GOMEZ12102020

Vecindad, vida y costumbres
Víctor Vela

La vecindad con los gringos
es fatalidad geográfica.

Gregorio Torres Quintero

Monterrey.- Ocho de los 15 municipios con menor porcentaje de pobreza, según CONEVAL, están al noreste de Nuevo León. Los cambios económicos, sociales y culturales relacionados con las condiciones de vecindad entre México y Estados Unidos, que se dieron en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, primero en la zona aledaña a su frontera y luego hacia el resto del país, son el resultado del pronunciado desarrollo tecnológico en todos los ámbitos el cual, por su reciprocidad con el capital, propiciaron que nuestro vecino del norte tuviera la delantera en desarrollo económico, respecto al resto de las naciones latinoamericanas, durante la segunda mitad del siglo pasado.

En esa época la región noreste mexicana, debido a su proximidad con el sur de Texas, fue donde aparecieron cada vez más rasgos adicionales a los que históricamente distinguían a esa zona, en materia económica y cultural, respecto a otras regiones ubicadas más al sur de nuestro país. La migración de campesinos mexicanos, que tradicionalmente iban a trabajar a los campos propiedad de agricultores texanos, pasó a ser el atractivo para cubrir el faltante de mano de obra, no calificada, aunque mejor pagada, requerida en tareas urbanas más pesadas de Chicago y Detroit principalmente.

Tradicionalmente la migración había sido de carácter estacional, eventualmente se daban “permisos de ida” con la condición de entregarlos, al regreso, cuando terminaba la temporada de cosechas; trabajar en calidad provisional de migrante implicaba no tener los mismos beneficios y oportunidades que lograban quienes lo hacían como residentes, cuyo status se hizo posible a partir de 1948. En ambos casos, la costumbre de visitar cada año los lugares de origen, en la temporada invernal, fue una parte del folklor rural de la historia moderna nacional. El oficio de promoción turística de los gobiernos, durante las últimas décadas, tienen el “Programa Paisano” como fuente de divisas muy significativa.

Ya fuera con permiso provisional de trabajo o con pasaporte residencial, al principio los trabajadores casados migraban solos. El menor costo de vida, la esperanza de aumentar su patrimonio en la tierra natal y poder educar a sus hijos del lado mexicano- como factores de arraigo- determinaron que muchas familias de entonces se avinieron a la falta de la figura paterna.

Quienes poseían tierras y/o ganado, los encargaban “a medias” (realmente era una pequeña porción de lo producido) a su vecino o pariente sin posibilidad de emigrar por el momento; hubo casos en los cuales los hijos terminaron la educación primaria y al no haber manera de estudiar más localmente, ni siquiera a nivel medio, fueron enviados a ciudades donde, lamentablemente en poca proporción, pudieron fortalecerse en la enseñanza superior.

Hubo una época relativamente corta, rondando a 1960 y 1980, que la fisonomía de aquellos poblados se dejaron ver señales de cambio hacia la modernidad: Muchas fincas de sillar, piedra o adobe (éstas hasta techadas con paja), fueron reconstruidas usando material industrial (Block, cemento, varilla y lámina galvanizada); Los servicios públicos como son agua, luz y teléfono se extendieron notablemente. También las costumbres, en general, recibieron la influencia norteamericana: el diseño de las viviendas, el idioma anglicanizado, hábitos en el vestir y alimentarse, las diversiones y una visión de futuro desalentadora respecto a al país original.

Dentro de las actividades económicas destacó la parte comercial, sustentada cada vez en mayor medida por las remesas producto del trabajo en EEUU. Las posibilidades de hacer prosperar el campo y elevar el estándar educativo, como tal vez se creyó originalmente, fueron extinguiéndose al formarse una relación de dependencia respecto al vecino del norte, un tema que aún discuten los estudiosos del desarrollo económico.

Quienes habían emigrado sin su familia pronto optaron por llevarla con ellos. El campo fue abandonado casi por completo y esta nueva práctica productiva, al igual que las espiraciones de mejorar la educación, acabó por aceptar al llamado “sueño americano” como la mejor opción de vida.

Tal como ahora lo publica CONEVAL antes, a partir de la Guerra II, esa zona del norte referida en su estudio ha venido registrando, de manera reiterada, mejor nivel económico respecto al promedio nacional, lo cual, en general se explicaba por el fenómeno migratorio que sin duda benefició a una parte de mexicanos, pero al final resultó redundante, por no decir infructuoso, en cuanto al desarrollo integral del país.

Es necesaria, en las relaciones socio económicas entre los dos países, una estrategia de cooperación que se base en la historia para que, esa fatalidad geográfica, deje de ser un obstáculo y, con esa amplia frontera, pase a ser la gracia del desarrollo económico de México.