GOMEZ12102020

Yo, papelerito
Joaquín Hurtado

Monterrey.- Será por mi traza de flaco, quijarudo, guandajo y mal fajado, o quizá porque cuando salgo a comprar tortillas me monto en mis chanclas percudidas en vez de sacar de la cochera mi Corvette del año. O quisiera pensar que esto que hoy me pasó se debe a mi incorregible manía de hurgar en las basuras de la calle cuando atisbo objetos útiles. Les platico.

     Venía yo con mi redecilla de nylon donde cargo el kilo de tortillas, y hete aquí que voy viendo en la banqueta dos charolas de plástico, accesorios impecables de algún refrigerador donde uno guarda las frutas y verduras, así nomás arrambladas, en espera del camión de basura. Prontamente desvié mi chancleteo, me detuve frente a aquellos valiosos desperdicios. Los sacudí, los cargué con firmeza, dije matanga. Ya estaba a punto de retomar mi ruta cuando...

     Una señora mayor salió de su casa, me dijo: si quiere más cositas ahorita le traigo cartón viejo, trapos de medio uso, y un taquito para que desayune. Ni me sentí humillado ni lastimado. Antes que nada rechacé y agradecí el noble ofrecimiento. No quise aclarar a la buena mujer que no soy ningún pordiosero sino que sus charolas desechadas me sirven para guardar materiales de pintura y dibujo porque ejem, soy artista consumado, además poeta laureado, muy viajado, y bien comido.

     No sentí necesidad de tirarle rollo mamón ni excusarme por mi aspecto teporocho. Me vine riendo yo solo, orgulloso de, al menos, despertar lástimas de los desconocidos. Gocé de la anécdota desde el fondo de mi negra alma, al constatar que aún hay personas amables. Me arrepiento de no haber aceptado el taquito de la seño, seguramente era de huevito con chorizo porque el aroma de cocina sabrosa impregnaba toda calle. Cosita.