Tijuana.- Hay quien basa su estrategia política frente al poder en el temor. Históricamente la forma de atacar a los poderes constituidos es sembrar temor y odio. Se trata de una díada que bien administrada puede causar graves conflictos en el ser humano. Incluso desde el poder se puede llevar a cabo esta estrategia con éxito. Recordamos el terrible episodio en el pueblo de San Miguel Canoa, Puebla en 1968, cuando el sacerdote incitó a los pobladores a linchar a unos trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla que habían llegado para escalar La Malinche y el sacerdote difundió que iban a poner una bandera de huelga en la iglesia porque eran comunistas.
La pandemia del Covid 19 ha dividido materialmente a la sociedad en dos bandos: quienes apuestan por el temor (y el odio) para minar las bases de apoyo del gobierno democráticamente electo y por el otro, un gobierno federal que trata a todas luces de generar esperanza ante la terrible situación que padecemos. Con esta mirada esquemática podemos acercarnos diariamente a los medios de comunicación y a las redes sociales y comprobarlo fehacientemente.
La confrontación de la que estamos siendo testigos no parece tener signos de solución en el corto plazo. Lo que se juega es el poder del Estado a través del control del gobierno, así de sencillo. En el caso mexicano, pero también en otros países, por ejemplo España, sucede de la misma forma, no se trata de discutir sobre el proyecto de Nación. La oposición no lo tiene o al menos no lo puede hacer explícito o reivindicar públicamente pues perdería muchos adeptos.
Lo único que une a las oposiciones es regresar al modelo que se encuentra en crisis. Califiquémoslo de neoliberal o como se quiera: es el que se impulsó desde 1982 hasta el 2018. Y que ponía en el centro dos dimensiones: la retirada del Estado de la intervención económica y social y la reivindicación del mercado y de la apropiación privada de todos los recursos que antes eran públicos.
Este modelo, nos dicen los estudiosos españoles, llevó al desmantelamiento de la sanidad pública y la privatización de los servicios. Eso explica lo que ha sucedido en las residencias para ancianos, la mayoría privadas, y donde se reportan la mitad de las muertes por Covid 19. No hay grandes diferencias con lo que sucedió en nuestro país. En México se apostó por llevar a la quiebra a las instituciones de salud pública a favor del surgimiento de grandes consorcios médicos y hospitales privados. Hoy lo podemos comprobar fácilmente en el triste rol que les ha tocado jugar a miles de médicos explotados por las farmacias regalando sus servicios y atiborrando a los pacientes de medicina aunque no lo requieran. Es el negocio del servicio privado.
Pero ese modelo, idolatrado por los promotores del miedo, muchos de ellos que combinan la academia con las editoriales en los principales medios de comunicación, buscan sembrar el temor para abrirle paso a quienes serán los candidatos en 2021. Su problema es la fragmentación y la disputa interna que pronto asomará entre los partidos opositores que serán los medios para impulsar ese ansiado “regreso al pasado”.
Insisto, muchos de dichos “líderes de opinión” no pueden externar cuál es su proyecto alternativo al que impulsa el actual gobierno. Por una sencilla razón: sólo postulan regresar al pasado, de nuevo poner en el centro las políticas que nos llevaron a la crisis y a la terrible situación por la que atravesamos. Por eso toda su actividad mediática se basa en denostar, cuestionar –sin fundamentos– lo que se haga o deje de hacer.
Son literalmente reaccionarios; sólo reaccionan ante lo que se propone desde el gobierno. Sólo unos cuantos, los más radicales, se atreven a llamar a sus acciones por su nombre y hasta sueñan con un golpe de Estado o con la dimisión del presidente. Medran con el miedo sin atreverse a reconocerlo. Representan a las minorías privilegiadas de siempre. Sienten que el país les pertenece; no soportan ser oposición. Siembran temor y odio para regresar al pasado. La crisis de la pandemia los ha desnudado. Dejaron el confinamiento a destiempo.