GOMEZ12102020

Traiciones
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Maquiavelo alguna vez escribió con perspicacia que “el Príncipe, para conservar su Estado, muchas veces se ve obligado a actuar contra su propia palabra, que debe tener los sentidos preparados para virar según lo ordenen los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas”. Y ese giro es el fundamento de la traición, o la negación en la política, como lo refieren los politólogos francés Yves-Roucate y Denis Jeambar, en un libro clásico sobre el tema: Elogio de la Traición: sobre el arte de gobernar por medio de la negación (Gedisa).

La traición viene desde el cristianismo, cuando Judas traicionó a Jesús por treinta monedas de plata, y en la negación del apóstol Simón Pedro, lo que llevó a concluir a los pensadores galos a que sin esas traiciones “la aventura cristiana hubiera concluido en el impasse de una secta y no hubiera cambiado la historia de la humanidad”. Es decir, la traición en política no necesariamente es mala cuando se le despoja de la moral pues está asociada lo mismo al bien común, como a la perversión, en función de fines.

Y esa historia de traiciones se repite una y otra vez acá y allá. La única diferencia que puede distinguir entre los tipos de traiciones remite a otra máxima maquiavélica: “el fin justifica los medios” que lleva implícito un dilema ético. Esta práctica está muy extendida en la historia mundial y, particularmente, en nuestra historia nacional.

Registra, por ejemplo, a Victoriano Huerta traicionando a Francisco I. Madero para imponer una dictadura militar. A Lázaro Cárdenas exiliando a Plutarco Elías Calles, para avanzar en su proyecto nacionalista. A Luis Echeverría, mandando al ostracismo a Gustavo Díaz Ordaz. A Carlos Salinas, que puede estar detrás del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ernesto Zedillo, exiliando a Carlos Salinas en Irlanda y encerrando en la cárcel a Raúl su hermano. Vicente Fox traicionó, algo más abstracto, a la democracia que la gente había votado en el verano del 2000. Y Felipe Calderón traicionó a este país, al entregar la seguridad pública al crimen organizado.

En Sinaloa, Jesús Aguilar traicionó a Juan Millán, quien, nos dice Arturo Santamaría en su libro sobre el exgobernador, cuando intentaba a través de él extender su mandato y crear un maximato; incluso, Mario López Valdez hace lo propio con Juan Millán, quien lo había llevado a la gubernatura; y Quirino Ordaz traiciona a su partido para salvarse ante el gobierno de López Obrador.

Y en estos escasos siete meses de ejercicio de gobiernos morenistas en Sinaloa, hemos sido testigos de una serie de traiciones con el fin, nos dicen, de alcanzar la gobernabilidad del estado. Ahí está las traiciones de Rubén Rocha y Luis Guillermo Benítez, a Héctor Melesio Cuén; el primero por partida doble, cuando este destrabo jurídicamente el paso a su nominación como candidato a gobernador y postuló el PAS al hoy alcalde de Mazatlán; y la segunda, su salida como titular de la secretaria de Salud; en tanto el químico Benítez traicionó a Héctor Melesio, al no aceptar entregar cargos en la administración municipal que contemplaba el convenio de coalición electoral.

Y Héctor Melesio, dirán otros, traicionó a Jesús Estrada Ferreiro, cuando los diputados del PAS no lo acompañaron y terminó con su desafuero al ser parte del golpe parlamentario, para poner al nuevo alcalde por encima de la voluntad popular. Aunque Cuén Ojeda afirma que estaba dispuesto a acompañarlo si hubiera sido juicio político, no en el caso del desafuero por presuntos delitos en el ejercicio de gobierno.

Y finalmente, el Congreso del Estado traicionó a los votantes cualiacanenses al nombrar a un alcalde sustituto, para satisfacer una ambición de poder y este habrá de estar siempre a la orden de quien lo puso y no de los electores que votaron por Estrada Ferreiro. O, dicho de otra forma, la designación de este alcalde podrá ser legal, pero nunca legítimo. Recordemos, en democracia representativa, la legitimidad solo viene de los votos.

Y la experiencia muestra que la traición no lo determina el “proyecto” de un mandato, sino frecuentemente las venganzas por agravios acumulados bajo la máxima mafiosa: “la vendetta e un piatto che si mangia freddo” (la venganza es un plato que se saborea frío). Aunque aquí, algunas veces, las venganzas se han saboreado todavía calientes, humeantes.

Se podrá argumentar en contra de que detrás de algunas de estas traiciones está un bien superior quizá, si, por ejemplo, la decisión de Lázaro Cárdenas de desprenderse de Elías Calles y dar fin al Maximato, que había alcanzado a tres presidentes (Abelardo Rodríguez, Emilio Portes Gil y Pascual Ortiz Rubio), o localmente, aun con todas las dudas que se le quieran poner, la ruptura de Jesús Aguilar Padilla con Juan Millán, que dejó en suspenso su maximato que retomaría en 2010, al apoyar a Mario López y ganar con el PAN y el PRD la gubernatura del estado (otra traición).

Pero volvamos a la traición y la negación, que ha sido la constante de este incipiente sexenio que conocemos gracias a la prensa libre que tiene Sinaloa y permite a su gente no chuparse el dedo cuando se afirma que “Estrada se lo acabó su lengua”, “que se respetó la constitucionalidad de los actos legislativos”; no, lo que se está viendo es que detrás de todo este juego del poder se encuentra la obsesión por tener el control político y administrativo del estado, aun cuando esto signifique tener al miedo como principal instrumento de coacción social.

Todo esto podría esperarse de un gobierno autoritario, pero no de un gobernante con credenciales de lucha democrática. Que hasta tenía prestigio entre las elites intelectuales del país; pero dirán algunos, le ha ganado la simple y vulgar ambición, y mejor cuando con el apoyo de una oposición partidaria sumisa y oportunista, una clase empresarial que no dice lo que piensa, para no meterse en problemas, y una sociedad indiferente, rendida ante el temor, el miedo y amenazada a la vuelta de muchas esquinas.

O sea, el poder estatal tendría que mandar otros mensajes en clave de fortaleza, para que lo dicho por el pensador florentino tenga sentido de futuro en Sinaloa; de lo contrario, lo que hemos visto en estos ocho meses será la constante en este “gobierno de la 4T”, es decir, la traición por la traición misma; y eso va contra su virtud en política.

Al tiempo.