Ciudad de México.- Mi nombre es Diego Lucero Estrada y soy hijo de Diego Lucero Martínez. Yo no soy historiador, ni abogado… Soy Diseñador Gráfico.
Y es que, aunque siempre supe quién fue mi padre, lo que hizo y siempre estuve orgulloso de ser su hijo, mi madre nos alejó del entorno político que abrumó su vida y su muerte.
Fue hasta el 2005 que nos buscó la Fundación Diego Lucero, que nosotros desconocíamos de su existencia, para demandar al estado por su ejecución extrajudicial, con el acompañamiento del Centro Pro, que tuve que acudir al Archivo General de la Nación, para consultar lo que la policía política de aquella época tenía sobre mi padre. Y descubrí muchísimas cosas; y es que estaban cabrones estos weyes. O sea, sabían cuándo venía, a quiénes visitaba en Lecumberri o en Santa Martha…
Eso fue antes de que radicáramos en México, porque llegamos a vivir aquí, porque corrieron a mi padre de la USCH por sus ideas políticas.
Cuando él era el presidente de la sociedad de alumnos de la Escuela de Ingeniería, acabamos acá en la hoy Ciudad de México. Había reportes de cuando llegaba, a qué hotel llegaba, con quiénes venía en Santa Marta y a quiénes visitaba.
El primer reporte de él, viene desde que era presidente de la sociedad de alumnos, por un discurso que dio en un mitin.
En fin, cuando voy y me doy cuenta de todo lo que había, me puse a pensar que lo había leído a él nombrar como una persona importante, en textos de Julio Scherer, o de Elena Poniatowska, o de Carlos Montemayor. Pero nunca alguien había escrito sobre él. Y yo me decidí a escribir su historia y un breve testimonio de nosotros como familia; de mi madre como su viuda; y el mío, como su hijo. Y bueno, ahí está el libro. Me ayudó mucha gente valiosa: Fritz Glockner lo revisó 23 veces, porque yo no soy escritor. O no era (luego fui y otra vez ya no soy; y otra vez volví a serlo). Carlos Montemayor, Marco Rascón, Kiko Pizarro, mucha gente importante me ayudó con “Sueños Guajiros”.
Y ahora que me invitan, que me invita Vicky, que me invita Paco a hablar de Raúl y de Diego, de Diego y de Raúl. Porque sin lugar a dudas, fueron de los precursores más importantes, o los primeros que tuvieron toda aquella visión de que cada grupo aislado que estaba surgiendo, si bien hacían cosas importantes, trascendentes y que buscaban el bienestar de todos, en realidad no mermaban al régimen, al sistema. Pensaban que era más fácil que todos juntos pudieran realmente llegar a significar algo más impactante, de más trascendencia y con mayores posibilidades de generar un cambio. Algo que olvidé, que es con lo que quería comenzar, es agradecerles a todos ustedes, porque aquí hay muchísimos que compartieron ideales, muchos dolores, tortura, persecución y violencia física y política. Al igual que nuestros padres. Compartieron eso con Raúl y con mi jefe. Y muchas veces nos acordamos de ellos, ¿no? De Diego Lucero, de Lucio, de Raúl, de Genaro, y los homenajeamos. Pero alrededor de ellos ha habido gente muy chingona, como todos ustedes, como muchos de ustedes. Que han pasado cosas cabronas. Entonces les queremos dar un agradecimiento muy fuerte.
Después, bueno: según relata Chelis, él presenta a mi jefe con Raúl y bueno, los dos norteños, Raúl un gran teórico, si nos damos cuenta, ninguno de los dos bautiza a su grupo, los demás los bautizan como “Los Procesos”, por el texto teórico de Raúl. Al grupo de mi padre, Lucio los bautizó como “Los Guajiros”, porque mi padre pensaba que podían llegar a pelear todos juntos. Según (en paz descanse) Ismael Hernández, quien me empezó a platicar sobre todo esto en un Vips de por aquí, me dijo que la primera vez que se vieron Lucio y mi jefe, mi padre le preguntó a Lucio que por qué no peleaban juntos él y Genaro. Y le contestaba Lucio que Genaro tenía una idea diferente de la lucha. Él quería ir logrando territorios separados o liberados. Y que su proyecto de nación era algo muy parecido al México que traicionó la Revolución Mexicana, que traicionaron Carranza y Obregón. Y que Lucio no pensaba igual. Él pensaba en los focos guerrilleros, en una insurrección generalizada y él sí quería un México marxista-leninista, comunista. Y mi jefe le dice a Lucio, ahí en la Sierra: “Lucio, yo creo que en lo que podemos estar todos de acuerdo es en que no queremos a estos cabrones, no queremos al PRI. No queremos esta burguesía, la pobreza que generan. Y ya después vemos nosotros qué hacemos, ¿no?; o ya veríamos, los que queden o los que lleguen, qué México queremos, pero yo pienso que sí podemos ponernos de acuerdo y luchar todos juntos”. Y me dice Ismael que Luci se le quedó viendo a mi jefe con cara de “Son sueños guajiros”. Entonces ninguno de los dos, ni Raúl ni mi padre, bautizaron su grupo. Lo bautizan los demás, por necesidades de identificación. Como “Los Procesos” a mi jefe; y a todos ellos como “Los ingenieros”, porque muchos de ellos estudiaban alguna ingeniería. Hasta muchos años después, se enteraron que les decían “Los Guajiros”.
