Monterrey.- Don Belisario Domínguez, médico de Comitán Chiapas, senador de la República, fue asesinado por órdenes del chacal Victoriano Huerta el 7 de octubre de 1913. Como sabemos, Huerta arrebató la presidencia de la República a Don Francisco I. Madero mandándolo asesinar junto con el Vice Presidente José María Pino Suárez el 22 de febrero de 1913. El 29 de septiembre de 1913 el doctor Belisario Domínguez pronunció un valiente discurso contra Victoriano Huerta, que le costó la vida. De ese discurso, he tomado el siguiente fragmento:
“El pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular. Don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquél que le sirve de obstáculo. ¿Qué se diría a la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que, sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?”
La noche del 7 de octubre de 1913 Don Belisario Domínguez fue sacado de su habitación en el Hotel Jardín de la capital del país y conducido al cementerio de Xoco, en Coyoacán, donde se le martirizó y asesinó cruelmente. Sus verdugos: Gilberto Márquez, Alberto Quiroz, José Hernández Ramírez y Gabriel Huerta, sepultaron el cadáver. El doctor Aureliano Urrutia, enemigo profesional de Belisario Domínguez, le cortó la lengua al cadáver y se la envió como "trofeo" a su amigo Victoriano Huerta. Aunque hay un libro de su nieta Cristina Urrutia Martínez titulado “Aureliano Urrutia: del crimen político al exilio” editado por Tusquets que señala “Aureliano Urrutia, ministro de gobernación durante la administración de Victoriano Huerta, es uno de los villanos favoritos de nuestra historia, no sólo por su estrecha relación con el político y militar mexicano sino también por su presunta participación en el asesinato, y mutilación de la lengua, del senador Belisario Domínguez.
Pero, ¿qué tan cierta es esa acusación? En esta reveladora biografía, Cristina Urrutia no sólo brinda luces respecto de ese episodio, sino que también describe desde los avatares más cotidianos del también médico, hasta los más controvertidos. Con un enfoque integrador y objetivo, así como con fuentes documentales y de primera mano, la autora, nieta del biografiado, nos brinda un fiel retrato de la infancia del doctor en Xochimilco, de su desempeño como catedrático, de la fundación de su sanatorio en Coyoacán y su bulliciosa vida familiar.”
En memoria de don Belisario, desde el 3 de enero de 1953 por Decreto del presidente Adolfo Ruiz Cortines, el 7 de octubre de cada año, el Senado de la República entrega la “Medalla Belisario Domínguez” que de acuerdo con la propuesta de Ruiz Cortines “Se crea la Medalla de Honor “Belisario Domínguez” del Senado de la República, para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra Patria o de la Humanidad.” La primera medalla se entregó en 1954 a la maestra Rosaura Zapata, símbolo de la educación preescolar nacional.
A la fecha se han entregado más de sesenta medallas, la mayoría a personas de señalados méritos como Miguel León Portilla, y otros cuestionados como María Cámara Vales de quién se decía que su mérito fue ser la esposa de José María Pino Suárez, o Fidel Velázquez de quien se decía que carecía absolutamente de méritos para recibir la presea. En 2016 se entregó post mortem a Gonzalo Rivas el hombre que en 2011 pereció tras cerrar válvulas que evitaron la explosión en una gasolinera a la que algunos individuos le prendieron fuego durante un zafarrancho entre estudiantes y policías al borde de la Autopista del Sol que conecta la Ciudad de México con Acapulco.
Me tocó asistir a la entrega que se hizo de esta presea en favor del maestro Ramón G. Bonfil, en 1992 excelente mentor quien dictó algunas conferencias durante los festejos del Centenario de mi alma mater, la Benemérita y Centenaria Normal “Ing. Miguel F. Martínez” y con quien tuve especial amistad y le guardé gran admiración. Otros maestros que han recibido esta presea son: Miguel Ángel Ceballos (1968), Jesús Romero Flores (1976), Luis Álvarez Barret (1981), Griselda Álvarez (1976), Ramón G. Bonfil (1992) y Luis González y González (2003).