Mazatlán.- Entre la bruma mediática, poco se ha discutido el señalamiento de que el 25 de julio había una convocatoria para que se encontraran en un coto de Culiacán cuatro personajes de mayor o menor influencia, en la vida pública sinaloense, para resolver entre la UAS y el gobierno del estado “quien sería el rector de la UAS” (Zambada, dixit).
El cónclave reuniría a Rubén Rocha, gobernador de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén Ojeda, líder del Partido Sinaloense, Ismael (El Mayo) Zambada, líder histórico del Cártel de Sinaloa y Joaquín Guzmán López, hijo de Joaquín (El Chapo) Guzmán y miembro de la fracción de Los Chapitos, de la misma organización criminal.
Habían sido, todos ellos, llamados por alguien con esa capacidad de convocatoria, para mediar en el conflicto que escaló desde que el gobernador decide separar a Cuén Ojeda del cargo de secretario de Salud, y avanzar en la captura de las instituciones públicas de los poderes estatales, municipales y universidades.
Esta visión autocrática que domina el imaginario político del morenismo y que dimana desde el propio presidente López Obrador –basta ver la obsesión enfermiza por el control de los otros poderes públicos sea por la sobrerrepresentación legislativa o la reforma judicial– en Sinaloa, como en ningún otro estado, ha sido gradualmente exitosa.
Rocha Moya controla, con mayor o menor eficiencia, los tres poderes, los órganos autónomos, los medios de comunicación, los grupos empresariales y organizaciones sociales, mientras sostiene comunicación con los barones del narco, como lo declaró en 2021 a los periodistas Carlos Loret y Salvador García, sólo necesitando para cerrar el bucle autocrático la captura de la Universidad Autónoma de Sinaloa, de la cual fue rector, al igual que Cuén Ojeda.
Esto muestra que la obsesión por la UAS pudiera obedecer más que a un proyecto personal, a uno mayor; y basta recordar que se intentó lo mismo en la UNAM, bajo el argumento de que se había convertido en un “bastión neoliberal”; solo que, tanto en la máxima casa de estudios, como en la UAS, la iniciativa encontró resistencia y no ha podido someter a sus autoridades, pese a esfuerzos a través de los poderes legislativo y judicial.
Cuén Ojeda, sin duda, tenía un liderazgo en la UAS, que lo llevan aparecer ante sus detractores como el factótum del poder en la casa rosalina, de manera que estos lo caractericen como un cacicazgo personalista; y habría que ver si las categorías de análisis se ajustan a la complejidad de la UAS con sus proyectos y liderazgos.
Y la mayoría de sus críticos de dentro y fuera de la UAS sigue viendo en el proceso de captura la mejor y única vía para “democratizar a la UAS”, no le ponen ni un pero, porque pareciera sostenerse en el argumento de que irremediablemente “lo que venga será mejor que lo que hay en la institución rosalina”.
No vale ningún argumento académico, reconocimientos nacionales e internacionales, y ahora ni deportivo, con la medalla olímpica del joven Marco Verde, porque la UAS “está podrida de cuenismo”, y en este contexto, el asesinato de Héctor Melesio Cuén “favorece para continuar la lucha por la democratización” de la centenaria casa de estudios; incluso, uno de ellos, no hace mucho, desde la tribuna legislativa, deseó la muerte del dirigente político.
La lógica oficial es muy simple: “Cuén es la UAS”; ergo, “si ya no está Cuén, están dadas las condiciones para continuar con la tarea de captura de la institución”.
Sin embargo, los universitarios han salido repetidamente a las calles de los 20 municipios para pronunciarse en favor de la autonomía universitaria, y una y otra vez, han espetado al gobernador un sonoro: ¡Fuera Rocha Moya! Incluso en presencia del presidente López Obrador.
Rocha Moya reconoció que a los barones del narco sinaloense hay que tomarlos en cuenta en asuntos que ponen en riesgo la gobernabilidad del estado –Zambada, en su carta, así lo deja ver, cuando llama a conservar la paz en Sinaloa–, y la larga fricción que sostenía el gobernador con el principal líder opositor no era la excepción; y más cuando está en juego la estabilidad de la UAS, una institución de cerca de 200 mil sinaloenses.
Así que quien haya convocado al cónclave pudo ser atendiendo a una regla no escrita que el gobernador lo expresó al periodista García Soto: “Aquí todo mundo sabe cómo está la cosa. Yo fui y hablé con ellos, los conozco porque soy de Badiraguato. Y yo fui a pedirles su apoyo. Quien te diga que quiere gobernar Sinaloa y no tiene el visto bueno de ellos, te miente. Así es la cosa aquí, para qué nos hacemos pendejos”.
Entonces, quien lo haya hecho lo hizo a sabiendas de ese “principio de gobernabilidad” y una regla no escrita, aun en la diferencia y encono; y llegaron al lugar de la cita para ayudar a limar asperezas entre el gobernador y el principal líder de la oposición, o matar dos pájaros de una pedrada. Nunca porque los hayan chamaqueado, como parece sugerir el propio gobernador cuando habla de que les hicieron un cuatro y cayeron.
Y aquí viene la pregunta: ahora las asperezas de la relación personal, o la larga tensión, ¿detiene el proyecto autocrático en curso?
Las asperezas entre políticos siempre son transitorias. Y los dos políticos estaban conscientes de ello, aun con las raspaduras anímicas que dejan el reiterado “Fuera Rocha” o el “Cuén corrupto”; quizá, y no menos, los señalamientos de corrupción de sus hijos en la UAS, o en la administración pública, finalmente dirán: son gajes del oficio en la lucha por el poder.
La tensión se alargaba y era necesario poner punto final al conflicto, y como hemos visto, había dos posibles maneras de resolverlo: una, mediante la intermediación de (El Mayo) Zambada; y la otra, como se resolvió, con las balas.
Llegado a este punto, todo hace suponer un dilema para el gobernador o el gobierno federal: continuar el proyecto autocrático, como se ve con las nuevas medidas cautelares contra Jesús Madueña, el exrector separado del cargo, y Robespierre Lizárraga, ex abogado general, y hoy encargado del despacho de rectoría de la institución rosalina.
Los hechos del 25 de julio ponen en entredicho la legitimidad de los argumentos jurídicos esgrimidos contra los funcionarios de la UAS, para llevarlos a la rendición o, en medio de la tensión mediática, los dos niveles de gobierno dan un paso atrás dejando sin efecto las denuncias interpuestas por su fiscal, hoy puesta en el banquillo de los acusados; o la FGR interviene, para resolver la “persecución política” contra los funcionarios universitarios.
En definitiva, estamos ante un escenario complicado para el proyecto nacional y/o local; y dependerá su futuro de cómo evolucione las cosas con el inicio del nuevo gobierno morenista.
Quizá ningún presidente, o mejor, presidenta, llega a la toma del poder en un ambiente tan adverso en lo internacional, producto de la reforma judicial y los efectos del affaire Zambada, que por simple sentido común, llamaría a poner punto final al conflicto con la UAS, dejando que sea esta la que trace el camino de la reforma universitaria, que tiene como antecedente la iniciada por el rector Jesús Madueña y entorpecida por la interferencia del gobernador y los excesos de la mayoría legislativa morenista.
La resiliencia, cohesión e inteligencia de los dirigentes universitarios seguramente los llevará a un diagnóstico adecuado de una UAS sin Cuén, teniendo en perspectiva la autonomía universitaria, todavía bajo acecho del grupo gobernante. Imposible exculpársele, luego de la corrección de la FGR y la carta de Ismael (El Mayo) Zambada.
Al tiempo.