Votantes mutantes
Tomás Corona
Monterrey.- Cohabitan en un mundillo paralelo que han creado para persistir, incólumes, despedazándose, sin causarse la más leve lesión. Existe entre ellos un respeto mutuo, irrestricto, fatuo, perverso, acomodaticio, falaz, sustentado en la ganancia de intereses compartidos. Han abrevado, “per saecula saeculorum” en el cenáculo de los diocesillos de barro de la “realpolitik” en turno. Pueden ser, simultánea y subrepticiamente, amigos o enemigos, todo depende de la mano oscura que acomode las fichas del casuístico ajedrez. Son venales, impúdicos, cínicos, ostentosos, sarcásticos, banales, dóciles, cuando se trata de la toma de decisiones que podrían limpiar para siempre una organización disoluta, repleta con el estiércol de tanta transa y prefieren seguir compartiendo el mismo trochil. Aducen falsíos códigos de ética y decoro y muestran una moralina arraigada vorazmente en el acoso sexual y la cesión y sucesión de traseros. Intercambian jugosos roles en la poderosa corporación que los enriquecen y envilecen hasta rayar en lo monárquico-cortesano, ocultos en el funcional gatopardismo. La mayoría ha permanecido, como entes de la prehistoria sindical, “dinosaurios” pues, por décadas y sexenios en puestos clave que les permiten cometer abusos de toda índole y efectuar negociaciones comerciales en “lo oscurito”, con quien se pueda. Gozan de canonjías y cotos de poder, francachelas y prebendas dignas de un reyezuelo que les otorga el titiritero mayor quien los mueve a voluntad aún a costa de volverse indignos. Fingen demencia al arreglar asuntos desde la oficialidad cuando nadie ignora que su oasis favorito es la clandestinidad en la que rastreramente perviven. Se autoflagelan con culpas ajenas que aquejan al magisterio proponiendo atenuantes que jamás rebasarán sus propios intereses económicos, como lo atestiguan sus multipreciadas posesiones. Pertenecen a uno de los gremios más poderosos e inutilizados del mundo por la rígida verticalización y la jerarquizada pirámide que genera y/o neutraliza a su conveniencia, cualquier indicio de movimiento que se haga hacia el interior de la misma. Hurtan a destajo, sin pudor ni pena lo que debería ser para todos los miembros, agenciándose beneficios indebidos para ellos y sus parientes y no les importa que “se hunda el mundo”, ellos están siempre primero, aún en detrimento de la salud de los demás, el insano desabasto de medicamentos es la más fehaciente prueba. Su filiación política no es auténtica, ha devenido de clanes depredadores, oscuros, de liderazgos poderosos, recalcitrantes, que, desde una portentosa cúpula delinean, definen y concretan de manera específica y focalizada, lo que cada alfil, por no decir esbirro, debe hacer y obedecer “al pie de la letra”, sin cuestionar absolutamente nada. Ejercerán próximamente, junto con millares de profesores, su “derecho al voto”, un voto puro, discreto, reflexionado, abierto, “democrático” y franco, para elegir un “nuevo líder iluminado” que supuestamente rescindirá todos los agravios y desvíos causados por la corrupción sindical que ha acontecido en todos estos años. Son varios los contrincantes y cada uno muestra su mejor cara y luce su pomposa cola de pavo real, junto con su “postura de reivindicación político-gremial, enmarcada por un fantasioso e irrealizable proyecto de trabajo y un desgastado lema que ya nada dice, pero solo es una quimera , una utopía , una ensayada farsa, aún mezclándolos a todos en una demoledora máquina (y al final eso harán, como siempre), habrá un elegido, un bufón ungido por la mano poderosa quien será solo un detentador del poder, uno más...
La moraleja de esta historia de votantes mutantes es la siguiente: “si el voto sirviera para, algo no nos dejarían ejercerlo”; entonces, ¿para qué votar ? Se repite la historia de la gubernatura, que gane “el menos peor”, si lo hay... Yo no votaré por nadie.