Monterrey.- Ominosa, pero es una historia que se repite con distintos ropajes. Y obedece a lo que luego, entre burlas y veras se dice en una frase: “en el norte se trabaja, en el centro se administra y en el sur se toma el sol”. A esa frase la subyace un regionalismo con impulsos separatistas cuya fuente tiene indudables contornos de clase.
El anterior intento de rebelión fiscal lo protagonizó el empresario panista Fernando Canales Clariond a finales del siglo pasado, como gobernador de Nuevo León. Sus argumentos eran similares a los de los gobernadores de ahora: lo que la entidad contribuye es mucho comparado con lo que le devuelve la Federación. Los grandes empresarios de Nuevo León y los gobernantes a su servicio siguen el guión primitivo de un libro titulado El Nuevo Reino de León. Un estado sin impuesto. Su autor, Abelardo A. Leal, el padre, estuvo vinculado al diario que hoy se ha tornado en aparatoso boletín (Monterrey-CDMX) de la oposición empresarial y cuya divisa es devolver a estos empresarios su imagen glamorizada: ellos son los que churrchilianamente tiran del carro de la economía. Si fuese dable probar con un día sin trabajadores, se vería científicamente quién es quien tira ese carro. Ahora, desde posiciones ideológicas neoliberales, presionan para volver a los tiempos en que se mantuvieron bajo el más desaforado proteccionismo envuelto en la niebla globalista al uso de gobiernos que no dudaron en entregarles el oro (nacional) y el moro (estatal).
Los promotores de la rebelión fiscal, investidos gobernadores, en realidad son los voceros de quienes no sólo quieren ver disminuidas sus utilidades, sino obtener una buena tajada de la crisis económica ya en puerta. Es cierto, en México urge una reforma fiscal proporcional y equitativa, como dice el autor aquí comentado. Y para no hacer distingos que sólo encubren una injusticia a favor de los contribuyentes de mayores ingresos, que paguen más los que más ingresan. Sólo así podremos superar lo que el magnate estadounidense Warren Buffet ha dicho: “en los últimos 20 años de guerra de clases, la mía ganó. Somos los únicos que logramos reducir drásticamente nuestros impuestos.”
La inefable propuesta de Leal es que el gobierno federal los cobre así: 1. Por partes alícuotas (una unidad cada estado) 2. Por territorio (según su extensión y recursos naturales) 3. De acuerdo al elemento humano.
Lo del elemento humano es central, pues “sería injusto que los estados más laboriosos paguen por la indolencia, la desidia o el desinterés de los demás, peor cuando estos últimos tengan mejores recursos naturales, y por ello vivan despreocupados ante la prodigalidad de su territorio…” Ese territorio puede llamarse, por ejemplo, cerro del Mercado, Altamira, Cosoloacaque, Irapuato e innumerables lugares cuyos recursos naturales han sido explotados por una sóla familia de Nuevo León que ya está, con sus tiendas de conveniencia, en todo el país.
El humor involuntario de ese texto no está lejos de la ideología que han introyectado los grandes empresarios de esa entidad en su mundo laboral y su diversa periferia: “ahorro y trabajo”. Ante una crisis o como efecto de ella, es evidente quiénes son los que ahorran y quiénes los que trabajan sin conseguir ahorro alguno; al contrario, se les desemplea, se recorta su salario y endeuda como (Fobaproa-IPAB) para rescatar a los ahorradores. Los que nos han vencido –hasta ahora– en la lucha de clases quieren mantener a los trabajadores de aliados estúpidos y desmemoriados.
En cada una de las crisis registradas en el siglo XX y la que ha generado el capitalismo global, enmascarada por el Covid-19, el esquema es el mismo: campaña de rumores, fuga de capitales, chantaje económico y social con sus empresas y a través de los organismos empresariales donde predominan.
Fundada en 1929, a iniciativa de los empresarios de Monterrey, la Coparmex quiso impedir el avance sindical de los trabajadores y la aprobación de la Ley Federal del Trabajo. Punta de lanza en el combate al surgimiento de la CTM, hoy se dirige a los trabajadores para que apoyen su proyecto de reactivación económica.
Demandan un “salario solidario” aportado por el gobierno. La condición, para aceptarlo, sería que los empresarios lo devolvieran mediante utilidades solidarias. Los patrones también piden que el gobierno se endeude, igual que lo hizo Zedillo. El dinero de ese empréstito se quedó en las élites; la mayoría lo estamos pagando.
En Estados Unidos no se detuvo la industria militar ante la pandemia. Ya pide esta potencia que varias industrias vinculadas a ella en territorio mexicano regularicen sus actividades. En los empresarios nacionales siempre ha tenido a su mejor aliado. Sobre todo en los de Nuevo León y otros estados norteños: los más beneficiados por su situación limítrofe al norte y los beneficios que por ello obtienen del gobierno mexicano (maquiladoras, franja fronteriza, salarios). Algunos de ellos son los que, justamente, promueven la rebelión fiscal.
Si no piden ser anexados a Texas es porque allá la competencia empezaría por los salarios.
Mejor permanecer como Subtexas.