GOMEZ12102020

Robo al gobierno
Ismael Vidales

Monterrey.- La carta anónima no les dejaba alternativa a los de la banda y al mismo tiempo les informaba que habría todas las facilidades desde las 6:55 P.M. hora en que el tesorero Nicéforo Zambrano dejaría su oficina dejando los candados de la bóveda sólo sobrepuestos y los soldados de guardia se dejarían golpear la cabeza para alegar posteriormente “un ataque sorpresa”.

El asalto ocurrió los primeros días de agosto de 1915. Todo salió bien, nunca se supo cuánto fue el monto de lo robado en billetes, monedas de plata y oro y alhajas. Carranza ordenó a Pablo González el arresto inmediato de toda la banda. Los arrestos se hicieron entre agosto y diciembre de 1915, excepto los de los jefes Granda y Oviedo. El 18 de diciembre en un juicio sumario se determinó fusilar a los hombres y dar 10 años de prisión a las mujeres. Ya en el paredón una orden de Pablo González, suspendió el fusilamiento de Luis Lara, José Fernández, Fernando Quintero y Rafael Mercadante presuntamente para seguir interrogándolos.

La ejecución fue realizada bajo las órdenes del General P. Mariel y filmada por Enrique Rosas, Jesús Hermenegildo Abitia, y fotografiada por miembros del ejército y Agustín Víctor Casasola. Granda fue capturado y Oviedo se entregó voluntariamente para unirse a su amante Ernestina Ortega que también había sido capturada. Nunca se supo quién fue el autor de la carta que ordenó el asalto de la “Banda del automóvil gris” a la Tesorería Nacional, pero el 25 de diciembre de 1918 Rafael Mercadante se suicidó en su celda, el 28 de diciembre Francisco Oviedo fue muerto en su celda de una cuchillada, el 16 de enero de 1919 José Fernández se fugó sólo para que su cuerpo apareciera más tarde en las aguas del Río Consulado, el 27 de abril de 1920 Luis Lara en el traslado para una diligencia en la cárcel de Belén, según reporte de la policía, fue liberado por sus amigos sólo para asesinarlo.

Nunca se estableció quiénes estuvieron tras el robo por demás extraño de la Tesorería Nacional. En una de las diligencias Oviedo señaló al Jefe militar de la Plaza de la Ciudad de México, el General Merigo como el autor intelectual; este militar tenía amoríos con María Conesa, pero en la investigación que realizó el juez Enrique Cervantes, lo encontró inocente y más limpio que el alma de un niño, y sin ningún nexo con la “Gatita Blanca”.