GOMEZ12102020

Volpi o la construcción del discurso judeófobo
Samuel Schmidt

Austin.- Un colega me insiste en que debo leer Una Novela Criminal de Jorge Volpi porque aborda el tema del crimen autorizado, materia de mi último libro.

     Mi primera sorpresa fue cuándo Volpi aborda el caso de una víctima de secuestro y destaca que es hija de un empresario JUDÍO, el factor a destacar para el autor es la religión del empresario, imaginé entonces que nos indicaría la religión de los actores de la historia para darnos una lección de sociología/antropología del crimen; respecto a las víctimas del crimen menciona a otros dos secuestrados judíos, pero omite la religión de los demás, merecemos saber si son católicos o musulmanes. Oculta también la religión de los victimarios. ¿Cuál es la religión de los policías corruptos que resultan ser secuestradores; la de Carlos Loret acusado de haber creado una escenografía sobre el secuestro; la de García Luna, el corrupto de preferencia en estos días? Pero insiste en identificar a los judíos, no obstante que los católicos/cristianos son la religión mayoritaria en México.

     Frente a la omisión respecto a la religión o pertenencia étnica de todos los actores en la historia, debemos cuestionar: ¿Acaso la religión permite identificar a la fuente del mal o a sus víctimas?.

     Si Volpi no identifica a todos los actores por religión, ¿qué busca al insistir en los judíos? No intenta hacer una sociología o antropología del crimen, y su insistencia en señalar solamente a los judíos muestra la construcción de un discurso judeófobo; para él los judíos son víctimas, victimarios y la mano oculta detrás del mal. Una novela criminal es la versión tropicalizada de Los Protocolos de los Sabios de Sion.

     Siguiendo la paranoia persecutoria de cualquier judeófobo, el libro identifica a un judío sobre el que cae la acusación, necesita el recurso igual que en los pueblos del antisemitismo sin judíos dónde acusaban a los judíos ausentes de envenenar pozos o matar niños para beber su sangre. Volpi acusa al judío Margolis, sin pruebas, no obstante que se queja de la falta de pruebas a lo largo de la historia; lo puntilloso desaparece cuando se trata de acribillar al judío. Muestra que Margolis ordenó la detención de los secuestradores y lo menciona con la evidencia sólida de que Margolis estuvo en la SIEDO cuándo estaban detenidos los acusados de ser una banda de secuestradores, solidez detectivesca de nuestro Columbo tercer mundista.

     Volpi abriga las historias fantásticas en su relato, para reforzar su acusación encuentra al Mosad, extendiendo el prejuicio al Estado de Israel, porque tratándose de una agencia de seguridad israelí, si el Mosad entrenó a Margolis e influyó en México, quiere decir que el gobierno de Israel es culpable de la corrupción policiaca en México.

     Antes del Mosad Volpi ya ha construido su silogismo para involucrar a la comunidad judía mexicana en el mundo del crimen. Acusa de que la comunidad judía le hizo un homenaje a Margolis, dice que convocaron a la “Kehila” que según el es un grupo de notables, ignora que kehila quiere decir COMUNIDAD, la participación en ella es voluntaria y no esta restringida para los “notables”, aunque no aclara quienes son los notables, lo que no es importante, Volpi quiere encontrar a LOS SABIOS, los de los protocolos? Para él, si la comunidad homenajea al malo es porque la comunidad es mala, todos embarrados a partir de una acusación sin fundamento, le falta llamar a un pogromo (¿soñara con su kristalnacht?) para limpiar a la sociedad de los judíos que envenenan al sistema policiaco y de justicia, controlando a los católicos y a los medios.

     Carezco de información y entrenamiento forense para calificar la acusación de Volpi contra Margolis. Pero supongamos sin conceder que Margolis es culpable de lo que lo acusa, ¿lo es por judío? Apoyando su acusación Volpi dice que Margolis le confiaba secretos a alguien muy lejano a él porque le gustaba sexualmente, o sea que en el imaginario machista de Volpi, Margolis era criminal y homosexual, BOOM, golpe en el blanco, acribilló al judío.

     Volpi trata de ser puntilloso con las inconsistencias en el caso, le dedica numerosas páginas al hecho que los dos acusados de liderar la banda de secuestradores fueron detenidos el 8 y no el 9 de diciembre, lo que es importante, sin embargo esa búsqueda de la verdad desaparece para aclarar las fechas del relato sobre Margolis, que no coinciden. Volpi no corrige porque al crear una impresión, por falsa que sea, salva su discurso judeófobo, la verdad descalificaría una versión disparatada; se cuida mucho de no descalificar “testimonios” que embarran a Margolis, y trata de ocultar sus prejuicios diciendo que es una novela que no es novela. Me recuerda al judeófobo que dice que algunos de sus mejores amigos son judíos.

     Y finalmente aparecen los católicos en la historia, son los buenos que investigan, son los ligados a la curia, ¡bravo! ¿Hay otros católicos en la historia?

     Volpi no ceja en su perversión e intenta la burda maniobra de comparar a Florence Cassez (víctima liberada aunque no declarada inocente por la Suprema Corte) con Alfred Dreyfus, un judío francés perseguido por ser judío. Burdo intento por desecrar la memoria del oficial francés al buscar despojar del prejuicio el caso diciendo que fue un lío judicial; por desgracia para Volpi la historia ha demostrado que el caso Dreyfus fue un caso de judeofobia. Dice que la defensa de Cassez buscaba un Emile Zola para defenderla y piensa en Krauze al que de entrada descalifica, ¿por qué no identifica a Krauze como judío, por qué lo descalifica como alguien que puede abogar por la inocencia?

     Zola tuvo la entereza de enfrentarse al presidente de Francia y tuvo que huir de Francia para salvar la vida cuando defendió a Dreyfus; reconocer al gigante literario y su legendario “Yo acuso” le debe doler a Volpi, quién no solo carece de la gallardía de Zola, sino que se arrastra en el fango judeófobo, igual que los militares antisemitas que acusaron falsamente a Dreyfus.

     Volpi menciona que Margolis estaba agónico, no para solidarizarse con el, sino para saber si en la agonía tenía cargos de conciencia, sobre las acusaciones de Volpi.

     Volpi escribió un libelo judeófobo, vergüenza de la editorial que premio el libelo, su escrito nos muestra sin ambages el odio que lleva en el alma aunque use pretextos literarios para tratar de ocultarlo.