Quienes impidieron la mayoría calificada requerida para que fuera una ley constitucional le han dado la vuelta al asunto y, aun con los epítetos hirientes encima, van henchidos de orgullo unitario a lo siguiente que les permita mantener la unidad de frente a los procesos electorales que se celebraran este año y los siguientes.
Mientras los que perdieron la votación aun teniendo más del 50 por ciento de los votos de la Cámara de Diputados están molestos e impotentes para dar vuelta a la hoja de la derrota o visto en clave de estrategia partidaria van a la siguiente, “ganar” la calle porque si se gana la calle, se gana todo, recomendaría el libro rojo de Mao.
Y es que no conciben que siendo una mayoría absoluta cómoda no puedan hacer lo que quisieran porque el diseño institucional estuvo pensado para que en los casos de reformas constitucionales ningún partido pueda tener todos los votos necesarios y, por ende, este obligado a pactar para generar esa mayoría.
Entonces, como resulta inaceptable la derrota, Mario Delgado y Citlalli Hernández, dirigentes nacionales de Morena, en un acto riesgoso políticamente, llaman a militantes y simpatizantes, a que en los 300 distritos electorales federales lleven a cabo campañas de exhibición de los “traidores” del PRI, PAN, PRD y MC.
Acaso ¿han calculado que la reacción será a favor de la marca de los promotores o está solo destinada a movilizar a los suyos especialmente en los estados donde se celebraran elecciones de aquí al 2024?
Acaso ¿la mayoría del país estaba por la reforma eléctrica del presidente López Obrador y, por lo tanto, fueron traicionados por sus representantes populares?
Acaso ¿no es un acto de arrogancia o desvarío estratégico estar razonando la vida pública en clave de uniformidad, cuando está visto que México desde hace tiempo es una sociedad diversa? y eso, los liderazgos y partidos democráticos lo saben y deben hacer lo que se tiene que hacer para que siga siendo la ruta de convivencia social y política.
¿O es qué no dejó ninguna lectura la escasa asistencia a las urnas durante la consulta contra los expresidentes, la revocación de mandato o la caída de los votos federales en 2021?
Esta bien se busca convertir la derrota legislativa en una oportunidad para ampliar su base social de apoyo, intimidar a los opositores, tenerlos distraídos con la campaña en su contra y disminuir los efectos de las campañas de la coalición ¡Va por México!
Pero vuelvo a la pregunta ¿lograra esta campaña agresiva permear más allá de lo movilizado en la consulta de revocación de mandato? ¿No hay en ello una fuerte dosis de arrogancia cuando están hablando por todos, qué si saben lo que necesita México y, peor, que como lo saben, tienen una suerte de superioridad moral sobre los “traidores a la patria”?
¿Qué es lo que busca este nuevo ejercicio de polarización con grandes problemas que reclaman atención urgente?
Esta estrategia de ganar la calle es entendible para cohesionar a sus militantes y simpatizantes incluso si se busca irradiar la molestia hacia un sector mayor para obtener ventajas electorales en los próximos comicios, pero esta diversidad no va a cambiar mucho y hasta podría aumentar calentado la atmosfera.
Hay que darle vuelta a la hoja y verlo en clave democrática, las derrotas no son para siempre, la política es de triunfos y derrotas parciales porque el que gana no gana todo pues siempre habrá oposición.
Y está vez, como en el pasado Morena, la oposición hizo su trabajo y dio argumentos de fondo que era imposible procesarlos en una atmosfera tan cargada de odio, calificativos, denuestos.
Actúan cómo si para Morena fuera la última batalla por México y no se observará el devenir que se percibe nublado, muy nublado, como en otro momento y circunstancia lo vio venir Octavio Paz.
Hay que leer el silencio de unos ciudadanos que en 2021 le quitaron a Morena la mayoría de los votos que tuvo en 2018 y es que el electorado promedio es moderado e irremediablemente crítico. No le gusta el radicalismo de cualquier signo político va al centro, al punto de equilibrio, lo que trasmita un mínimo de seguridad y estabilidad.
Y ahora Morena, está radicalizándose y radicalizando a los suyos que no son todos, aun cuando sean los más emocionales, sino una parte del electorado. Ochenta millones de mexicanos con credencial de elector no fueron a la urna revocatoria pese a que el presidente López Obrador, los secretarios, gobernadores y alcaldes de Morena promovieron ilegalmente la participación y eso pareciera que no ha sido materia de análisis para moderar el discurso y la estrategia.
Insisto ¿se}rá el fervor patrio o que están viendo tendencias involutivas del tsunami obradorista en los resultados electorales de 2021, la consulta para juzgar a los expresidentes o en la revocación de mandato? que los lleva a una suerte de fuga hacia adelante y a pensar como en el karate, que la mejor defensa es el ataque.
Los dirigentes de la oposición han de estar sobándose las manos en clave de aquella máxima política de que “cuando veas a tu enemigo hacer tonterías, déjalo, no lo interrumpas” pues al final podría convertirse en un bumerán.
El problema de esta sobrecarga de tensión en la atmosfera tiene o tendrá consecuencias más allá del terreno de los votos pasados, presentes y futuros pues podría proyectar la idea que están dejando de funcionar las instituciones para procesar los conflictos políticos o que las decisiones son producto más del arrebato emocional que de una estrategia de gobierno que siente las bases de la tan llevada y traída 4T, y eso aumenta la matriz riesgo país.
Por ejemplo, el litio como recurso del subsuelo nacional está claro en el artículo 27 constitucional que establece que es un bien de la nación y eso no ha impedido otorgar concesiones a particulares en la explotación, distribución y comercialización y eso no va a cambiar porque la renacionalización no tiene efectos retroactivos.
Por eso, el presidente López Obrador ha dicho que revisaran esos contratos y solo en aquellos que haya irregularidades podrían ser cancelados ni por asomo se habla de nacionalización que sería otra decisión.
O sea, en materia de litio, no va a haber cambios ni en la propiedad, que sigue siendo de la nación, pero igual en la explotación, distribución y comercialización.
Quizá a lo sumo, que se constituya una empresa del gobierno para la explotación del recurso, una suerte de Litiomex que reclamará fuertes inversiones en tecnología y cuando eso suceda, tendrá que competir con las otras empresas, como sucede con las gasolinas.
Salvo que de última hora el presidente de un manotazo sobre el escritorio y decida cancelar los contratos y nos veríamos al día siguiente con un alud de amparos y demandas.
En definitiva, es comprensible la utilización de las emociones patrias para mantener la cohesión del sector más radical en Morena y sus aliados (¿los verdes ganando la calle?) pero, es una apuesta que igual puede tener el efecto contrario porque México, no está para sobrecalentarlo más de lo que está con los problemas irresueltos y menos para atender los que están por expandirse producto de la globalización.
Al tiempo.