En esa dinámica, López Obrador concluye que durante el gobierno de Calderón imperó en México un narcoestado sujeto a las agencias de Estados Unidos –en particular la DEA– y totalmente infiltrado por la delincuencia organizada. Uno de los efectos perniciosos de esta política fue la intervención abierta de ese país a través de su embajada. A ella obedecieron los operativos conjuntos de ambos gobiernos, como el llamado Rápido y furioso.
Muchas de esas apreciaciones y opiniones las ha ido desgranando el Presidente en las mañaneras, a lo largo de su gobierno. Llama la atención todo lo que se ha difundido y realizado en las últimas semanas en contra suya y para golpear a Morena y la campaña de Claudia Sheinbaum, su candidata a la Presidencia de la República. Suena a revancha del PAN y sus subaliados (PRI y PRD); de la DEA y del gobierno de Estados Unidos.
Después de la derrota estadunidense en Vietnam, la prensa tradicional ya no pareció suficiente para dar credibilidad a las políticas de Washington en materia de política exterior. Surgieron y se fortalecieron entonces centros de investigación (think tanks) adscritos a ciertas universidades o bajo otros cobijos institucionales patrocinados por dependencias de gobierno, fundaciones y empresas. En no pocos de esos think tanks los neoconservadores hallaron ancho campo para producir documentos de carácter estratégico y menos científico que propagandístico.
Los think tanks apuran a la “ciencia”, aceleran sus trabajos y reviven ideas en las coyunturas electorales. Y la prensa y los intelectuales de Estados Unidos afilan, por supuesto, informaciones y juicios concomitantes. Ahora es el Instituto Baker; antes lo fueron centros similares. Recuérdense los documentos emitidos por el Instituto Santa Fe, uno de esos establecimientos anillados a la presidencia a través del Consejo de Seguridad Nacional.
El Informe Santa Fe I era claro, desde su título, en la víspera de las elecciones presidenciales que ganó el Partido Republicano con Ronald Reagan: Las relaciones interamericanas: escudo de la seguridad del nuevo mundo y espada de la proyección del poder global de Estados Unidos. Igual su contenido: ante la amenaza comunista a la seguridad nacional de Estados Unidos era preciso actualizar la Doctrina Monroe; por lo mismo resultaba aconsejable reconvertir a los países latinoamericanos y sus “apoderados” de tendencias socialistas, crear bases militares en todo el subcontinente y dotarlo de armamento y equipo de defensa. En este sentido le era pertinente la condena a las iniciativas autonomistas y sobre derechos humanos.
Con Reagan, el intervencionismo estadunidense no se hizo esperar. Las recomendaciones del Santa Fe se pudieron leer en actos desestabilizadores y golpes de Estado: dos muertes sospechosas en accidentes aéreos, la del presidente ecuatoriano Jaime Roldós, que propuso la Doctrina Roldós al Pacto Andino, tendiente a fortalecer los derechos humanos, y la del presidente panameño Omar Torrijos, coautor de los tratados Torrijos-Carter. De igual forma el combate a la Nicaragua sandinista (lo que vino a ser la fallida acción encubierta conocida como Operación Irán-contras) y la invasión a Granada (Operativo Furia Urgente).
En el mismo lenguaje alarmista e hiperbólico, el Informe Santa Fe II ponía
su énfasis en cuestiones de carácter económico. Decía: “Las Américas están aún amenazadas... El ataque se manifiesta como subversión comunista, terrorismo y tráfico de drogas”. Y recomendaba prácticamente todas las medidas que hemos conocido durante el neoliberalismo.
Un apartado especial se dedicaba a México. Su traducción política se hizo evidente en el cercano escenario electoral. De ello resultó la existencia de espías rusos en territorio nacional, que The New York Times y The Washington Post daban por ciertas, según sus fuentes, la CIA entre ellas.
El Partido Acción Nacional asistía como invitado especial a la convención del Partido Republicano, que nominaba a Reagan para un segundo periodo (1984). El blanquiazul sería el principal receptor de un documento elaborado por la derechista Heritage Foundation: Los crecientes problemas de México: un desafío para la política de EU. En su contenido se advertía del inminente colapso de México como país, y a su gobierno le era observada una conducta soviética (por Contadora) respecto de Centroamérica. Para su corrección se aconsejaba presionarlo a fin de que conformara un bipartidismo PRI-PAN. Richard Allen, político cercano a Reagan, anunció apoyo financiero al PAN, a través del Fondo Internacional Republicano de Cooperación. Una semana después, el embajador John Gavin incluía a este partido en la reunión que sostuvo en Sonora con el arzobispo Quintero Arce y un grupo de empresarios. Su objetivo, las próximas elecciones.
La historia, ¿no se repite con otros ropajes? Lo terrible es que nos toma igualmente desprevenidos. Nos espían, miden, presionan. A EU apenas lo estudiamos, y en una dimensión menos que módica.