Sin embargo, como esta y otras tantas decisiones comunicadas anteriormente por el director de Agua y Drenaje de Monterrey, Juan Ignacio Barragán, no se han cumplido del todo, lo que ha ocasionado diversas movilizaciones por parte de la ciudadanía.
Justamente, el viernes de la semana pasada, 17 de junio, algunos ciudadanos manifestaron y bloquearon la avenida Eugenio Garza Sada, como protesta debido a que llevaban ya diez días sin contar con el servicio del vital líquido.
Tal fue el problema que, al lugar de los hechos, se apersonó el secretario general de gobierno, Javier Navarro, para negociar con los vecinos de la zona, tras generarse un caos vial importante.
Como parte de las negociaciones, al lugar arribó una primera pipa, con el fin de liberar algunos carriles de la avenida, pero esta contenía agua sucia, por lo que los manifestantes la rechazaron y siguieron firmes con el bloqueo. No fue sino hasta más tarde que, al fin, llegaron otras dos pipas con agua en buen estado y se liberó la vialidad.
Y así como esta protesta, anteriormente ya se han presentado algunos otros bloqueos de avenidas y carreteras, como la vía a Linares, la avenida Lázaro Cárdenas o la avenida Universidad –esta última, por cierto, volvió a ser bloqueada al día siguiente, el sábado 18– entre otras vialidades.
Ante esto, por lo mismo, habría que empezar a cuestionarse si realmente la solución a quienes carecen del servicio de agua es llevarles pipas, las cuales se aprovechan para realizar propaganda política; o bien, como también se ha hecho en algunos municipios, instalar una especie de tinacos públicos.
Ambas opciones, implican acarrear agua, lo cual genera algunos tantos problemas para algunas personas en particular, como la distancia entre la pipa de suministro y los hogares; en algunas zonas, la gente ha de caminar kilómetros para abastecerse de algún río, aunque sucios o contaminados.
Resulta preferible, pues, contar con el servicio, incluso si es con las restricciones de unas cuantas horas al día que la situación de acarrear el vital líquido que adolece un sector importante en el estado.
Para esto, el gobernador ha tratado de brindar alguna solución, como revivir el programa de Monterrey VI, a pesar de que fue él quien denunciaba un esquema de corrupción, con dicho proyecto.
Mientras, desde la semana pasada, se ha pasado investigando tomas de agua ilícitas e incluso desvíos de ríos que han realizado algunos particulares; lo cual, según indicaba, es equiparable al consumo de algunos municipios.
No obstante, ha dejado fuera de la ecuación a empresas clave en este asunto, y se ha concentrado en ejidatarios. Habrá que esperar si se pronunciará al respecto en los próximos días, como ya lo hizo con Heineken.
Pero bien, si hay evidencia de robo de agua, como ha afirmado el gobernador, entonces: ¿quiere decir esto que sí hay agua en Nuevo León, pero que ha sido saqueada?
Desde hace unos meses, se ha estado hablando de un presunto saqueo, y no de una sequía. Igualmente, tampoco es secreto que grandes empresas en el estado tiene concesionados pozos de una inmensa capacidad. Por lo que sí, sí hay agua en Nuevo León, aunque en manos de unos cuantos.
Si hubiese una sequía como tal, las cosas pintarían de otro color. Sumada a la gente, la industria privada sería el primer quejoso en este asunto. Va contra lógica, pues, que: por una parte, se afirme que hay una sequía, una crisis hídrica; y que, por otra, la producción de algunas empresas, que requieren agua para su operación, no se vean afectadas en absoluto y operen con plena normalidad.
Por tanto, de seguir con el discurso del «aguachicol», término que utiliza el gobernador para referirse al robo de agua, solo se confirmaría lo que mucha gente ya presumía, excepto quizá, Samuel García: no es sequía.
Por lo pronto, con los elementos probatorios de hoy, es complicado hablar de una sequía, a pesar que: por una parte, y, efectivamente, no ha habido lluvias generalizadas en la entidad; pero, por otra parte, hay evidencia de saqueo del vital líquido.