GOMEZ12102020

Tragando sapos
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Durante mucho tiempo ha dominado la idea cierta de que la izquierda mexicana es incapaz de mantenerse unida mucho tiempo y es que, se dice, tiene una gran propensión a la división, al tribalismo y la ruptura, sea por razones ideológicas –¿queda algo de esto?– o las conveniencias para avanzar rompiendo.

     Se podrá decir axiomáticamente que esta suerte de enfermedad política se potencia en el ejercicio del poder. Y es que el poder alimenta ambiciones, atiza pasiones y anima rupturas. Pero, también, es separación, desencanto, frustración, malestar, impotencia, enojo, incomodidad, cuando las decisiones se centralizan y de esa centralidad, se establecen alianzas, que resultan la antítesis de las aspiraciones justicieras de la izquierda o, más sencillo, es sentir en carne propia que se frena una ambición personal sea para servir o servirse en una posición de poder. Y es cuando salta en una franja el tema de la dignidad y en otros, quizá los más, el cálculo, el ángulo positivo de la suma, la expectativa de ganar y hacerse de una migaja de poder.

     Entonces, es cuando se explica razonablemente, la existencia de esos dos sectores de la izquierda en Sinaloa: Uno, los que siguen en clave de los valores de la izquierda y el programa político justiciero y la convicción de que Morena es una marca triunfadora a la que solo es necesario ponerle buenos candidatos, y el otro sector, el de los pragmáticos, que no se quedan circulando en el ámbito de la “nostalgia”, que juegan a como viene, que dicen que el objetivo es mayor, la conquista del poder y si hay que ir como talachero del diablo se anotan sin ningún prurito moral o ético. 

     ¿Cuál de los dos sectores es el mejor para el futuro? Me quedo con el primero. La política sino pone por delante la historia sus valores, luchas, anhelos, héroes, deudos, programa, está en el desvarío ideológico y el oportunismo que no construye historia positiva. Sin otro horizonte, que no sea la conquista del poder, por el poder, mismo.

     Claro, la crítica punzante, aguda, podrá señalar desde una mala lectura de Maquiavelo que “el fin justifica los medios”, que es mejor tener el poder a no tenerlo. Que no tenerlo no le sirve a nadie. Y en esto hay algo de razón. Donde, no la hay, es que teniendo una marca electoral que no ha dejado de atraer simpatías y eso se ve, en todas las encuestas, pero no parece ver “quien decide” y por ello, haya tomado la decisión de ir con el villano de nuestro sistema de partidos y garantizar teóricamente el triunfo electoral.

     Si, el PAS, que usando a la UAS coopta, somete, humilla, violenta, la dignidad de los universitarios. Y con esos rasgos autoritarios, o mejor con esa cargada “a huevo”, negocian y bien con quienes no hace muchos años ofrecieron acabar con ese caciquismo ilustrado de traje y corbata.

     Y no sólo eso, en esa jugada de entrada gana Héctor Melesio, o ¿cómo justificar la postulación pasista en 5 o 6 alcaldías entre ellas Mazatlán y hacer lo propio con ocho distritos de mayoría relativa? Y, por supuesto, con un buen lugar en la lista de las pluris además de posiciones de gobierno.

     Y, lo sorprendente, es que lo obtiene un partido que está en la lona de la representación, cuando de la pasada elección solo obtuvo un escaño y un puñado de regidores. Y, mejor, cuando el único que gana una buena cantidad de votos es Héctor Melesio candidato y está vez no va en la papeleta, y si no va, tiene un tercio de la votación histórica del PAS.

     Ahí, está, la estadística electoral, salvo en aquellos triunfos aislados donde su pragmatismo lo llevó a postular candidatos que el PRI no había promovido teniendo simpatía y arraigo en sus municipios. Entonces, eso provoca una pregunta de fondo, ¿porque se le dio tanto? ¿Acaso es la desesperación de Rubén Rocha o Héctor Melesio, es un gran negociador, que se vende caro y los otros son unos negociadores tontos que compran cuentas de vidrio? O fue un poder externo el que impuso este reparto de posiciones. Que obliga a tener a flote este partido y conservar el control sobre la UAS. La Universidad-partido. Y es que ¿de que otra manera se explica que Rubén Rocha haya aceptado darles tanto sacrificando las bases de apoyo de Morena? Sacrificando a quienes hoy están molestos y se declaran en huelga de proselitismo.

     Peor, si le creemos a Ismael Bojórquez, director de Riodoce, que Rubén Rocha le planteó a Mario Delgado la disyuntiva de que si no se hacia la alianza con el PAS, “se bajaba” de la nominación para gobernador. ¿Será? Y, haya sucedido o no, ese supuesto encuentro lo cierto es que está ahí la protesta mediática de liderazgos fundadores desde El Carrizo hasta La Concha.

     Que reclaman ilusamente la ruptura de la alianza con el PAS. Esa militancia está molesta y se siente agraviada, por esa decisión centralista. Antidemocrática. Y lo peor, dirán ellos, es que en los próximos días podrían anunciarse las candidaturas polémicas en Culiacán y Mazatlán. De esto sabremos el sentido de la decisión luego de la estancia de este fin de semana de AMLO en Culiacán y Mazatlán. ¡Ojo!, no son otras ciudades.

     O sea, en Morena las decisiones no están en las bases, sino en su élite que negocia en la Ciudad de México. Así, ¿cuál es la diferencia en la relación que tienen los dirigentes morenistas con los del PRI, o el PAN? A la vista ninguna. Estamos ante la quiebra de la institucionalización que debe regir la vida interna de los partidos y en este caso, garantizar derechos a quienes construyeron el triunfo contra los candidatos del PAS en la alianza con el PAN y lo mismo contra quienes todavía estaban en el PRI.

     ¿En que habrá de terminar este diferendo? Es muy probable que la alianza se consolide aun con el malestar de liderazgos regionales y franjas de las bases de Morena, porque hay amarres que sospecho van más allá de lo electoral. Y, eso, al parecer, ya se lo dijeron y lo entendieron algunos activos de la izquierda histórica y explica los desprendimientos, las rupturas, los brazos caídos, de figuras del rochismo que no soportaron seguir tragando sapos.