CORONA08062020

Un periódico centenario con vocación cultural.
El Porvenir 1919-2019, cronista de un siglo

Erasmo Enrique Torres L.

Monterrey.- El Porvenir nació hace cien años, “para finalidades de orden político”, señaló el licenciado Héctor González (1993, p. 128). Pero esa no fue la nota distintiva de la nueva publicación; fue y es un periódico informativo. Sin embargo, desde su inicio se caracterizó por tener una marcada inclinación hacia la literatura.

     En la página editorial (ubicada en la segunda del diario), se creó una sección poética a la que su director, Ricardo Arenales, llamó Intermezzo Lírico donde, en su primer número, incluyó un poema de Leopoldo de la Rosa, poeta colombiano y por consiguiente paisano de Arenales. En las subsiguientes ediciones del periódico, se incluyeron principalmente textos de poetas latinoamericanos. De Froilán Turcios, poeta hondureño, se publicó La Voz del Mar; el nombre de Froilán Turcios aun antes que en El Porvenir, se le encuentra en La Voz de Nuevo León. Desde luego los de Arenales no podían faltar y aparecieron Vivir, que empieza: “cual triste prisionero que vé tras los cristales”; su Parábola de la Noche Estrellada y otras más. De Manuel J. Othón se agregó Meridies; de Manuel Machado, español, Rosas de Otoño; de autores mexicanos encontramos a José Peón del Valle y su texto A Nicolás Bravo; y de autores locales está Rafael Lozano, Jr. y su poema En Este Desamparo, cuyo primer verso dice: “Por los bancos sin nadie de esta obscura alameda”.

     No es extraño ver esa inclinación literaria de El Periódico de la Frontera, toda vez que Ricardo Arenales, su director –propietario (como reza la leyenda bajo el título y el subtítulo)–, era y es uno de los grandes poetas americanos. Esa savia poética que nutrió al periódico, proviene en parte de la labor editorial que don Jesús Cantú desarrolló aun antes de nacer el diario. En 1921, en una de las ediciones de El Porvenir, incluyó el poema del profesor Serafín Peña Ante el Rústico Hogar (Ya Desierto) De Mi Infancia y lleva como dedicatoria: A mi excelente amigo el distinguido literato D. Eusebio de la Cueva. Poema extenso que escribió en 1883 y sin duda apareció en algún periódico de la época, de donde creemos, lo tomó El Porvenir. Es interesante porque nos ofrece la imagen de poeta del benemérito de la educación y se rescata ese escrito, de una posible pérdida por la acción destructora del tiempo. No queremos dejar de reproducir un fragmento:

     ¡Salve, oh sagrado sitio silencioso, // Que en tu triste recinto solitario // Aun guardas, como amigo cariñoso, // Este bendito techo hospitalario, // Que me prestó su bondadoso abrigo // En la dichosa edad de los ensueños, // En que hablaban los ángeles conmigo!

     El Porvenir siguió fiel a su vocación literaria y empezó a publicar suplementos culturales; en los años sesentas varios jóvenes formaron el grupo Kátharsis y en El Porvenir publicaron el suplemento El Grillo Verde, donde destacaron Hugo Padilla, Homero Garza, Arturo Cantú y otros más. Luego de una interrupción lo continuarían Jorge Villegas y Hermila Martell, con la importante participación de Rosaura Barahona y Alfonso Reyes Martínez.

     Una acción que impactó en la vida cultural de Nuevo León y en particular de Monterrey, fue la aparición del suplemento
Aquí Vamos en 1982, bajo la dirección de Jorge Cantú de la Garza, con el indispensable apoyo de Alfonso Reyes Martínez, quien por cierto conserva una colección. Vale la pena editar su índice, que mucho ayudaría a los investigadores. De Ernesto Castillo, catedrático de la Prepa 16, conocemos la tesis presentada en la Facultad de Filosofía y Letras y que tuvo como fuente de documentación del Aquí Vamos. Durante diez años circuló este suplemento, cuya lista de colaboradores es enorme.

     También es obligado reconocer la acción de El Porvenir a favor de la producción bibliográfica del estado. Aun antes del surgimiento de El Porvenir, del taller de don Jesús Cantú Leal habían salido varios libros; don José P. Saldaña, en 1917, a sus 26 años de edad, publica su primera obra, bajo el sello: Imp. J. Cantú Leal, llevando por título Del Pasado y del Presente, libro hoy inconseguible. De los profesores Serafín Peña, Pablo Livas y de don Eusebio de la Cueva se imprimieron libros. De éste, con prólogo de Rafael Nájera, don Jesús editó Ondas de Vida. Ya como empresa editora de El Porvenir, en sus talleres se imprime en 1920 la obra del profesor Plinio D. Ordóñez La Glorificación de Dos Maestros Nuevoleoneses, donde se incluye la crónica del sepelio del ingeniero Miguel F. Martínez, aparecida en El Porvenir. Tal vez sea ésta la primera publicación con el sello de Empresa Editora El Porvenir. La firma anterior era: Imp. J. Cantú Leal. En 1925 se empieza a imprimir la Historia de Nuevo León, de don David A. Cossío, que apareció en seis volúmenes. Del mismo autor se editó su novela en 1932, El Paraíso de los Turistas; un año después se imprime la obra del general Manuel W. González: Con Carranza. Episodios de la Revolución Constitucionalista 1913-1914. Con ilustraciones de Urquijo Jr. Hoy reeditada por el INEHRM.

     Otra faceta que encontramos en esta publicación centenaria es su inmenso caudal de información de suma utilidad para el investigador; sirva de ejemplo el caso de la doctora Bárbara June Macklin, de Connecticut, E.U., quien basó su trabajo de investigación sociológica sobre el Niño Fidencio, en las notas que publicó este diario acerca de la visita realizada en 1928 por el presidente Plutarco Elías Calles a Espinazo, N.L. Su trabajo quedó publicado en el Anuario
Humanitas de la UANL, en 1967. Hay más, muchas más obras de autores extranjeros y sobre todo de los de casa, cuya fuente de información la obtienen del periódico centenario. Un elemento constante ha sido el contar con excelentes escritores. A vuela pluma y quemando etapas, queremos ubicarnos en la década de los 60´s cuando en este diario leíamos los amenos artículos de Humberto Buentello Chapa, de don Israel Cavazos, del profesor Pedro Reyes Velázquez, autor de dos columnas: Sopa de Letras y Aventura y Escarmiento; del doctor Arroyo Llano, del profesor Alfonso Reyes Aurrecoechea; del gran periodista que fue Hugo L. del Río; y le sigue una enorme lista de plumas. Hemos mencionado, a manera de muestra, unos cuantos; los que ya pasaron a mejor vida.

* Texto leído en la sesión ordinaria de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia Geografía y Estadística, A.C., el día sábado 16 de febrero del 2019.