Monterrey.- En los últimos doce años la Facultad de Filosofía y Letras tuvo importantes promesas y avances para crear una institución mejor. Se eligieron de manera consecutiva a dos mujeres para encabezar la dirección de nuestra facultad. Las expectativas y entusiasmo no eran para menos, pues las últimas administraciones encabezadas por hombres se caracterizaron por prácticas altamente autoritarias, que dañaron la convivencia y el espíritu crítico de nuestra facultad. Se confiaba que el potencial transformador en lo cultural que caracteriza a las mujeres, nos permitiera reconstruir bajo formas horizontales de comunicación, las relaciones sociales en la comunidad de la facultad.
Desafortunadamente estamos a un paso de revertir lo ganado, ya que es un hecho que la nueva administración de la FFyL será encabezada por un hombre. Nuevamente se erigió el techo de cristal que ha impedido que más mujeres alcancen los más altos puestos de gestión universitaria. No se quiere decir que las mujeres administren y gestionen mejor la educación que los hombres, ya que mucho del buen funcionamiento de la educación está marcado por aspectos estructurales que están fuera del alcance de quienes dirigen la institución. Pero hay una gran cantidad de ejemplos que muestran la gran capacidad de las mujeres para enfrentar de mejor manera grandes retos y uno de ellos es la de la educación durante y después del Covid. Además, sabemos del potencial transformador de las mujeres en el campo institucional y cultural en materia de derechos, protección y de transformación en la relación entre hombres y mujeres en la sociedad, la familia y el trabajo.
La pregunta entonces es, ¿qué factores entraron en juego para revertir lo ganado por las mujeres en nuestra FFyL? Es decir, ¿cómo explicar la derrota de las mujeres en nuestra FFyL en la actual coyuntura política? Más aún, ¿estamos en posibilidades de revertir la decisión de las élites universitarias? Aventuro las siguientes reflexiones.
1.- En las más altas esferas universitarias, léase el gran elector, que es el rector, siguen operando los “juegos de poder” en la designación de los directores(as) de las preparatorias y facultades. Por lo que la perspectiva de género sigue siendo un cliché para los medios de comunicación y para las agencias acreditadoras. No por nada, no se ha dado una respuesta más contundente a los reclamos de las estudiantes que se sienten en desamparo en la universidad.
2.- Un sector de compañeras(os) maestras(os) de nuestra FFyL han puesto por delante el acceso al poder de las mujeres, dejado de lado o en impase el cambio cultural en la manera de ejercer el poder en nuestra facultad, reproduciendo no en pocas ocasiones prácticas autoritarias que caracterizaron a algunas administraciones lideradas por hombres.
3.- El movimiento poderoso de las mujeres ha llegado a la UANL, por lo que la actual coyuntura es más que propicia para que las mujeres de nuestra escuela profundicen las transformaciones que se requirieren en la etapa pos-covid. Transformación que necesariamente pasa por instaurar nuevas formas de relación con la comunidad de maestros, estudiantes y trabajadores, basadas en la igualdad, en el respeto y la tolerancia.
La decisión de las autoridades universitarias de dejar fuera a las mujeres de la dirección de la Facultad de Filosofía y Letras, debe de ser cuestionada por todos y todas quienes integramos la comunidad de esta facultad.
Alentemos las iniciativas de las compañeras maestras que desean contender por la dirección de nuestra facultad y sigamos apostando por el potencial transformador de las mujeres.
En la FFyL debemos de seguir apostando por las mujeres.
¡Las estamos esperando!