Monterrey.- El general Aureliano Blanquet, nació en Morelia, Mich., el 31 de diciembre de 1849. Participó durante la intervención francesa, en el sitio de Querétaro hasta obtener la rendición de los imperialistas. Con el triunfo de la República y apenas 18 años de edad se le comisionó para que vigilara al emperador, que estaba prisionero, esperando sentencia. El 19 de junio de 1867, fue el encargado de encabezar el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida de Maximiliano de Habsburgo, Tomás Mejía y Miguel Miramón. Al caer moribundo el emperador, Aureliano fue el encargado de darle el tiro de gracia.
Años después, y con el grado de capitán, fue enviado por don Porfirio Díaz a reprimir a los mayas, que se habían sublevado en Yucatán. Blanquet llegó a cometer todo tipo de atrocidades, entre ellas, desollar vivos a los rebeldes y dejar que se quemaran bajo el sol.
Siempre fue leal a Porfirio Díaz y enemigo de la revolución, sin embargo al salir del país Don Porfirio, permaneció en el ejército, jurando servir al gobierno de don Francisco I. Madero. Sirviendo a Huerta fue el encargado de apresar, con sus propias manos, al presidente Madero, quien alcanzó a darle una cachetada y espetarle: “Es usted un traidor” y Blanquet le contestó “es Usted mi prisionero” y encerró a Madero en un cuarto de intendencia de donde saldría tres días después para morir asesinado, junto con el vicepresidente José María Pino Suárez, mientras eran trasladados al “palacio negro” de Lecumberri.
Huerta premió a Blanquet nombrándolo General de División y Ministro de Guerra y Marina. Al caer Huerta, huyó a Cuba donde permaneció cuatro años. Regresó en 1918-19, para encabezar una rebelión contra el presidente Venustiano Carranza, con el objetivo de llevar al poder a su amigo, el eterno perdedor, Félix Díaz.
Sin embargo, pocos días después, Aureliano, huyendo del general Guadalupe Sánchez cayó con todo y caballo en una barranca de Chavaxtla perdiendo la vida. Los carrancistas, bajaron al fondo del precipicio y tomando el cadáver de Blanquet le arrancaron la cabeza y la exhibieron durante varios días como trofeo en el puerto de Veracruz. Así terminó el segundo traidor de Madero.