PEREZ17102022

Y esto apenas comienza
Filiberto Pinelo Sansores

Mérida.- ¿Qué fue lo que ocurrió el domingo 2 de junio en México? ¿Un huracán? ¿Un devastador tsunami? ¿Un temblor de 8 grados Richter? La pobre derecha no sabe qué fue, qué le paso encima, pero quedó aplastada a lo largo y ancho del país por una aplanadora semejante a las que poseía el PRI en sus buenos tiempos, cuando causaba la admiración de propios y extraños por sus casillas zapato (100 votos a su favor y cero a su más cercano contendiente), o sus triunfos por amplísimo margen sobre sus tímidos rivales.

Sólo que, a diferencia del tráiler –representado por el viejo partido de estado que, paradójicamente, va que vuela a su extinción–, que obtenía sus votos obligando a los burócratas, a los miembros de los sindicatos, a los campesinos, a los pequeños comerciantes, a emitirlo en su favor, o repartiendo dinero, despensas, materiales de construcción, etcétera –durante las campañas y el día de las elecciones– entre la gente pobre y, a falta de votantes en las casillas, hacía que sus mapaches rellenaran las urnas –ayudados por el ejército y las policías– con millones de votos falsos; el automotor que los aplastó no fue el de un partido de estado, sino el conformado por más de 33 millones de ciudadanos libres –los que votaron por Claudia Sheinbaum–, 3 millones más que quienes lo hicieron por AMLO hace 6 años.

Desde la tarde del domingo, Xóchitl y banda, comenzaron a dar la exhibición de impudicia más descarada de nuestra historia electoral. Nunca, en ningún país del mundo había existido una manifestación de deshonestidad, torpeza, falta de respeto a los votantes y cinismo como la que exhibieron los dirigentes del Prian, encabezados por la más mentirosa, contradictoria, ignorante y falsa candidata que haya pisado el ring electoral de México.

Primero, a las siete, como un elenco que hubiera ensayado el numerito, salieron a escena, con los rostros plagados de alegría a proclamar la victoria de la candidata, como si ya tuvieran datos duros de la elección.

Xóchitl tomó la palabra. Con la voz enardecida, como si estuviera segura de lo que decía, entre el aplauso de su comparsa, expuso: “Por los resultados de muchas elecciones para alcalde y poder legislativo, por esos resultados, está claro que ya ganamos. Le hago un llamado a López Obrador para que respete la elección de todos los mexicanos. Hay que respetar, dado que hay gente que está votando, que sigue en las casillas contando. Esperaremos los resultados, simplemente que ratifiquen este triunfo”, a sabiendas que mentía.

Horas después, con el mismo elenco de farsantes, y una vez que Guadalupe Taddei, la consejera presidenta del INE había dado a conocer los resultados del conteo rápido que la institución había llevado a cabo, para que el pueblo mexicano se enterara, regresó a su misma tribuna a reconocer su derrota.

“Hace unos momentos el Instituto Nacional Electoral dio a conocer su conteo rápido, –dijo. Tal ejercicio estadístico señala una tendencia del voto que no es favorable a mi candidatura, tendencia que además parece ser irreversible”. Dijo que se comunicó con la ganadora para reconocer, también, ante ella su derrota. Para finalizar echó un gritó: “Nos vemos en 3 años o en 6”. Sus acompañantes la vitorearon aprobando sus palabras.

Todo hacía pensar que, al fin, entraba en la mujer y su claque un poco de sensatez. Pero no fue así, estaban equivocados quienes lo pensaron. Cuando muchos creían que la cordura les había entrado, regresó la Xóchitl a su vodevil.

A las 13.15 horas del lunes, escribió en su cuenta de X que “presentará impugnaciones, que actuará porque todos sabíamos que se trató de una competencia desigual contra todo el aparato del Estado y hubo presencia del crimen organizado con amenazas y asesinatos de candidatos. Esto no termina aquí, presentaremos las impugnaciones que prueban esto que les digo”.

Con más de 30 puntos porcentuales debajo de la triunfadora, esta mujer no tiene sentido de las proporciones, menos materia gris en la cabeza.

La derrota que sufrió la derecha afectó la capacidad pensante de muchos de sus miembros. Se están batiendo en su propio chocolate; se están friendo en su propia salsa; no les entra en la cabeza que hayan perdido como nunca les pasó en la vida. En nuestro estado, Yucatán, la pérdida de facultades de comprensión de muchos de sus anquilosado líderes es tan estruendosa como la de su candidata, la peor que hayan tenido.

No es para menos. Que una entidad dominada casi totalmente por el panismo, que tenía en sus manos el gobierno estatal, la alcaldía de la capital –Mérida–, las de otras ciudades importantes como Valladolid, Progreso, Umán, Kanasín, Tizimín, etcétera; la mayoría calificada en el congreso local y el dominio absoluto de los falsos grupos de ciudadanos que se movilizaban al llamado del blanquiazul vestidos de rosa, deje de la noche a la mañana el color azul, se vuelve guinda y pase a figurar entre las 24 entidades que desde 2018 gobierna Morena o alguno de sus aliados, es algo equivalente a que se le caiga encima a uno y lo sepulte un rascacielos.

Los papeles cambiaron diametralmente. Morena ganó no sólo el gobierno estatal, con Joaquín Díaz Mena, que derrotó al candidato del PRIAN, Renán Barrera Concha, sino 4 de las seis ciudades señaladas; 16 de las 21 diputaciones locales; 5 de las 6 diputaciones federales y las 2 senadurías de mayoría.

Nunca en su vida se imaginaron que esto podía ocurrir en un estado caracterizado por gobernantes del PRI o del PAN, identificados con los sectores más pudientes de la sociedad, que miraban a la clase media y a los marginados como eternos conformistas, que jamás reaccionarían a sus políticas permanentes clasistas y de rapiña que sólo beneficiaban a unos cuantos, paliadas sólo desde 2018 por los programas sociales del gobierno federal, algo, por cierto, que permitió al gobernador Vila saludar con sombrero ajeno.

Hoy deambulan con su dolor a cuestas en Mérida algunos de quienes durante décadas vivieron de usufructuar organismos de la sociedad civil, como la ex alcaldesa panista Ana Rosa Payán, que organizó una manifestación a las puertas del INE en Mérida, para protestar por la barrida. Y es que no les cae el veinte que los tiempos de la oligarquía llegaron a su fin.