Monterrey.- El Arte de la Guerra de Sun Tzu, escrito hace 2 mil 500 años en China, no es un libro bélico sino de estrategias para alcanzar objetivos eficazmente, con el mínimo conflicto.
En la solución de conflictos, las mujeres somos fuertes, inteligentes, firmes, preparadas, negociadoras y manejamos mil habilidades, sobre todo. Aparte de reconocer nuestras virtudes y defectos, debemos saber cómo y quiénes somos porque para solucionar problemas no se puede separar la manera de accionar con la forma personal de ser.
El maestro Sun Tzu –por cierto Tzu significa maestro–, nos orienta cómo utilizar el Arte de la Guerra para triunfar como expertas estrategas y vencer en los conflictos a través de integrar la ética a la práctica, de saber tomar decisiones y dominar un pensamiento, de ser creativas e innovadoras.
Donde actuemos, ya sea en la casa, el trabajo, la escuela, el partido o la comunidad, no importa cómo seamos, ni si nos gusta usar zapatos de cristal o botas militares, pues la mujer es de Venus, de Marte, de la Luna, de la Tierra.
Entre los principios éticos, las mujeres como poseedoras de muchos talentos, contamos con la honradez, la responsabilidad y el compromiso.
Las mujeres hemos sobrevivido con honor en un mundo desigual, como ciudadanas de segunda clase, subordinadas en el hogar y en el trabajo con sueldos inferiores, situaciones que hemos ido superando gracias a una fortaleza milenaria. Sun Tzu refiere que una de las estrategias más efectiva de las mujeres es demostrar debilidad y sumisión, hacer creer lo que no es.
Al llegar al Siglo XXI con un escenario radicalmente diferente al de épocas anteriores, ya no debe haber retrocesos, sólo avances en las luchas de las mujeres para no repetir la historia de un patriarcado dominador.
La sociedad patriarcal, donde se da la opresión del género femenino por parte del masculino, es una de las tantas desigualdades que caracterizan al sistema. Así como en lo económico hay diferencias de clases sociales y existe un vínculo de explotación de una clase sobre otra, también existe el racismo, donde hay quienes se autodenominan como raza superior, y muchas otras formas de exclusión.
La lucha del feminismo contra el patriarcado y contra la falacia del sistema, que pretende negarnos o arrebatarnos derechos específicos, atributos de género y valores en la especifidad, es un desafío para las mujeres que queremos ser iguales a los hombres en la diversidad, iguales en cuanto a derechos y deberes e iguales en tanto protagonistas de la lucha por un mundo sin explotación, pero diversas en materia de género, en la afirmación de nuestras particularidades femeninas, la sexualidad, la maternidad, el trabajo remunerado, la violencia, el trabajo doméstico, entre muchas otras.
Ocho formas de reconocer la feminidad:
1.- Las mujeres son creadoras de la belleza. El toque femenino lo necesita el mundo.
2.- Las mujeres son las vigilantes de la luz de la humanidad. Creamos vida y somos multifuncionales.
3.- Las mujeres no se dan por vencidas. Tenemos fortaleza interior y somos indomables, irredentas y tolerantes.
4.- Las mujeres son más sensatas que los hombres. La mujer es práctica en la vida laboral y en la vida personal diaria.
5.- Las mujeres son intuitivas. La intuición innata domina el pensamiento estratégico.
6.- Las mujeres son guardianes de la Madre Tierra. Su misión es mantener el entorno familiar, económico y terrenal.
7.- Las mujeres son fuertes. Pero, también inteligentes.
8.- Las mujeres son competitivas. Somos empáticamente competitivas.
La lucha del feminismo por poner fin a la discriminación, a la opresión y a la explotación no puede hacerse en forma aislada de los grandes combates de la humanidad por la justicia social, la equidad del desarrollo y la paz.
El feminismo no es un asunto de “mujeres contra hombres”. La lucha contra la inequidad es un tema de la transformación social, por tanto, involucra a todos los géneros, siendo un desafío colectivo en su totalidad. Es decir, la lucha por la equidad de género debe articularse con todas las demás luchas, para no generar retrocesos o enfrentamientos estériles.