrededor de 20 mil personas el pasado sábado debe haber costado mucho más.
Pero, ¿cuáles son las demandas de FRENAA? Es una sola, que renuncie el presidente. Ello debido a que Gilberto Lozano sólo escucha la voz de Dios, por tal razón no le importa desafiar la disposición constitucional del artículo 86, el cual establece que el cargo de presidente de la República es irrenunciable, a no ser que se trate de una causa grave, que calificará el Congreso de la Unión; y haciendo a un lado también las encuestas que muestran una alta aprobación a las acciones del presidente.
Estamos ante una posición irracional e intransigente de grupos políticos de la ultraderecha, aplaudida por otros grupos y partidos también de derecha, no ultras; pero sí carentes de un proyecto de nación. A lo único que han apostado estos grupos, según se aprecia en sus declaraciones, es a que una catástrofe, que podría ser la pandemia o la crisis económica o cualquier otra, acabe con el gobierno de la 4T, cosa que seguramente con el nuevo acuerdo firmado el día de ayer entre el presidente y el sector empresarial no les es nada halagüeño; acuerdo en el que los hombres de negocios se comprometen a invertir en este año más de 32 mil millones de dólares, por lo menos.
Sí es preocupante el crecimiento de los grupos radicales de ultraderecha. Intranquiliza las feministas con el rostro cubierto y con vestimenta negra que, sin desconocer sus legítimas demandas, han aparecido en todas las manifestaciones con mazos y martillos destrozando todo lo que en su camino encuentran; curiosamente estas damas no aparecieron en la manifestación de FRENAAA del pasado sábado.
Igualmente preocupa la toma de la CNDH, organismo al que se le reclama cosas que, en esencia, no están a su alcance, sino de los órganos jurídicos de procuración e impartición de justicia.
En términos de racionalidad, las demandas de los grupos feministas deben ser satisfechas a cabalidad, es lo menos que se puede ofrecer a quienes han sufrido los efectos de la violencia intrafamiliar y de no pocos feminicidios; pero considerando que no hay soluciones mágicas, ni que todo depende de acciones del estado.
¿Y los de FRENAAA, que hacer con la ultraderecha radicalizada? Recordemos que Voltaire, ante la evidencia de que somos seres falibles, apela a la honestidad intelectual que hay que asumir para aceptar dicha falibilidad. Tenemos que aceptar que todos cometemos errores porque éstos, aunque se trate de evitarlos, no pocas veces son inevitables; de ahí que, perdonarnos mutuamente nuestros errores Voltaire lo eleva a principio ético.
Pero, además de que los fanáticos difícilmente aceptan sus errores, sigue sin ser contestada la pregunta. Es verdad. Entonces, habrá que decidir hasta qué grado debemos ser tolerantes con los intolerantes que ponen en peligro nuestra incipiente democracia.
¿Qué hacer para frenar el fanatismo religioso de FRENAAA?
Los intolerantes y fanáticos también son seres humanos, y como tales hay que tratarlos. Nunca se podrá erradicar totalmente el fanatismo de cualquier tipo; pero sí reducirlo a su mínima expresión. La salida no es, si se me permite usar una expresión coloquial, “cocorearlos”, que es lo que ha hecho el Presidente, sino retarlos a dialogar públicamente sobre sus irracionalidades, para que públicamente queden exhibidos.