GOMEZ12102020

Sinaloa, el dogma de la suma electoral
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Rubén Rocha, el senador y virtual candidato de la coalición ¡Juntos haremos historia! hace dos semanas estuvo en Mazatlán y dijo a la prensa, que buscaba el apoyo de todos, incluido, el del Luis Guillermo Químico Benítez, el alcalde morenista de Mazatlán que se ha quedado con las ganas de ser ungido por “violencia de género y obstruir las funciones” de Elsa Bojórquez Mascareño, la Sindica Procuradora también de Morena.

     Mario Zamora, también senador y virtual candidato de la coalición ¡Va por Sinaloa! ha empezado un recorrido por el estado, visitando los locales partidarios del PRI, PAN y el PRD en un acto de tanteo, simbólico, de confirmación, de una alianza ideológicamente heterodoxa, que tiene como fin la agregación política para el triunfo electoral. La suma alrededor de un candidato, resultado de un acuerdo cupular, centralista, donde el partido del gobernador priista tuvo parcialmente mano y dispone de esta prerrogativa para impulsarlo libremente.

     El dogma suena lógico y necesario, para quien está en campaña, si lo que se quiere es sumar al mayor número de apoyos, adeptos y garantías de triunfo, bajo la máxima dogmática, de que la política electoral siempre será suma nunca resta, porque resta, o contención política, pudiera ser indefectiblemente derrota.

     Sin embargo, no se olvide que la política también es coherencia programática entre el decir y el hacer, así un candidato de izquierda o de derechas, debe obrar en consecuencia, en la suma de aliados que están comprometidos con un programa y una definición ideológica (Se que suena ingenuo, pero es el sentido originario y sustantivo de la política electoral) porque los aliados para bien o para mal, querrán siempre su cuota de poder, sea en la representación o en las administraciones públicas. Y en Sinaloa, no es la excepción, especialmente por la existencia de poderes fácticos muy poderosos.

     Esta premisa frecuentemente se olvida en la vorágine de una campaña electoral porque pareciera que lo importante es que una visión sustantiva es estar cerca del mayor número de personas –hoy limitado por las propias circunstancias de la pandemia– y, hacerse la foto, trasmitir meridiana y mediáticamente emociones y trasmitir la sensación de que se está construyendo un triunfo sin importar con quien se va de aliado.

     La avenida de los triunfos en una época pragmática cómo la que estamos viviendo está construida con el barro de las promesas, las fotos y selfis, sonrisas de vamos a ganar, narrativas sin sustancia, abrazos y apretones de mano.

     Vamos, escasean las ideas, está más abajo de una frase fuerza que abrace el movimiento que trae cada candidato, como es la desgastada palabra Cambio que la utilizan, indistintamente, candidatos de izquierda y derechas para trasmitir la idea de la diferencia y de que estando el nuevo grupo en el poder se verá que no se es lo mismo.

     Si es que podemos hacer una separación programática a la luz de los quehaceres en la función de gobierno en la derecha, las ideas fuerza hasta ahora fueron movimiento, arriba y adelante, orden y progreso, incluida la técnicamente esperanzadora mientras, la izquierda, levantó siempre las banderas de la revolución, la justicia social, poder obrero y campesino, para sacrificarlas y quedarse con esa idea de construir un nuevo futuro de Juntos haremos historia.

     Pero, hoy, aquellos relatos estimulantes han desaparecido de la política electoral y vemos una suerte de uniformidad en el discurso qué se dice interesadamente está volcado a la conquista del centro político, un eufemismo para evitar hablar de sustancia en los mensajes políticos y el mejor ejemplo es que hoy no hay una idea fuerza sugestiva. Vamos, ni partido como elemento aglutinante, sino una personificación en el mensaje es en Sinaloa Rocha simple y llana con letras grandes para que se quede registrado en el inconsciente político. Y Mario, como elemento de identidad, se dio a la tarea desde mucho antes de su definición tatuar muros con una la inicial M estilizada, como una marca abstracta que construía futuro.

     Es la adopción de unos y otros candidatos de izquierda y derecha, de lo que el sociólogo Vicente Verdú llamó la “americanización” de la política, es decir, una política sustentada en la imagen, los símbolos, un relato histórico y las frases cortas destinada a estimular las emociones, no las razones; el gesto no el argumento. No, lo sustantivo en la política que involucra el contraste, la verdadera diferencia, esa que tanto pregona unos y otros con la expresión de una autoexaltación bizarra y afirman relajadamente: “no somos lo mismo”, obviando cínicamente, sus propios errores y escándalos.

     Cierto, la competencia por los votos apenas empieza, y mal con un Rubén Rocha en cama con el virus que está matando a miles de sinaloenses, y qué tiene a otros tantos en suspenso, rezando porque no los alcance antes de que llegue la vacuna, y es sólo un adelanto de lo que serán estas campañas que empiezan con esta suerte de “americanización” y, que seguramente, se habrán de afirmar en los próximos meses por las propias circunstancias que estamos viviendo.

     En definitiva, serán las elecciones de la pandemia lo que esto pueda significar en términos de captura del voto ciudadano, lo que ya se capturó son los recursos públicos para la organización electoral y unas campañas totalmente diferentes, mediáticas, que injustamente consumirán más de 600 millones de pesos. Es decir, la desmesura del IEES que pide al Congreso del Estado más de 400 millones de pesos para organizar las elecciones “más grandes” de la historia y más de 190 millones de pesos de acuerdo con la fórmula de financiamiento para las campañas en condiciones de normalidad.

     En términos del mensaje político en una sociedad golpeada sea por la enfermedad viral o por sus efectos en el empleo, la falta o reducción de ingresos; en términos de aliados, como estamos viendo los candidatos se acercan a la miel sucesoria buscando obtener ganancias a río revuelto y, en términos ciudadanos, dar una respuesta al fastidio por la insolidaridad y los escándalos políticos que ni siquiera en la pandemia han tenido respiro, o sea, la suma también puede ser resta.

     En definitiva, esta idea de que en política la suma no se discute porque es un dogma y los dogmas, como en la religión católica, son verdades axiomáticas, que no necesitan comprobación y basta tener fe en ellas para que se cumplan en un escenario que se antoja terminara polarizado sea por la oferta electoral o las candidaturas comunes para gobernador.