Mazatlán.- El pasado 14 de mayo nuevamente pasó desapercibida como la fecha oficial de la fundación de Mazatlán. Nada que ver con la que hubo en 1981, cuando el gobierno municipal a cargo del alcalde José Rico Mendiola, solemnemente echó las campanas al vuelo, para festejar los presuntos 450 años de la ciudad-puerto.
Antes en 1979 durante el gobierno de Raúl Ledon Márquez en un acto igualmente solemne de Cabildo se había aprobado un decreto de fundación que ponía a 1531, como el año en que se puso la primera piedra de la llamada Perla del Pacífico.
El sustento histórico lo ofreció el cronista Miguel Valadés Lejarza que había encontrado la veta en la Crónica Miscelánea de la Santa Provincia de Jalisco del franciscano Antonio Tello. Una crónica que inmediatamente los historiadores profesionales demostraron que era el peor de los sustentos porque tenía una raíz religiosa y en ella se encontraban manifestaciones de carácter subjetivas y fantasiosas que le habían comentado a este insigne gallego cuando tenía más de ochenta años. Pero, eso, no fue impedimento para que sin filtro alguno fuera votada a favor por unanimidad.
Así que la alcaldía de José Rico no satisfecho solo con el año decidió ponerle día y este fue el 14 de mayo.
Ergo, Mazatlán tenía fecha de nacimiento, insumo para festejarse desde aquel año, sin embargo, fue acrisolándose sin que ocurriera un nuevo festejo de celebración hasta el pasado 14 de mayo.
¿Qué avances hay en la historiografía del puerto? Adrián García Cortés, un guamuchileño que se desempeñó como Cronista oficial del municipio de Culiacán y secretario del Instituto de la Crónica de Culiacán, publicó en diciembre de 1992 La Fundación de Mazatlán bajo el sello editorial de Siglo XXI, una obra poderosa que inmediatamente despertó interés entre los historiadores.
Se trata del libro que analiza y compila documentos valiosos de la historia del puerto y con ellos cuestiona la validez histórica de la Crónica Miscelánea de la Santa Provincia de Jalisco que lo lleva, al igual que otros estudiosos de la época, no sólo a rechazarla, sino a concluir que la “Perla del Pacífico es hija legítima del siglo XIX y, de manera confirmatoria, de los nuevos impulsos del México independiente”.
No obstante, el autor con un gesto de recato y prudencia profesional señala que todavía hay mucho por investigar para tener una fecha definitiva. Ciertamente en cuestiones de historia nada es definitivo porque un dato nuevo puede cambiar la historia de una historia a todas luces no convencional.
Es decir, que no se ciñe aquellos once criterios establecidos por la Corona española para tener un Acta de Fundación. Me refiero a la que iba de la existencia de un rio hasta el trazado urbano. De la alcaldía a la iglesia. El territorio en aquel entonces era de misma belleza natural pero inhóspitamente marismeño y hábitat eterno de las aves del trópico o de las pasajeras.
El poblado más cercano era el Presidio de San Juan Bautista hoy conocido como la sindicatura de Villa Unión. Y más allá, estaba el mineral de Copala y la provincia de Chametla, hacia el norte había población indígena dispersa especialmente alrededor del Rio Piaxtla. Más lejos Culhuacán que terminó siendo Culiacán.
Entonces, territorialmente, Mazatlán con sus Tres Islas estaba reducido a ser un lugar de resguardo de piratas y navegantes. La prioridad de los virreyes, encomenderos e intendentes era proteger los intereses de los mineros y comerciantes españoles que gravitaban alrededor de las minas del sur del estado.
Y como siempre sucede, tuvo que haber algo que cambió las cosas, en la segunda mitad del siglo XVIII, la falta de control político en las 12 intendencias que existían en el país había provocado el surgimiento de élites locales que cada vez menos respondían a los intereses de la Corona española. La recaudación fiscal había venido a menos y las asechanzas extranjeras estaban al orden del día. Tenía que poner orden al desorden.
La dinastía de los Borbones asombrado por la Ilustración francesa que estaba revolucionando el mundo de las ideas y las formas de gobernar recogió de ella lo que a su juicio servía mejor a sus propósitos coloniales monárquicos y colonizadores.
Una de ellas fue sacudirse el centralismo de la dinastía de los Austria y se adoptó el sistema de intendencias y llevar a cabo una reforma política-administrativa de gran calado en todas las colonias españolas.
Se trataba de hacerlas más rentables ya que asomaba la cabeza el capitalismo que surgía en Inglaterra con la primera Revolución industrial. José de Gálvez fue enviado como visitador con amplios poderes para desempeñar sus funciones y cumplir con los propósitos reformistas de la dinastía borbónica. Además traía en sus manos el “Plan para la erección del gobierno y comandancia general que comprenda la península de California y las provincias de Sinaloa, Sonora y Nueva Vizcaya”.
Así al llegar al territorio colonial se da a la tarea de viajar al noroeste y de esa manera al Presidio de San Juan Bautista. Recorre la región durante 15 días la región y ve sus potencialidades de explotación.
Seguramente le asombró la belleza marina, pero, sobre todo, que estaba frente a un puerto natural. Antes había estado en San Blas -Nayarit, antes territorio de la Nueva Vizcaya- y le vio potencial para ser la metrópoli portuaria del Pacífico occidental y al parecer lo visto lo llevó a cambiar de opinión sobre San Blas que sigue siendo un centro de población menor.
Gálvez, analizó seguramente, el sistema de minas, la ubicación geográfica, las reservas de agua y hasta las características de la población mulata que había apoyado a los conquistadores para evitar las invasiones de otros países. A está población, por cierto, le brinda reconocimiento y le otorga beneficios con el compromiso de seguir haciendo el trabajo de protección de la bahía. En 1787, fallece, repentinamente en Aranjuez, cerca de Madrid.
Sin embargo, su influencia reformista quedó presente y el Virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla, conde de Revillagigedo, y el intendente Enrique Grimarest, y en un hecho no menor los milicianos que Gálvez había reconocido y dado beneficios seguían ahí y fue entonces que el virrey, en reconocimiento a una propuesta de Grimarest y la lealtad de esos antiguos mazatlecos ordenó la formación del gobierno militar de Mazatlán.
Y así, el 23 de marzo de 1792, se expidió la Real Orden para erección del gobierno de Mazatlán y para junio del mismo año, tenía su primer gobernador colonial que fue José Garibay y, este, para septiembre, presenta un informe a la Comandancia militar sobre el estado que guardaba la región con lo que se inicia la historia formal e institucional del puerto.
Entonces, el 23 de marzo, es un buen punto de partida para discutir el tema y el puerto tenga un acta de fundación.
Los políticos frecuentemente se sienten tocados por dios y prescinden de la academia para la toma de decisiones pero está no cesa de hacer de su trabajo y al final termina por mostrar yerros imperdonables.