Monterrey.- La semana pasada fueron días atípicos en Nuevo León. Desde el lunes comenzaron las advertencias sobre la dimensión y la posible trayectoria de la tormenta tropical Alberto. Fue el martes 18, cuando llegó el comunicado de las autoridades estatales: las clases de educación básica serían suspendidas debido a los riesgos que se anticipaban por las lluvias. Luego, siguió la petición oficial a las cámaras de comercio e industria, para que llevaran sus actividades en modalidad a distancia, evitando así, arriesgar las vidas de su capital humano. Antes de que terminara el día, la mayoría de los sectores se habían pronunciado a favor. Al día siguiente, para muchas personas, la jornada laboral terminó antes de las 2 de la tarde. El torrencial era inminente.
Como muchos, aproveché las primeras horas del miércoles asegurándome que mi casa estuviera preparada para la lluvia. Pero, mientras yo me ocupaba de lo mío, mi vecino, don Gerardo Martínez, se ocupó de lo de todos. Don Gerardo es un caballero perteneciente a otra época, una en la que se estilaba saludar a tus vecinos ‒con sinceridad‒. Aquella, en la que las personas aprendieron a llevar consigo la perseverancia de vivir una buena vida, no dependiente a la superación material, sino al fortalecimiento de su voluntad. Congruente a su carácter, mi vecino salió a limpiar la basura acumulada durante meses, en el resumidero de la cuadra. Fue preparado con algunas herramientas y bolsas de basura, solo le acompañaron un banquillo y sus canas. La solitaria tarea le tomó casi dos horas.
En tres días, llovió casi la mitad de la media anual, estimada en 650 milímetros anuales, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Los datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), indican que las precipitaciones de la tormenta tropical Alberto acumularon, en promedio, 279.23 milímetros de agua, en el estado de Nuevo León. A pesar de la magnitud de estos volúmenes de agua, mi casa, al igual que las de mis vecinos, no sufrieron la misma suerte que otras, incluida la del Sorteo Tec. Estoy segura de que, así como don Gerardo, hubo más vecinas y vecinos que se ocuparon del bienestar de la comunidad en la que habitan; sus historias merecen ser rescatadas.
* Investigadora postdoctoral en El Colef.