No era cualquier cosa lo que hicieron Raúl y mi padre. Expropiaron 2 bancos en Monterrey el viernes 14 de enero de 1972. Y después los tres bancos que se intentaron hacer allá en Chihuahua, el 15 de enero. Entonces teníamos la sospecha, o pensamos que se habían puesto de acuerdo mi padre y Raúl. Pero después Vicky nos confirmó que sí, que alguna vez hablando con ella (porque ella también estaba en la clandestinidad, a diferencia de mi madre, que nunca peló a mi jefe, cosa que le agradezco infinitamente, porque ella fue quien nos sacó adelante a mis hermanas y a mí) que Raúl, en noviembre o diciembre le dijo: “Oye, unos compas de Chihuahua nos están invitando a hacer algo”. Entonces el plan, el proyecto original, pues, eran 6 bancos. No era cualquier cosa; o sea, era algo muy ambicioso; la bronca que buscaban era abrir otro frente de atención para el ejército, para el gobierno federal, porque era cuando más ruda y más cruda estaba la persecución a Lucio en Guerrero. La cantidad de efectivos militares que habían mandado a Guerrero, lo que estaban haciendo con las comunidades y todo eso, rebasaba lo criminal. También el que se asume como el Sancho Panza de mi padre en sus últimos meses de vida (Kiko Pizarro) me lo confirmó: “Yo lo escolté junto con otros dos, escoltamos a Diego al Parque México y ahí se reunía con Raúl. Los escoltas de Diego estábamos por acá y los escoltas de Raúl estaban por otro lado y ahí los vimos. Más de una vez me tocó ver cómo se reunían Diego y Raúl”.
El Grupo de “Los Procesos” también, como nos platica José Luis Alonso, se forma o toma la decisión de radicalizarse después del 10 de junio. Es cuando dicen “no hay de otra, el Gobierno está enfermo, no entienden palabras, no entienden luchas francas, leales y honestas, pues hay que comunicarnos con ellos con las armas, con la violencia, porque es la única manera en que ellos se comunican con nosotros”.
Mi padre (a diferencia de Raúl) ya se había radicalizado desde Madera. Lo más probable es que estuviera con Pablo Gómez y con Arturo Gámiz, porque poco antes del asalto al Cuartel Madera (tres o cuatro meses antes), un hermano de mi padre encontró armas largas en un armario. Entonces, hay cosas que no sabemos ni vamos a saber; me decía mi tío: “es que de lo que se trataba era precisamente de que las cosas no se supieran”. Entonces no sabemos de manera exacta cómo ni con quién, pero desde el 65 hasta el 72, mi padre ya anduvo alejado de las luchas estudiantiles, alejado de las luchas populares y dedicado a la lucha armada. Tal vez medio tiempo al principio y al final ya al 100 por ciento a la guerrilla.
Entonces, sin lugar a dudas, el legado de todos ellos, de Raúl y de mi padre, pues es inconmensurable. ¡No se puede medir!
A mí algunas veces hay personas que me han dicho: “Qué manera tan pendeja de morir la de tu padre”. Y yo estoy convencido que sin el dolor y el sacrificio de él y de muchos de ustedes, hoy no tendríamos ni siquiera este México que tenemos hoy.
Según analizó Jesús Vargas (un historiador que nos ayudó a presentar el libro en la nueva versión del libro allá en Chihuahua), nos dijo: “es que cuando matan a Diego, seguramente también cuando matan a Raúl, no sólo descabezan a sus grupos; igual con Genaro, descabezan al movimiento en general”. Gaspar, cuando se entera de la muerte de mi padre, dijo: “esta muerte va a caer, va a pegar muy duro allá en el centro, porque Diego era el motor de la organización”.
No se diga lo de Genaro, no se diga lo de Raúl. Entonces, por supuesto que fueron días muy duros, muy fuertes. Pero bueno, dejan una herencia muy grande en todos nosotros y en muchas más personas. Dice mi madre que nosotros tenemos un mal congénito, un mal físico en el cuello. Que nos impide agachar la cabeza. Y con todas sus consecuencias, aquí estamos y aquí seguimos. Y aquí seguiremos. Y a pesar de todo, la admiración y el respeto a todos ellos y ustedes, que ya les expresé. Pero muy en particular, me quiero ir agradeciéndole y reconociéndole todo a Vicky. Porque igualmente su ejemplo de dureza, de valor, de entereza y (perdón) de huevos, ha sido impresionante.
Gracias nuevamente, a todos ustedes.