En una guerra híbrida las sanciones económicas tienen el poder destructor del entramado socioeconómico y político-cultural; pueden ser más dañinas que una bomba nuclear. De la misma manera que amenazar con la utilización de armas nucleares tiene un poder sicológico e intimidador insondable. Por si fuera poco, todo apunta a que Putin saboteó el gasoducto Nord Stream 2 cerca de Suecia, con una serie de explosiones submarinas que descartan un accidente. Otro elemento inédito son la utilización de drones suicidas de fabricación iraní, que aúnan bajo coste de producción y una capacidad de dañar que ni la misma Rusia había imaginado y menos aún desarrollado.
Las ejecuciones masivas de población civil, la intoxicación informativa y fake news al interior de Rusia, pero también en redes sociales occidentales, la ejecución de empresarios y políticos rusos disidentes, en algunos casos familia incluida y, para sorpresa de todos, la retórica del chantaje nuclear, aun en su versión de arma táctica de pocos megatones, acaban por conformar el escenario de esta desestabilizadora guerra híbrida.
Todas las partes coinciden en que la utilización de armas nucleares sería la transgresión de una peligrosa línea roja. Joe Biden, el mismísimo presidente de los Estados Unidos, ha hablado del riesgo de un Armagedón. Un escenario catastrófico, porque en una guerra nuclear entre Rusia y la OTAN nadie ganaría; todos perderíamos. Existen simulaciones de cómo serían las réplicas y contrarréplicas del lanzamiento de misiles con cabezas nucleares en la primera hora del conflicto; y llama la atención el riesgo que corre Tijuana por su vecindad con San Diego.
México no puede estar expectante ante esta amenaza de ataque nuclear, ya que San Diego, con todas sus bases aeronavales y del ejército de tierra, sería una de las primeras ciudades estadounidenses en ser borrada del mapa. Las bases aeronavales en la región son de las más importantes del mundo; solo basta ver que suele haber atracados 4 o 5 portaviones en la bahía de San Diego, para calibrar su importancia militar. Y no hay que ser experto para saber que Tijuana, de producirse el ataque, sería afectada de lleno: el muro fronterizo de Trump no impide el paso de la radiación o de la onda expansiva. Tijuana, con más de 2 millones de habitantes en la región, sería una de las primeras víctimas colaterales. Aunque, claro, siempre nos podríamos encomendar a la efectividad del escudo o defensas antimisiles que, tanto terrestres como navales, “defienden” a la estratégica región de San Diego.
Ante este escenario, ciertamente catastrófico y extremo, en otros países se están repartiendo pastillas de yodo especiales o, al menos, fabricándolas para asegurar un stock. Estas pastillas aminorarían el impacto de la radiación, sobre todo en la población menor de 40 años. ¿En Tijuana se tienen planes para afrontar este potencial riesgo? Sospecho que no.
* Investigador de El Colef.