*En memoria de Eleazar González
Monterrey.- Hoy 11 de septiembre del 2020, se conmemoran 49 años del Festival de Avándaro, un evento que marcó un parteaguas en la historia musical de México, y que es un gran legado para quienes nacimos en las décadas posteriores.
Cuando yo era niña, recuerdo que mi padre, Don Eleazar González (QEPD), me platicaba sobre el movimiento hippie de finales de los sesenta y principios de los setenta; cuando la juventud tenía ideales de amor, paz y libertad, y que realmente luchaban por ello, siendo verdaderos actores, y no sólo activistas de escritorio, o como diríamos ahorita, activistas en redes sociales. Ellos le entraban a todo, hasta el límite de las consecuencias.
A él le tocó vivir todo este movimiento de cerca, pues a pesar de haber nacido en Marín, Nuevo León, a principios de los sesentas mis abuelos lo enviaron a estudiar Comercio a Monterrey, integrándose pronto a trabajar en una fábrica de mucha tradición en la industria textil.
Pero, entre sus idas y venidas de Monterrey a Marín, la música siempre estuvo en su vida, y a él le tocó ver esa evolución de las baladas clásicas de los sesentas, muy al estilo de Los Reno, a la psicodelia de los Beatles, y después, al sonido de las Big Band, dignamente representadas en nuestra localidad por el sonido de La Banda Macho, liderada por mi buen amigo Virgilio Canales, y de La Tribu, con su brillante escuadrón de músicos, entre los que destacan Miguel M. Ferrigno, Raymundo Sáenz (QEPD), y la impresionante capacidad vocal de Polo Sánchez (QEPD).
Pero también, me llamó mucho la atención cuando mencionó el Festival de Avándaro, en Valle de Bravo. Ese evento musical, que tenía programada una carrera de autos, y que por demasía de asistentes tuvo que ser cancelada. Ese concierto en el que más de 300 mil almas vibraban en una misma frecuencia. El fenómeno en el que Nuevo León tuvo una presencia fabulosa, con la memorable participación de “El Amor” y su tema insignia “I love you more” (que luego adaptaron al español como “Te amo más”).
Después de escuchar todas estas historias, Avándaro se convirtió en mi sueño; el lugar al que, si tuviera el Delorean de Marty McFly, iría sin pensarlo, pues de acuerdo con lo que he visto en documentales e imágenes, se sintió un ambiente de amistad, de hermandad, en el que no había distinción por sexo, idioma, cultura, lugar de origen, etcétera.
Al paso del tiempo, después de trabajar en radio con Omero González (QEPD), tuve la fortuna de conocer a los muchachos de “El Amor”, quienes me confirmaron todo aquello que yo idealicé, haciéndome que me enamorara más de todo lo que significa Avándaro, convirtiéndose la visita a la laguna, en una verdadera meta a lograr.
Pero, ¿qué nos deja Avándaro a las nuevas generaciones? A pesar de que eran tiempos difíciles, Avándaro nos demostró a quienes nacimos décadas después de su emisión, que la música es un lenguaje universal, que no distingue razas, culturas, sexo, ideologías, nivel socioeconómico; además de también dejarnos un gran legado musical, con grupos que se mantienen vigentes hasta la fecha, y que son parte de la cultura popular mexicana, como “Three Souls in my Mind”, que ahora conocemos como “El Tri”. Finalmente, otro de los aprendizajes que personalmente tomo de este evento, es el de “renovarse o morir”. Si te quedas haciendo lo mismo que hace una década, no avanzas, y quedas obsoleto; aplicando esto en todas las ramas de la vida de una persona.
Después de todo esto, no me queda más que agradecer a mi padre por haberme dejado la mejor herencia: el gusto por la buena música, así como haberme impulsado a soñar y seguir mis ideales y metas, cantando, tocando, y al mismo tiempo, aprendiendo de los mejores: los chicos de la Generación Avándaro.
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