Monterrey.- Hace décadas conseguí un ejemplar de la primera edición de “Crow: From the Life and the Songs of the Crow” (1970) del gran poeta Ted Hughes (a quien por cierto culparon de llevar al suicido a su pareja, la poeta Silvia Plath).
En una cena que tuve en mi casa para festejar al enorme poeta Juan Gelman, ya muy entrada la noche, y al calor de los whiskys, le regalé a Juan este curioso ejemplar de “Crow”, que con tanto celo había yo guardado por décadas.
Gelman aceptó mi regalo pero con la condición de que nuestro mutuo amigo Ivan Trejo leyera en voz alta uno de los poemas del libro. Ivan no se hizo del rogar. Se incorporó de su silla, histriónicamente, frente a la mesa repleta de alcohol y con su maravillosa voz gutural, comenzó a recitar cada estrofa en un inglés perfecto. En una mano Ivan sostenía el libro y en la otra una copa de vino tinto.
En mitad de su interpretación, dada la enjundia dramática que le imprimía a su lectura, Ivan arrojó violentamente, sin querer, el libro a la mesa mojada y luego derramó sobre él la copa de vino tinto.
El libro de Hughes quedó empapado, de la primera a la última página; manchado e ilegible. Todos enmudecimos e Ivan no hallaba dónde meter la cara de la vergüenza.
“Bueno”, dijo el inteligente de Juan Gelman, salvando la situación: “quiero pensar que Ted se lo merecía por la manera como trató a su mujer”.