Mujeres indígenas migrantes y emociones
Tijuana.- Las historias de migrantes mexicanos en Estados Unidos suelen asociarse con el anhelo del “sueño americano”, con la búsqueda de mejores oportunidades económicas y de una vida exitosa, fuera del territorio nacional. Inmediatamente asociamos el dinero y los lujos con nuestros paisanos que ganan en dólares, sin embargo, detrás de cada caso encontramos historias complejas, a veces dolorosas y difíciles de contar, como las que tienen las madres y mujeres que emigran.
A diferencia de los hombres, que suelen salir de sus lugares de origen por motivos económicos, algunas mujeres se han visto obligadas a emigrar porque en sus lugares de origen experimentaron diversas formas de violencia, como la intrafamiliar, el acoso y el abuso sexual, tal como le sucedió a Lluvia, mujer indígena de 46 años, originaria de una pequeña población rural y campesina del Centro de México.
La historia que conoceremos de Lluvia está marcada por el dolor de la huida y de un intento de feminicidio del cual salió ilesa, por suerte. Cuando era tan solo una joven madre de 24 años decidió separarse del papá de su hija, sin embargo, su expareja no toleró que ella le pidiera el divorcio e intentó acabar con su vida. A raíz de este evento la alternativa que se presentó, como la más viable, fue la de emigrar a Estados Unidos, al estado de Florida, en donde vivían sus hermanos, lugar en el que lograría iniciar una vida lejos del peligro. Con mucho miedo y dolor dejó a su pequeña hija encargada con sus papás, y se embarcó –junto a otras mujeres y hombre de la región– en una aventura rumbo al norte, con la guía de un coyote que se encargó de llevarla a su destino migratorio.
Lluvia recuerda que al emigrar comenzó a sentir emociones complejas y encontradas, mismas que la han acompañado durante toda esta etapa de su vida como mujer migrante. Durante su tránsito migratorio ella sentía feliz de saberse viva, Estados Unidos, donde la esperaban sus queridos hermanos, y por la otra parte su corazón comenzó a nublarse de sufrimiento por estar lejos de su amada hija; fue en ese momento que identificó uno de los dolores más grandes que había sentido en toda su vida, y que era causado por el “ndunthi dumüi”.
En su lengua originaria, el hñähñú, se dice que el “ndunthi dumüi” es la profunda tristeza y el dolor que genera la separación de un ser querido. Para Lluvia dicha emoción se ha ido intensificando con el tiempo, ya que a la fecha tiene más de 20 años ejerciendo una maternidad transnacional y no sabe cuándo se reencontrará con su hija. De momento la única alternativa que tienen para mantenerse en contacto y para paliar el “ndunthi dumüi” es mantenerse en comunicación cotidiana vía telefónica o a través del envío de cartas, remesas económicas y regalos que se hacen con frecuencia.
Para finalizar me gustaría mencionar que, para los pueblos originarios de México, la migración internacional es una realidad arraigada a sus experiencias culturales y emocionales vistas desde la cultura afectiva. Tal como lo demuestra la historia de Lluvia, la complejidad de la migración femenina en pueblos indígenas suma elementos relevantes y dignos de estudio y atención. Ella nos demostró, desde su experiencia como madre y trabajadora, que no es fácil alejarse de la familia y del terruño, y nos abrió su corazón para explicarnos cómo vive dentro de una mezcla de emociones contradictoras que se presentan desde el más crudo “ndunthi dumüi”, hasta el más fuerte sentimiento motivación y esperanza que siente al ir diariamente al trabajo, para salir adelante y luchar por un mejor futuro para ella y su hija.
* El Colegio de la Frontera Norte – Estancias Posdoctorales.