GOMEZ12102020

Yo, profe
Joaquín Hurtado

Monterrey.- Del punto A al punto B hay 7 kilómetros de ida. Más 7 de retorno, total: 14 kilómetros, distancia que realicé de caminata diaria, casi dos años. Pocos reconocerán el lugar, se encuentra en un rincón del sur árido de nuestro estado. Este era el recorrido que efectuaba cuando me dieron mi primera y única plaza docente.

     Nunca falté a mi escuelita rural y unitaria a pesar de la lluvia, el sol, el viento, el hielo. Atendía 30 criaturas por la mañana a cambio de un sueldo exiguo.

     Por la tarde, en el punto A, fui promotor cultural voluntario que impartía cursos de literatura, apreciación musical, ajedrez y pintura a otros infantes.

     Tenía yo 20, 21 años. Era inmensamente feliz, fui aprendiz de aquellos duros infantes en todo lo relativo a las faenas agrícolas.

     La experiencia me hacía sentirme superior moralmente a quienes hablaban desde su burbuja de comodidad urbana, a quienes ignoran, o fingen, que aún existen lugares en el industrioso Nuevo León tan pobres como cualquier aldea subsahariana.

     Me jubilé bien fastidiado ante tanto seudodocente que parasita y acumula plazas y deviene salarios inmerecidos, obtenidos como dádivas por un sistema corrupto, demagógico, infestado de ladrones e ignorantes con título y birrete.

     Por eso no me gusta celebrar el 15 de mayo, nunca asistí a los festejos oficiales, no soy maestro agachón ni profe del montón.