Monterrey.- La matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968 es uno de los episodios más dolorosos en la historia contemporánea de México. Pero, también es el parteaguas de los derechos democráticos del pueblo mexicano.
Miles de valientes y rebeldes jóvenes aglutinados en el movimiento estudiantil del 68 sufrieron la cruel represión policiaca y militar ordenada desde el más alto nivel del poder: la Presidencia de la República.
La gravedad de la peor masacre cometida por el gobierno mexicano contra su propia población estudiantil, es que a 53 años de los hechos la justicia no ha llegado, siendo hoy un Crimen de Estado que permanece impune.
La natural rebeldía juvenil de aquella generación venció sus miedos para levantar la voz contra el sistema político encabezado por el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, cuyo carácter autoritario y represor aplicó a movimientos de los ferrocarrileros, de maestros, de copreros y de médicos.
El comienzo de todo sería una de las tantas grescas entre alumnos de las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Preparatoria Isaac Ochoterena de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde las detenciones y excesos de los policías granaderos desataron una ola de protestas y que el Ejército recibiera la orden de intervenir en la Preparatoria 1 de San Ildefonso, cuya puerta destruyó con un ‘bazukazo’, al grado de convertir un problema policiaco local en un asunto de seguridad nacional.
Los universitarios y sus maestros decidieron salir a protestar y tomar las calles en la lucha por ejercer sus libertades democráticas y derechos sociales. Detonaron con ello el despertar de la gente no sólo para respaldar al movimiento estudiantil, sino para participar más en las decisiones políticas y encauzar el descontento ciudadano contra el mal gobierno y la corrupción.
En las marchas y mítines del 68 se hizo realidad la consigna de “¡Únete Pueblo!”, pues en varias ocasiones hubo más pueblo (obreros, empleados, amas de casa y familiares dando su apoyo en banquetas y calles) que estudiantes y maestros manifestándose contra el gobierno, que para aniquilar todo intento de disidencia política y de protesta social decidió abrir fuego.
El gobierno de Díaz Ordaz acalló con fuego y sangre las voces de la juventud mexicana y sus legítimas demandas sin tolerancia alguna y bajo el pretexto de que se trataba de una conjura comunista internacional para impedir los Juegos Olímpicos en México el 10 de octubre de 1968.
La noche de Tlatelolco fue la peor represión estudiantil que ha vivido nuestro país. A pesar de ello, el movimiento estudiantil logró importantes avances en la vida democrática, convirtiéndose este lamentable y ominoso episodio en el parteaguas de los derechos democráticos en México.
Las experiencias en el movimiento estudiantil tuvieron como consecuencia varias acciones que resultaron decisivas para la vida que emprendieron, después del 2 de octubre, miles de estudiantes y maestros.
Debido a que el movimiento estudiantil combinó las asambleas en cada escuela para tomar decisiones todas las mañanas y las sesiones nocturnas del Consejo Nacional de Huelga, donde los representantes llevaban el mandato de las escuelas para discutir y tomar decisiones generales, un grupo de brigadistas optó por impulsar la democracia participativa, que había demostrado su eficacia para que las discusiones y las decisiones estuvieran en manos de todas y de todos, en lugar de la democracia representativa, que resultaba más acotada por estar sujeta a unos cuantos dirigentes o representantes.
A pocos días del 2 de octubre, la Coalición de Brigadas Emiliano Zapata, integrada por estudiantes y maestros de la UNAM y del IPN que no habían sido encarcelados o muertos, se reunieron para discutir la decisión a tomar. Como resultado escribieron el documento “Hacia una Política Popular”, el cual se volvería la línea política e ideológica de miles de luchadores sociales y, a partir de 1990, la base de la Declaración de Principios del Partido del Trabajo.
Prosigamos la lucha para abrirle paso a la democracia participativa y dejar atrás a la democracia representativa. Honremos la memoria de los mártires estudiantiles para que el gobierno privilegie el diálogo, la tolerancia y la paz en lugar de la represión, la violencia y el uso de la fuerza, para que ¡nunca más! nuestros jóvenes vivan en un país autoritario ni represor.
¡Aquí nadie se rinde! ¡El 2 de octubre… no se olvida!