Monterrey.- El gran poeta y escritor regiomontano Alfonso Reyes amó entrañablemente a Monterrey. Es muy difícil encontrar otro poeta en el que su ciudad natal sea el tema recurrente en su poesía. Alfonso Reyes estaba orgulloso de ser de Monterrey, aunque de sus 70 años de fecundísima existencia sólo 13 vivió en esta ciudad, y esto en dos periodos muy desiguales, el primero (1889-1900) va desde su nacimiento hasta los 11 años de edad, y el otro desde 1902 hasta 1905, además de una visita de un día en 1924 y otra de siete días en 1927.
En 1911 escribió el poema “Romance de Monterrey” en el que expresa su deseo de unir su nombre al de la Ciudad que lo vio nacer.
“Monterrey de las montañas,
tú que estás al par del río;
fábrica de la frontera,
y tan mi lugar nativo
que no sé cómo no añado
tu nombre en el nombre mío.”
Su deseo quedó cumplido en 1930, cuando publicó su Correo Literario por el que se comunicaba con sus amigos, intelectuales y artistas, de todo el mundo, y desde entonces Monterrey quedaría añadido para siempre a su nombre, haciéndose llamar y firmando como “Alfonso Reyes de Monterrey.”
Cuando creó su Correo Literario, en el primer número que salió un 19 de junio, en el Indicador que aparece en la página 8 llevaba una viñeta del Cerro de la Silla con la cuarteta siguiente:
“Hermoso Cerro de la Sía,
quién estuviera en tu horqueta,
una pata pa’ Monterrey
y la otra pa’ Cadereyta.”
En 1913 escribió en París un texto titulado “Himno a la casa Degollado”, la casa de su niñez, en un fragmento se lee.
“No he tenido más que una casa. De sus corredores llenos de luna, de sus arcos y sus columnas, de sus plátanos y naranjos, de sus pájaros y sus aguas corrientes, me acuerdo en éxtasis. De esa visión brota mi vida. Es raigambre de mi conciencia, primer sabor de mis sentidos, alegría primera y, ahora en la ausencia, dolor perenne... En una continuidad de formas y de sonidos, mi mundo infantil pende de esa casa. Unidad primera, por ella he de medirlo todo...” (Albores, México, 1960, p. 38).
La muerte de su padre, el General Bernardo Reyes (el 9 de febrero de 1913) le inspiró el emotivo poema “Oración del 9 de febrero” aunque al parecer escondió este manuscrito, por ello no fue conocido sino hasta 1963 gracias a la generosidad de su nieta Alicia Reyes.
En 1941 escribe su famoso romance al Cerro de la Silla, del que transcribo los siguientes versos.
Por mares y continentes
y de una en otra región,
si no alzado entre los brazos
sí con la imaginación,
llevo el Cerro de la Silla
en cifra y en abstracción:
medida de mis escalas
escala en mi inspiración.