GOMEZ12102020

Retórica, debate y transformación
Víctor M. Vela

…todo lo bueno viene junto”, Robert A. Pakenhan

Monterrey.- “La retórica de la intransigencia” es el título de un libro escrito por Albert O. Hirchman (AOH) en 1992, cuyo propósito es aportar elementos necesarios de comunicación para enriquecer los debates, entre liberales y consevadores, relacionados con las tranformaciones del mundo occidental en un sentido amplio. Tres eventos históricos son objeto de ejemplo para el análisis : 1) La afirmación de la igualdad y de las libertades civiles de la Revolución Francesa del S. XVIII, 2) la generalización del sufragio universal en el siglo XIX y 3) el nacimiento del Estado del Bienestar en el siglo XX.

La obra AOH, economista pionero en el tema del desarrollo económico, forma parte de toda una serie de trabajos innovadores de Economía aplicada. Esta obra se dedica a demostrar cómo, mediante el debate formal se puede entender si, a raíz la evolución de toda sociedad (en todo tiempo), las transformaciones son capaces de lograr oportunamente una mejoría generalizada, independientemente de su nivel de desarrollo.

A partir de la Independencia de México-pasando por la Reforma y luego la Revolución- la intelectualidad nacional progresista ha sido partícipe en un debate limitado, es decir, carente de una estructura como la que propone AOH. Y no obstante de haberse logrado, después de un considerable período neoliberal, la presidencia de la república por la vía democrática, el nivel de las discusiones de los asuntos más importantes, a nivel nacional, parecen negarse al principio de apoyo mutuo. Este artículo pretende inducir la reflexión acerca de la forma en la cual se debate en torno a las reformas requeridas en México, a partir de 2018, con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador.

Como preámbulo a lo que se reseñará analíticamente, en una segunda parte, a continuación se destaca el comentario del Doctor Ignacio Vela Hinojosa en una mesa informal de café hace casi una década. La nota fue titulada como el debate civilizado, he aquí la transcripción íntegra de su contenido:

“Cuando vayamos a discutir un tema con alguien, es menester que nos aseguremos que ese alguien está dispuesto a cambiar su postura si yo llegase a demostrar que está equivocado, así como yo estoy dispuesto a cambiar la mía si él demostrase que es errónea. Yo no estoy enamorado de mis errores. Viejo no es sinónimo de experto, porque algunos llaman experiencia al cometer el mismo error toda la vida, llegando con ello al perfeccionamiento del error. El diálogo consiste en que yo te escucho y tú me escuchas, yo voy a aprender de ti y tú vas a aprender de mí. Al final de la discusión terminamos con una verdad que no es la mía ni la tuya, sino la de ambos, una nueva verdad enriquecida, terminamos sabiendo más de lo que sabíamos cuando empezamos la discusión. El que una persona tenga una información que la otra no posee, no necesariamente significa que esté más informada, si acaso sabe más de ese tema en particular, pero hay muchos temas- el conocimiento es infinito- en que el otro puede estar más informado. Nunca alguien sabe todo, el mismo sabio se pasa su existencia buscando nuevos conocimientos.

No vale la pena discutir un tema con una persona que no esté dispuesta a escuchar. Esa persona no fue a la discusión a que le demostraran que está equivocada, sino a imponer por la fuerza, y no por la razón, su verdad. No hay peor ciego que el que no quiere ver; en una discusión no se busca la verdad individual sino la verdad general, porque la verdad individual solo satisface a los intereses personales. No conviene discutir con fanáticos religiosos, políticos o deportivos; porque no escuchan razones, se identifican con la expresión: “a mí ni con la razón me convencen”. En la discusión sana se trata de buscar la verdad para estar más informado- más vale quien más informado esté- para crecer, para avanzar, que nos de libertad, que nos haga menos vulnerables al entorno de mentiras que nos rodea, y que nos de más capacidad de crítica.

En toda discusión civilizada debe estar presente la razón y la inteligencia en ambas partes para que el fruto que se obtenga de ella sea la lógica en su máxima pureza. Las personas que discuten no deben alterar los ánimos ni enojarse, porque el enojo es una pasión, y esta desplaza a la razón, y ya no conviene discutir donde la razón se ha perdido. Las personas que discuten no deben insultarse ni descalificar ni decir groserías. En el debate de alto nivel solo se manejan argumentos razonados. A veces por falta de argumentos en la discusión alguien se vuelve insultante, no se le debe responder con las mismas palabras, sino solo decir que la situación no es propicia para continuar la discusión.

Todo viene a colación porque ahora que están por iniciarse las campañas políticas, me informan que en las redes sociales se intercambian mensajes bastante insultantes. No se puede caer en esos juegos de vulgaridad, dejemos al soez que siga su camino; elegir al Presidente de la República en situación tan crítica de inseguridad, de desempleo y de pobreza que vive México, es asunto bastante serio. En el momento que nos digan majaderías nos retiramos de la discusión con el debate ganado, ya que el grosero nos demostró su falta de argumentos para combatir nuestras ideas y por eso a recurrido al insulto. Vayamos pues por un debate civilizado.”