Austin.- El neoliberalismo aplicó muchas energías para despolitizar a las organizaciones de clase social, obreros, campesinos, miembros de la clase media, se vieron despojados de la posibilidad de actuar políticamente para defender sus intereses o para protegerse de los abusos que cometía cotidianamente el capitalismo salvaje.
Lo peculiar de este cuadro es que mientras se armaba el andamiaje de esta andanada en contra de las mayorías sociales, se mantuvo los elementos fundamentales del clientelismo y paternalismo que construyó e impuso el sistema priista, que era una suerte de alianza débil pluriclasista corporativizada y manejada por los gobiernos.
Así mientras los sectores obrero y campesino del PRI perdían peso político, influencia y el manejo en la representación de sus agendas; los efectos corruptores del liderazgo político avanzaban tragándose a los que habían escalado enarbolando banderas de democratización y anti corrupción. Los sindicatos “independientes” de los 1970s se charrizaron, el líder “revolucionario” del Sindicato de Telmex sigue apoderado del mismo y desde ahí sigue las consignas de la empresa, e interviene en conflictos laborales con intenciones obscuras, como el conflicto de NOTIMEX, que no termina de resolverse; los corruptos líderes de PEMEX se eternizan en el cargo, el líder del STUNAM no tiene intención de dejar el cargo; el SNTE parece democrático porque el liderazgo lo remueve el gobierno.
Las organizaciones sociales radicales entraron a los canales de participación convencionales convertidas en instituciones políticas que negociaban con el poder para beneficiarse en lo personal, es el caso del movimiento Tierra y Libertad que evoluciona hacia el Partido del Trabajo, que mantiene al mismo dirigente quien premia a sus familiares con diputaciones, senadurías y otros puestos.
Los líderes abandonan las agendas revolucionarias para entrar de lleno al sistema de reparto de recompensas y ahí se instalan; un caso extremo es el PRD que se concentra en el reparto de premios políticos y financieros, se corrompe abiertamente para servir al régimen cuando entra al Pacto por México con Peña.
Históricamente, la izquierda se intelectualiza y se aleja de las masas trabajadoras. Los Partidos Comunista, Trotskista (PRT), Maoísta (PT) tienen algo de trabajo de base pero no logran convertirse en un contrapeso político ante la corporativización que maneja el PRI y que ni siquiera el PAN logra reproducir, aunque lo intentan.
El PRI tuvo durante varias décadas vía libre para manipular y controlar a la clase obrera y manejar factores sustanciales como el salario, lo que los neoliberales supieron utilizar para incrementar absurdamente la riqueza de la oligarquía mientras hundían en la miseria oprobiosa a los trabajadores, no está de más recordar que una familia con dos empleados de tiempo completo vivían bajo la línea de pobreza.
La 4T, cualquier cosa que esto sea, para ser una verdadera transformación, se enfrenta a la situación de desmovilización y despolitización de las clases sociales, la gente, aún muchos pobres, ilusoriamente creen vivir en la clase media y posiblemente mantengan la ilusión de algún día poder ascender, para lo cual se les exige sumisión. Se ha entorpecido la condición de clase en sí, que implica que la gente se sienta parte de una clase social, para pasar a la clase para sí, que implica luchar por los intereses de esa clase.
Desde que se adoptó el modelo maquilador, se subordinó a los sindicatos a los intereses de las empresas, sindicato solamente en las empresas que lo deseaban y persecución despiadada a los que se oponen. Hoy la industria maquiladora es la que tiene la mayor dinámica, con el agregado que avanza la robotización que camina en contra de la sindicalización, el modelo Amazon es esclarecedor y peligroso.
La despolitización de las masas trabajadoras las vuelve inermes ante un poder oligárquico creciente, que se apodera de la riqueza e imponen sus decisiones políticas ante gobiernos cada vez más débiles, que articulan políticas anti obreras y anti campesinas, el outsourcing es un ejemplo, de una práctica diseñada para esquilmar a los trabajadores, y la pauperización del campo ha producido un numeroso ejército industrial mal pagado o ha expulsado del país a millones de personas.
No se puede hablar de democracia en un país donde las grandes mayorías han sido despojadas de: los recursos mínimos para vivir con dignidad y en ocasiones sobrevivir, de oportunidades de crecimiento, y hasta de su futuro, y con ello por supuesto, de la posibilidad de defender y ejercer sus derechos políticos. Revertir esta situación es el gran reto para quién quiera modernizar y consolidar el progreso nacional.