Monterrey.- Abraham Lincoln escribió en referencia a la enfermedad de su padre, a su hermanastro John D. Johnston: “Espero sinceramente que nuestro padre recobre la salud, pero suceda lo que suceda, dile que invoque y confíe en nuestro Hacedor bueno, grande y misericordioso, quien no lo rechazará en ningún caso extremo. El que está atento a la caída de un pajarillo, que cuenta nuestros cabellos, no se olvida del moribundo que pone su confianza en él”. Pero cuando su hermanastro le escribió para contarle que estaba en la bancarrota y que sufría graves aprietos financieros en su granja y solicitarle un préstamo; Lincoln le negó el préstamo, y le contestó:
Querido Johnston:
No creo que sea conveniente que cumpla con tu requisito de darte ochenta dólares.
En diversas ocasiones, cuando te he ayudado en poco, me has dicho que con eso te arreglarías, pero al poco tiempo te he encontrado en las mismas dificultades.
Esto sólo puede obedecer a un defecto de tu conducta. Creo saber cuál es ese defecto. No eres perezoso, pero eres un amante del ocio. Desde que te conozco, dudo que hayas consagrado un día entero al trabajo. No te disgusta demasiado el trabajo, pero no trabajas demasiado, simplemente porque no crees ganar mucho con ello.
Tu dificultad radica en este mal hábito: el de desperdiciar el tiempo, es muy importante para ti, y más aún para tus hijos, que rompas con ese hábito. Es más importante para ellos porque tienen más vida por delante, y les resultará más fácil evitar, el hábito del ocio antes de adquirirlo.
Ahora necesitas dinero urgente, y mi propuesta es que vayas a trabajar con el mayor empeño, para alguien que pague por ello. Que tu padre y tus hijos se encarguen de la casa y de todo lo concerniente a la siembra, mientras tú vas a trabajar por el mejor sueldo que consigas.
Y para asegurarte una justa recompensa por tu valor, ahora te prometo que por cada dólar que obtengas por tu trabajo, y entre el corriente día y el primero de mayo, sea en contante o sonante o en descuentos de tu deuda, te daré otro dólar. De esta manera, si te contratan a diez dólares mensuales, obtendrás de mí otros diez dólares, ganando veinte dólares mensuales por tu trabajo, con ello no quiero decir a St. Louis, a las minas de plomo ni a las minas de California, sino que busques obtener la mensualidad cerca de tu hogar en Coles County.
Si haces esto, pronto saldarás tus deudas, y lo que es mejor adquirirás un hábito que te impedirá endeudarte de nuevo. Pero si ahora te ayudo a salir del atolladero, el año próximo estarás en similares aprietos.
Dices que casi estarías dispuesto a cambiar tu lugar en el cielo por setenta u ochenta dólares. Entonces valoras muy poco tu lugar en el cielo pues sin duda con mi ofrecimiento puedes obtener setenta u ochenta dólares en cuatro o cinco meses de trabajo. Dices que si te entrego el dinero hipotecarás la tierra a mi nombre, y que sino devuelves el dinero, me cederás la posesión.
¡Tonterías! Si ahora no puedes vivir con la tierra ¿cómo vivirás luego sin ella? Siempre has sido amable conmigo y no quiero ser rudo contigo. Al contrario, si sigues mi consejo, lo encontrarás más valioso que ocho veces ochenta dólares.
Afectuosamente
Tu hermano
Abraham Lincoln
CARTA DE ABRAHAM LINCOLN AL PROFESOR DE SU HIJO
“Estimado profesor:
Mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos, no todos son verdaderos, pero por favor decirle que para cada villano hay un héroe, que para cada egoísta, también hay un líder dedicado.
Enséñele que para cada enemigo, allí también habrá un amigo. Enséñele que es mejor obtener una moneda ganada con el sudor de su frente que una moneda robada. Enséñele a perder, pero también para aprender a disfrutar de la victoria, háblele de la envidia y sáquelo de ella, dele a conocer la profunda alegría de la sonrisa silenciosa, y a maravillarse con los libros, pero deje que él también aprenda con el cielo, las flores en el campo, las montañas y los valles.
En las bromas con amigos, explíquele que más vale una derrota honrosa que una victoria vergonzosa.
Enséñele a creer en sí mismo, incluso si está solo frente a todo el mundo. Enséñele a ser suave con los gentiles y ser duro con los duros, enséñele a nunca entrar en un tren, sólo porque otros entraron. Enséñele a escuchar a todos, pero en la hora de la verdad, decidir solo, enseñarle a reír cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar las multitudes que claman sangre y a luchar solo contra el mundo, si piensa que es justo. Trátelo bien, pero no lo mime, ya que sólo en la prueba de fuego se sabe que el acero es real. Déjelo tener el coraje de ser impaciente y a tener coraje con la paciencia. Trasmítale una fe sublime al creador y fe también en sí mismo, porque sólo entonces puede tener fe en los hombres. Sé que le pido mucho, pero vea lo que puede hacer querido profesor”.
Abraham Lincoln, 1830